El estrecho de Ormuz, ¿arma definitiva en manos de Irán?
Desde el inicio de la agresión israelí contra Irán, los mercados petroleros tiemblan ante la posibilidad de un cierre del estrecho de Ormuz. Este cuello de botella estratégico para el suministro mundial de crudo y gas es una de las palancas de presión más poderosas de las que dispone Teherán.
Apenas los primeros ataques israelíes sacudieron Teherán en la noche del 12 al 13 de junio, varias personalidades iraníes reclamaban ya el cierre del estrecho de Ormuz. Así lo hizo, entre otros, el diputado conservador Sardar Esmail Kowsari, quien aseguró que este proyecto está «en estudio». Pero también su homólogo religioso Hamid Rasaee, quien exigió en plena sesión parlamentaria «restringir el tráfico marítimo de Ormuz» sin más demora.
La amenaza no es nueva y Teherán la esgrime cada vez que hay convulsiones en Oriente Medio. Pero esta vez el contexto ha cambiado: la guerra total, temida durante mucho tiempo entre un Israel ebrio de impunidad e Irán, se ha convertido en una realidad. Y con ella, el espectro de una conflagración económica mundial.
UN TERCIO DE LA PRODUCCIÓN MUNDIAL DE PETRÓLEO
Para comprender la importancia estratégica del estrecho de Ormuz, hay que fijarse en la geografía del golfo Pérsico: desde la década de 1950, sus aguas y subsuelo -desde Arabia Saudí hasta Irán, pasando por Kuwait, Qatar o los Emiratos Árabes Unidos- abastecen al planeta de combustibles fósiles.
La región, auténtico depósito de hidrocarburos, proporciona casi un tercio de la producción mundial de petróleo y alrededor del 17% del gas natural que se consume en el mundo, una dependencia que se ha reforzado desde la imposición de sanciones a Rusia. Para transportarlo, solo hay un paso: un estrecho marítimo de apenas 40 kilómetros entre Omán e Irán.
Cada día transitan por el estrecho entre 16 y 18 millones de barriles de crudo, lo que representa aproximadamente el 20% del consumo mundial. Los expertos coinciden en que su cierre, aunque sea temporal, provocaría un aumento inmediato de los precios y una crisis logística mundial.
En 2020, tras el ataque mortal contra el comandante de la Fuerza al-Quds de los Guardianes de la Revolución, Ghassem Soleimani, un analista de la CIA, citando un informe desclasificado de 1979, advirtió de que el estrecho de Ormuz «es la yugular del mercado mundial del petróleo». Una forma de recordar que este corredor marítimo no es solo uno de los puntos calientes de la crisis actual, sino una palanca estratégica cuyas dinámicas y fricciones se remontan a cuatro décadas atrás.
IRÁN, ANTE LA TENTACIÓN DEL BLOQUEO
Rastreado por la Quinta Flota de EEUU, buques de la Royal Navy británica, fragatas francesas y, más discretamente, por buques chinos en patrulla o escala -Pekín quiere asegurar su suministro energético-, Ormuz se ha convertido en un teatro naval a cielo abierto. Enfrente, los Guardianes de la Revolución multiplican las maniobras, los vuelos de drones y las interferencias electrónicas. Con una flota rápida y capaz de abordar cualquier buque, Teherán tiene, a pesar de todo, más control que nunca sobre este corredor marítimo.
Si bien desde la guerra entre Irán e Irak en la década de 1980, Irán ha amenazado regularmente con bloquear Ormuz, nunca lo ha hecho, dada su dependencia económica. Desde el 7 de octubre de 2023, y en un contexto tenso en Oriente Próximo, a falta de materializar su amenaza, está jugando al gato y al ratón. En abril, un buque vinculado a Israel, el MSC Aries, fue interceptado por fuerzas especiales iraníes, sus marineros retenidos durante semanas y el barco sigue en manos iraníes.
Armadores han informado en los últimos días de interferencias masivas en sus instrumentos de navegación, hasta el punto de que el 17 de junio dos barcos colisionaron en la zona, ambos alegando interferencias electrónicas que, según fuentes militares, estarían aumentando la presión sobre el tráfico marítimo sin llegar a provocar una escalada abierta.
EEUU, a través de Donald Trump, advierte de que un bloqueo del estrecho «podría desencadenar una guerra mucho más amplia». Mientras el Pentágono refuerza su presencia en la región, ¿se arriesgará Irán a llevar a cabo una operación de este tipo? Por el momento, Irán parece bailar entre dos fuegos: si bien es cierto que al bloquear Ormuz provocaría en pocas horas un cataclismo económico mundial, también es poco probable que tal desestabilización devolviera a Trump a la mesa de negociaciones. El impredecible presidente podría, por el contrario, implicarse en una guerra total. Más que nunca, todos los escenarios están abiertos.