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El deshielo del permafrost, la bomba de relojería del cambio climático

El permafrost que se descongela rápidamente en el Ártico tiene el potencial de liberar bacterias resistentes a los antibióticos, virus no descubiertos e incluso desechos radiactivos de la Guerra Fría. Su rápido deshielo ha puesto en alerta a los investigadores.

La costa de la península de Bykovsky, en Siberia, disminuye cada verano, cuando los bloques de hielo permafrost caen a la playa. (P. OVERDUIN / EUROPA PRESS)
La costa de la península de Bykovsky, en Siberia, disminuye cada verano, cuando los bloques de hielo permafrost caen a la playa. (P. OVERDUIN / EUROPA PRESS)

Además de los ya conocidos riesgos para el medio ambiente, el deshielo del permafrost también podrían representar serias amenazas para la salud. Así lo ha revelado una nueva investigación desarrollada como parte del ESA-NASA Arctic Methane and Permafrost Challenge.

El permafrost, o tierra permanentemente congelada, cubre alrededor de 23 millones de kilómetros cuadrados en el hemisferio norte. La mayor parte del permafrost en el Ártico tiene hasta un millón de años; por lo general, cuanto más profundo es, más antiguo.

Además de los microbios, ha albergado una amplia gama de compuestos químicos durante milenios, ya sea a través de procesos naturales, accidentes o almacenamiento deliberado. Sin embargo, dado que el cambio climático hace que el Ártico se caliente mucho más rápido que el resto del mundo, se estima que hasta dos tercios del permafrost cercano a la superficie podrían perderse para 2100.

El deshielo del permafrost libera gases de efecto invernadero (dióxido de carbono y metano) a la atmósfera y provoca cambios abruptos en el paisaje. Pero además, una nueva investigación, publicada recientemente en Nature Climate Change, encontró que las implicaciones de la disminución del permafrost podrían ser mucho más generalizadas, con potencial para la liberación de bacterias, virus desconocidos, desechos nucleares y radiación, y otras sustancias químicas preocupantes.

El deshielo del permafrost incluye serias amenazas para la salud (ESA / EUROPA PRESS)

Se ha descubierto que más de 100 microorganismos diversos en el permafrost profundo de Siberia son resistentes a los antibióticos. A medida que se derrite el permafrost, existe la posibilidad de que estas bacterias se mezclen con el agua de deshielo y creen nuevas cepas resistentes a los antibióticos.

Otro riesgo se refiere a los subproductos de los combustibles fósiles, que se han introducido en los entornos de permafrost desde el comienzo de la revolución industrial. El Ártico también contiene depósitos de metales naturales, incluidos arsénico, mercurio y níquel, que se han extraído durante décadas y han causado una gran contaminación con materiales de desecho en decenas de millones de hectáreas.

Riesgos para las infraestructuras

Además de todo esto, el deshielo del permafrost también presenta un gran riesgo para las infraestructuras y las ciudades de su alrededor. En Abisko (Suecia) las señales de retroceso del permafrost ya son visibles. Hay grietas en el suelo y pequeños deslizamiento de tierra. Los postes telefónicos se inclinan por el efecto de estos movimientos.

En Alaska, donde el permafrost está presente bajo el 85% del territorio, su descongelamiento destruye las rutas. En Siberia, ciudades enteras comienzan a resquebrajarse por los deslizamientos de los cimientos. En Yakutsk (300.000 habitantes), la ciudad más grande del mundo construida sobre permafrost, algunos edificios ya han sido destruidos.

Edificio de apartamentos con paneles agrietados en la ciudad de Yakutsk, en el este de Siberia. (Mladen ANTONOV / AFP)
Edificio de apartamentos con paneles agrietados en la ciudad de Yakutsk, en el este de Siberia. (Mladen ANTONOV / AFP)

El deterioro del permafrost también plantea otros riesgos para las poblaciones y amenaza infraestructuras como las cañerías de agua y los desagües, oleoductos y depósitos de almacenamiento de desechos químicos o radiactivos, según un informe del Ministerio ruso de Medio Ambiente de 2019.

El año pasado, un depósito de combustible se quebró luego de que sus cimientos se hundieran de manera repentina en el suelo cerca de Norilsk en Siberia, vertiendo 21.000 toneladas de gasóleo en los ríos aledaños.

En todo el Ártico, el descongelamiento del permafrost podría afectar hasta dos tercios de la infraestructura de aquí a 2050, según un proyecto de informe del IPCC obtenido por la agencia AFP en junio y que debe ser publicado en 2022. Más de 1.200 ciudades y pueblos, 36.000 edificios y cuatro millones de personas se verían afectadas, según la misma fuente.

Trabajos en peligro

En la comunidad de sami, un pueblo autóctono de esta parte del norte de Suecia, desde hace dos siglos las criadores de renos ya han tenido que adecuarse a la colonización de sus tierras y la aparición de rutas, ferrocarriles y minas. Ahora, se ven enfrentados a los efectos del calentamiento climático.

La nieve, que permanecía congeladas toda la temporada de invierno, se derrite y vuelve a congelar de manera regular, formando una capa dura que impide que los renos accedan al liquen, su principal alimento.

Los cérvidos, que tradicionalmente vagabundean de manera libre, tienen problemas para encontrar comida. Como otros criadores, Tomas Kuhmunen debe enviarlos actualmente a pastar en un territorio mucho más vasto que antes. Está obligado a hacer decenas de kilómetros adicionales para vigilar a sus renos, más bien en moto de nieve que en esquíes.

Un grupo de renos bloquea el tráfico cuando cruzan la carretera en busca de comida en Kiruna, Suecia. (Jonathan NACKSTRAND / AFP)

Según el Parlamento sami de Suecia, unas 2.500 personas dependen de los renos para vivir.

Amenaza para los objetivos de París

Los gases de efecto invernadero que escapan del permafrost también amenazan los objetivos del Acuerdo de París sobre el clima, advierten los científicos.

Los países que firmaron el tratado de 2015 se comprometieron a limitar el calentamiento climático por debajo de +2° C, en lo posible a +1,5° C con respecto a la era preindustrial con el objetivo de alcanzar la neutralidad carbono hacia mediados del siglo XXI.

Para tener posibilidades de no superar los 1,5° C, la humanidad no debería emitir más de 400.00 millones de toneladas de CO2, según las recientes conclusiones del IPCC. De acuerdo con las emisiones actuales, el «presupuesto carbono» corre el riesgo de utilizarse en apenas una década.

Pero esas emisiones aceptables de carbono «no toman totalmente en cuenta» las posibles e imprevisibles liberaciones «repentinas» de gases de efecto invernadero emitidas por fuentes naturales en el Ártico, advierte un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

«Es importante comprender los impactos secundarios y terciarios de estos cambios terrestres a gran escala, como el deshielo del permafrost. Si bien se han capturado algunos de los peligros asociados con el deshielo de hasta un millón de años de material, estamos muy lejos de poder modelar y predecir exactamente cuándo y dónde sucederán. Esta investigación es fundamental», señala Kimberley Miner, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA.

Modificar nuestro modo de vida para que caigan las emisiones «será el inicio de un proceso de adaptación a un clima que va a volverse más cálido durante mucho tiempo», concluye el investigador Keith Larson.