Eguzki Agirrezabalaga

Tras las huellas del entrañable Urola

El tren Urola comunicó durante años Zumarraga y Zumaia. Hoy parte de aquel original trazado es punto de encuentro de paseantes, ciclistas e incluso patinadores que salvan la agreste orografía del valle del Urola a través de decenas de puentes, acueductos y túneles.

El Urola dejó de funcionar en 1988.
El Urola dejó de funcionar en 1988.

La vía verde del Urola recorre veintidós kilómetros del trazado original del antiguo ferrocarril que comunicaba Zumarraga con Zumaia. Eran 36 kilómetros de vías férreas que discurrían casi paralelas al río del mismo nombre. El tren se inauguró en 1926 y realizó su último viaje el 2 de febrero de 1988. Hoy, una vez acondicionado como zona de ocio, se ha convertido en agradable y concurrido lugar de encuentro de quienes quieren disfrutar por un rato de la naturaleza.

La ruta, que en gran parte discurre paralelo al río Urola y que en varias ocasiones serpentea y cambia de orilla a través de puentes originales remodelados –concretamente, 39–, arranca en Azpeitia y culmina en Legazpi. La antigua vía férrea, además, está salpicada de lugares curiosos e interesantes que invitan a hacer un receso en el camino.

Entre ellos, destacan el Museo Vasco del Ferrocarril, el Santuario de Loiola –llamativo edificio que alberga en su interior la casa-torre donde nació San Ignacio de Loiola– y la ermita de Santa María, en Zumarraga, más conocida como La Antigua y única por su cubierta y cercha realizadas enteramente con madera de roble.

El Museo del Ferrocarril

El Museo del Ferrocarril, ubicado en la antigua estación del Urola de Azpeitia, no está incluida en la ruta, pero, sin duda, merece una visita. Alberga todo tipo de objetos relacionados con la historia ferroviaria de Euskal Herria –relojería, uniformes, dispensadores de billetes... e incluso locomotoras de vapor, tranvías, trolebuses, automotores y vagones–, pero, quizás, su mayor atractivo sea la posibilidad que ofrece de realizar un viaje de cinco kilómetros entre las estaciones de Azpeitia y Lasao en un auténtico tren de vapor, sobre todo, en la antigua locomotora Aurrera.

Meterse en uno de sus vagones antes de que suene el silbato de salida y acomodarse en sus asientos de tablones de madera mientras se atiende a las explicaciones del uniformado pica-pica es como viajar en el tiempo y sentirse por un día protagonista de una película del Oeste.

Loiola y La Antigua

Una vez iniciado el recorrido de la Vía Verde, el sendero que discurre por las antiguas vías ferroviarias se dirige hacia Loiola, primero, y hacia Azkoitia después, hasta la antigua estación de la localidad, habilitada actualmente como biblioteca. Y, a medida que avanza la ruta hacia las localidades del Urola Medio y el Alto Urola, se suceden viaductos, puente, túneles –19, en total– y antiguas estaciones, además de varias áreas recreativas –entre ellas, la conocida como 
Mesa de Aginaga–.

El paisaje también va cambiando: montes y valles verdes, naves industriales, plantaciones frutales, huertas, restos de ferrerías, molinos... e incluso, al final del recorrido, sale al paso el antiguo trazado de vía férrea que utilizaba la gran fábrica siderometalúrgica Patricio Etxeberria para transportar sus mercancías. En realidad, el Urola terminaba su periplo en Zumarraga, pero la Vía Verde del Urola se prolonga hasta Legazpi.

Entre valles verdes y zonas industriales

Evidentemente, el último tramo del trayecto es el de aspecto más industrial. En realidad, el Urola se construyó para comunicar Zumarraga con Zumaia, puerto costero donde los viejos vagones enlazaban con la línea de vía estrecha de los Ferrocarriles Vascongados Bilba-Donostia.

Zumarraga era entonces un enclave industrial con un nudo ferroviario importante al coincidir, en la llamada plaza de las estaciones de la localidad, tres líneas de gran relevancia: el ferrocarril del Norte, que unía Madrid con París, por Irun; la línea de vía estrecha de los Ferrocarriles Vascongados que enlazaba con Bergara y, de allí, con Gasteiz y Eibar; y el Urola, que enlazaba con Zumaia.

De todos modos, la vía férrea que durante 62 años comunicó el interior con la costa de manera directa siempre tuvo vocación de tren de viajeros. Eso sí, la agreste topografía de la geografía que atravesaba fue la que, en buena medida, propició el crecimiento de una red que se adhería al terreno y se acercaba, despacito pero seguro, a pueblos y fábricas.

Casi 33 años han pasado ya desde que el viejo Urola dejó de traquetear entre Zumaia y Zumarraga, pero sus huellas ahí han quedado.