Mikel ZUBIMENDI
Entrevista
Miguel ROLDÁN
Bombero

«La solución debe venir de abajo, del pueblo, no poniendo a cuatro ONG en el Mediterráneo»

El sevillano Miguel Roldán es un bombero de vocación para quien el rescate de las personas siempre ha dado sentido a su vida y a su trabajo. En 2017 se alistó voluntario en el barco Iuventa, de la ONG alemana Jugend Rettet, que partió en 2017 de La Valeta (Malta) hasta las 17 millas náuticas de las costas libias, concretamente en frente de Trípoli. Su objetivo era rescatar personas migrantes que se lanzaban desesperadas a cruzar la última frontera para llegar a Europa.

El bombero sevillano Miguel Roldán. (Jagoba MANTEROLA / FOKU)
El bombero sevillano Miguel Roldán. (Jagoba MANTEROLA / FOKU)

Fijaron su campo de trabajo en una franja de mar de 20 kilómetros frente a la capital libia, Trípoli, siempre respetando las 17 millas que separan las aguas territoriales y las internacionales. Rastreaban sin cesar en busca de embarcaciones de una precariedad absoluta, masificadas, «había algunas –recuerda el bombero sevillano Miguel Roldán– que solo podían llevar 40 personas como máximo y nos encontrábamos a 300 a bordo, totalmente exhaustas después de haber cruzado hasta diez fronteras en un viaje que podía durar meses, incluso años».

«Si teníamos la suerte de rescatarlos en esa franja, era su salvación. Si no, se los tragaba el Mediterráneo. Hay que tener en cuenta que la zona más cercana entre Libia y Europa es la islita de Lampedusa, que está a 250 kilómetros de distancia. El continente está a más de 600 kilómetros, una distancia que es imposible de recorrer con ese tipo de embarcaciones», asegura Roldán, que ayer participó en Ficoba en el arranque de la cumbre contra el G7 que se prolongará hasta mañana.

Vivimos tiempos de criminalización de la solidaridad con las personas migrantes y refugiadas, de amenazas y de incautaciones de barcos de rescate, tiempos en los que hasta ofrecer té y galletas a un inmigrante irregular ha sido motivo de enjuiciamiento criminal y en los que se repite continuamente el mantra de que estas operaciones de rescate no cumplen de manera precisa y expresa la legislación marítima internacional y que las ONG hacen, por así decirlo, lo que se les antoja.

A Roldán le suena esa cantinela: «Siempre vienen con esas. Pero nosotros respetamos todas las directrices que nos dieron desde el Centro de Control y Coordinación Marítimo de Roma, hasta tal punto que dejamos morir a gente porque no estaba en aguas internacionales y no nos daban permiso para acceder».

«Rescatar es lo más grande»

«Es la pera, sabes que a dos kilómetros a estribor hay una embarcación que si no vas a por ella y nadie se hace cargo se la traga el Mediterráneo», asegura.

Recuerda una operación de rescate en la que participó. «Llegamos hasta el punto de que dimos un aviso de una embarcación que estaba literalmente hundiéndose y la gente se estaba ahogando, y no nos daban autorización porque no estaba en aguas internacionales. La gente se moría de aquí a esa puerta –señala con el dedo índice– y tuvimos que llamar a Roma, para que luego Roma llamara a Trípoli y después de veinte minutos de espera nos dieran luz verde. Pero en esas situaciones veinte minutos son una eternidad. Y de aquella embarcación de 300 personas solo rescatamos con vida a cien. ¡Murieron 200! Se dice pronto», denuncia.

Una vez de vuelta en Sevilla, Miguel Roldán fue detenido bajo la acusación de contrabando de personas. «La situación es rocambolesca. Fue un año después de que me fuera de allí, con una sensación de satisfacción grandísima, ya que dio la casualidad de que en los 22 días que estuve (de misión de rescate) fue cuando más personas cruzaron el Mediterráneo, 14.000 personas. Y por nuestro barco pasaron 5.000, que se dice pronto», relata Roldán.

«Y, aunque hayas visto la muerte de cerca, para un bombero vocacional como yo, rescatar a personas es lo más grande que se puede dar. Vi la muerte, vi la miseria, vi cosas supertrágicas, pero el haber salvado a tanta gente directamente, eso te pone por las nubes», expresa con satisfacción.

