Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / redactor de opinión, especializado en economía

Boeing como síntoma: Saturno devora a sus hijos

El último accidente de un avión de Boeing ha revelado que la presión de los fondos de capital por ahorrar costos y aumentar los beneficios está provocando el deterioro de los procesos de fabricación y de calidad. Una espiral destructiva que está devorando ya hasta a los propios directivos.

El hueco que dejó la puerta de emergencia que salió disparada en el Boeing 737 Max
El hueco que dejó la puerta de emergencia que salió disparada en el Boeing 737 Max (Patrick T. FALLON | AFP)

El cinco de enero una escotilla de un Boeing 737 MAX salió disparada a 4.800 metros de altura dando un susto de muerte a los 171 pasajeros del vuelo de Alaska Airlines. El aparato aterrizó sin mayores problemas, pero tras el incidente las autoridades decidieron detener todos los aviones de ese tipo e inspeccionar las fábricas de Boeing.

Por el momento no hay conclusiones oficiales sobre lo ocurrido, pero la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) adelantó la pasada semana que todo indica que a la puerta en cuestión le faltaban cuatro pernos clave. El informe plantea asimismo serias dudas sobre los procesos de inspección de calidad en Boeing.

La semilla de esta situación parece que se sembró hace tiempo, pero los dos accidentes del MAX en 2018 y 2019 en Indonesia y Etiopía que costaron la vida a 346 personas aceleraron su germinación. La competencia y los largos periodos de fabricación llevaron a que los constructores de aviones trataran de imitar el modelo de cadena de suministros de la industria automovilística: piezas más baratas a cambio de mayores volúmenes.

El otro aspecto que cambió fue el de la velocidad de fabricación. Para acelerarla, Boeing decidió reducir las inspecciones humanas. Ed Pierson, un ex alto directivo de Boeing, denunció que la empresa comenzó a reducir las inspecciones de calidad durante los últimos años que trabajó allí.

En 2019, durante una visita de Reuters a una planta de Boeing que fabricaba 787 en Carolina del Sur, Boeing mostró a los periodistas sus llaves «inteligentes» que indicaban a los operarios si estaba aplicando el par correcto y explicó que con ellas podría «eliminar de forma segura algunos controles secundarios».

La razón de estos cambios está la presión de la competencia, pero también la de los accionistas por incrementar los beneficios. Entre los principales de Boeing destacan, por ejemplo, la mayor empresa de fondos de inversión, Vanguard Group Inc., una de las mayores empresas de gestión de activos BlackRock, y la compañía de fondos de pensiones y seguros Newport Trust Co.

Y en esa carrera por producir más rápido y reducir costes, empeoraron la calidad del producto. Por mucha llave «inteligente» que pongan, el factor humano sigue siendo imprescindible. Así lo señala el profesor de la escuela de negocios McGill Executive Institute de Montreal, Louis Gialloreto: «si estoy sentado remachando algo en un avión o atornillando algo, tiene que haber al menos una persona siguiéndome para inspeccionar mi trabajo».

Y en esta transformación de Boeing para hacerla más rentable ha desempeñado un papel clave el director ejecutivo, Dave Calhoun, que cuando en octubre del año pasado le preguntaron cuando podría aumentar la producción dijo que pronto volverían a fabricar 38 aviones mensuales –lejos de los 57 que fabricaba antes del accidente de 2019 en Etiopía– y que a partir de ahí «irían lo más rápido posible».

El papel de los directivos

La presión de los grandes fondos de capital por aumentar los beneficios empuja a situar en los puestos ejecutivos de las grandes corporaciones cada vez más a especialistas en finanzas, como Dave Calhoun, el CEO de Boeing. Al apartar a los ingenieros que dominan el proceso productivo y comprendan las limitaciones físicas y organizativas que impiden que se pueda ahorrar en determinadas secciones o actividades, dejan el camino libre para todo tipo de experimentos, que no suelen acabar bien.

Para Boeing, esa carrera por aumentar los beneficios se ha convertido en una pérdida de calidad y de reputación que tendrá complicado recuperar. Para otras, como Cisco Systems, supuso que perdiera el tren de la innovación.

Los CEO tampoco duran

El dictado de los fondos de capital no solo se nota en las decisiones estratégicas y organizativas, en los recortes y las relaciones con los proveedores. También afectan directamente a los directores ejecutivos que cada vez duran menos en sus puestos.

La empresa cazatalentos Heidrick & Struggles lleva años siguiendo los nombramientos de las 1.200 mayores multinacionales. Según sus datos, si en 2014 hubo 33 nombramientos de consejeros delegados, solo durante el primer semestre de 2023 hubo 96. Otros estudios cifran en 178 los consejeros delegados cesados en empresas cotizadas mundiales en todo 2023, una cifra coherente con la anterior.

Las firmas de consultoría achacan el cambio a que los ciclos de negocio se han acelerado, pasando de los 9,3 años de 2017 a apenas 7,2 en 2020 y que la sustitución de líderes tiene que ver sobre todo con esos cambios de ciclo. En esto quizás habría que darle la razón a Marx cuando señaló que el capital no solo explota a los trabajadores, sino que también aplasta a los capitalistas. Para mantener la tasa de ganancia ya no solo devora a los trabajadores, también a los directivos y acaba destruyendo la calidad y seguridad de los productos.