El vertido de residuos, práctica habitual en los ríos de Gipuzkoa
La organización ecologista Eguzki lleva meses denunciando la situación en que se encuentran ríos guipuzcoanos como el Oria, Urola o Deba, repletos de residuos domésticos a lo largo de su cauce. Algunos ayuntamientos se han propuesto atajar el problema.

La organización ecologista Eguzki ha denunciado que el vertido de basura doméstica por parte de particulares en el lecho de distintos ríos guipuzcoanos es «una realidad» desde hace años, conocida por parte tanto del propio colectivo como de los consistorios. Así lo afirma el miembro de Eguzki Gorka Alberdi, quien lleva más de dos años alertando a ayuntamientos de las cuencas del Oria, Urola y Deba sobre esta problemática.
Según ha recogido Eguzki a lo largo de los últimos meses, el Urola, a su paso por Azkoitia, Azpeitia, Legazpi, Urretxu o Zumarraga; el Oria, por Beasain, Ordizia o Tolosa; o el Deba, por Elgoibar, son algunos de los ríos que sufren las consecuencias de la falta de sensibilidad y el incivismo en forma de toneladas de basura. Además, Alberdi advierte de que con las últimas lluvias la mayor parte de esos residuos, sobre todo pequeños plásticos, acaban en el mar.
«Verter residuos es una práctica muy habitual, pero es una realidad a la que hay que meter mano. Tirar basuras a un río está terminantemente prohibido, ya que perjudica al medio ambiente y a las condiciones de salubridad, y está tipificado como infracción grave», advierte Alberdi, quien explica que entre la basura que encuentran hay colchones, cafeteras, ordenadores, prendas de ropa, calzado, cazuelas, televisores, «litronas» y latas de cerveza. En febrero, Eguzki ya denunció la aparición de diversas bolsas con material médico en el río Urola a su paso por Azpeitia. Entre los vertidos había utensilios de uso sanitario como «jeringuillas de plástico (sin aguja), espéculos, campos estériles, bolsas de prueba de aliento, y pequeños botes de medicamentos».

El valor del río
Debido a la crisis sanitaria, este año no ha sido posible celebrar Erreka Eguna, una jornada de auzolan en la que centenares de voluntarios recogen de los ríos una cantidad de basura que oscila entre los 800 y los 1.000 kilos por pueblo. Aún así, algunos ayuntamientos se han puesto manos a la obra y han decidido atajar en la medida de lo posible la presencia de desperdicios en sus ríos, como en el caso de Azpeitia, Zumarraga, Urretxu o Tolosa, donde a través de empresas profesionales han procedido a retirar la basura acumulada.
En el caso de Tolosa, hace menos de una semana se retiraron cientos de kilos de basura del cauce del Oria. El concejal de medioambiente de la localidad guipuzcoana, Patxi Amantegi, valora positivamente que cada vez haya más gente preocupada por el estado de la ribera y anuncia que, como Consistorio, quieren instaurar la «necesidad indiscutible» de cuidar el río. «Nadie discute que limpiar las plazas del pueblo o cortar la hierba no sea necesario. De este mismo modo queremos que se vea el río, una zona lúdica y deportiva para todos lo vecinos que, además, si está limpio, también es un gran atractivo turístico», explica el concejal a NAIZ. Además, Amantegi avanza que están trabajando en un plan de sistematización consistente en «una serie de acciones de cuidado y limpieza todos los años en puntos concretos de la ribera» y anima al resto de ayuntamientos de la cuenca del Oria a que hagan lo mismo.
Amantegi también confirma que algunas zonas de la población pegadas al río, como la Plaza Armería o el skatepark, se han convertido en zonas de esparcimiento y de ocio nocturno, lo que ha conllevado un aumento de los residuos que acaban en el agua. Ante la falta de medios para establecer unas medidas de seguridad continuadas, el concejal aboga por el trabajo de concienciación ciudadana como prevención.
En marzo de 2019 Eguzki realizó una acción de denuncia en Tolosa, en la que el propio Alberdi y Asier Manso, también activista ecologista, recogieron varias bolsas de basura del río Oria. Con todo ello, Alberdi cree que «no se habla del problema» y propone endurecer las medidas de vigilancia. «Se debería destinar dinero exclusivamente a vigilar los ríos. Cuando la gente sepa que la están mirando, se darán la vuelta antes de tirar nada», concluye.

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