Pero un año después, a finales de junio de 2018 le llegó una notificación de la Policía española en la que le informaban de que estaba bajo investigación por «cooperación con el tráfico de personas». Y ahí es donde empezó la otra lucha de este bombero sevillano, hacer frente a un proceso judicial en el que hay diez personas imputadas, siete alemanes, una escocesa, un portugués y un sevillano.

Con emoción en los ojos, desnuda sus sentimientos: «Yo siempre digo que si eres una persona vocacional, ir al Mediterráneo es jugar en la Champions League. Lo que yo he vivido durante 22 días allí no lo voy a vivir en 35 años de profesión. Vives tantas experiencias al límite… Lo que yo buscaba cuando oposité para bombero, me lo he encontrado allí, mi vida laboral de 35 años de bombero la he condensado en 22 días. Eso es muy grande, porque te pones a prueba, si estás tú ahí sacas a 20 personas del mar, 20 personas… se dice fácil».

«Luchamos por otros»

Habla claro cuando se refiera a la criminalización de la solidaridad y el rescate de personas migrantes y refugiadas: «Si te soy sincero, a mí la criminalización del europeo me parece de risa, tanto mi grupo, como Carola Rackete, como la gente de Proactiva Open Arms que también ha tenido problemas me parece de risa. Nosotros somos unos privilegiados, estamos cubiertos, no nos va a pasar nada y si nos pasa hay medios más que suficientes para que luchen por nosotros». Por eso, incide en que lo que hay que destacar es que «luchamos por otras personas, que no tienen voz ni voto, que son las que cruzan por el Mediterráneo. De esas nos tenemos que preocupar, de las que cruzan, de las que se quedan en el camino o esclavizadas en Libia, esas son las pobrecitas, yo no, nosotros no».

Y rechaza que sus palabras sean «demagogia» o que él pretende «ser un mártir». «Es la pura realidad. Y el que vaya de protagonista en esta historia no sabe de qué va esto. Porque, al final, esas personas dejan de tener valor como seres humanos, son cifras, son objetos. Tú dices que ‘hoy han muerto cien personas en el Mediterráneo’ y da igual; si le pones el mil detrás y dicen que ‘han muerto 100.000 personas’ sigue dando igual. Pero si dices que aquí, en el País Vasco o en Madrid o en Andalucía, ha muerto una persona, se arma la de diós».

Además, criminalizar la solidaridad con las personas migrantes da votos. Y parece que las cosas van a a peor: «Me da mucho miedo. El auge de la extrema derecha en Andalucía, por ejemplo, me produce una enorme tristeza. Este es un tema de moralidad y no ideológico. O eso quiero pensar. Los que odian a las personas que cruzan el Mediterráneo no saben de qué hablan, no lo conocen. Les doy ese crédito porque creo en las buenas personas. Ahora, si se vinieran a los barcos y vieran aquello, seguro que no dirían lo mismo, pero si siguieran diciéndolo, serían mala gente».

«Muy egoísta»

Miguel Roldán confía en la ciudadanía para solucionar esta tragedia humanitaria para la que Europa es incapaz de encontrar una salida. «Tiene que venir desde abajo, tiene que ser el pueblo el que se mueva. Mientras no se mueva el pueblo, no hay nada que hacer. No es cuestión de que cuatro ONG vayan al Mediterráneo; si no es el pueblo, mal andamos. Porque esta situación se puede revertir y los que hoy estamos bien, mañana podemos estar mal, es una situación que va y viene. Hace 60 años éramos los andaluces los que emigrábamos y demandábamos esa ayuda. La situación se puede volver a cambiar. ¡Coño! Si a ti te han ayudado, lo mínimo es que tú ayudes. Vivimos en una sociedad muy egoísta».

Y un tanto encendido, concluye: «¡Chiquillo, es que estamos hablando de personas a las que no les damos la oportunidad de vivir! Huyen de guerras infernales, de hambrunas terribles, salen para sobrevivir y si ante eso no nos echamos a la calle y no les damos esa oportunidad, y no dejamos de explotar a sus países, que son riquísimos en recursos naturales, pues ya me dirás».