Iñaki Zaratiegi
CRóNICA MUSICAL

De Arizona a Etiopía, pasando por Michigan

Mulatu Asatke, el «padre del ethio jazz», en Donostia.
Mulatu Asatke, el «padre del ethio jazz», en Donostia. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

No son de California ni de México sino de Tuscon Arizona, a tiro de piedra de los desiertos por los que transita la emigración ilegal sureña a los Estados Unidos. Pero el vocalista y guitarra Joey Burns y el batería John Convertino parecen amar por igual el folclore charro y el pop-rock de Los Ángeles o San Francisco. De ahí lo de su nombre Calexico, tomado de la villa fronteriza «donde termina California y empieza México».

El grupo, que ha colaborado, por ejemplo, con Amparo Sánchez, Depedro o Lila Downs, y por supuesto con el mariachi Luz de Luna, ha despido siempre un impoluto country-rock, abierto de par en par a todos los vientos y cada vez más latinizado.

En su tercera actuación donostiarra (estuvieron en 2009 y 2012 en el Victoria Eugenia), la pareja matriz del combo se arropó de nuevo con el germano Martin Wenk y el latino Jacob Valenzuela, a las trompetas charras (más guitarra, marimba, acordeón…), y el teclista (más también acordeón, mandolina…) Sergio Mendoza. Eran nuevos en la banda el bajista-contrabajista Scott Colberg y el guitarra Brian Lopez.

El recital volvió a ser una fiesta original, natural y exuberante en su filosofía sonora. Sigue sin haber protagonismos mayores y fueron constantes los coros colectivos y el intercambio de instrumentos en el ala derecha del set. No despiden sin embargo un aire de desenfado rockero y mucho menos de divertimento superficial porque cuando baja el fiestón latinoide la voz de Burns sigue siendo melancólica, sale del sentimiento, y hay en el sonido y en los mensajes un realista reflejo de las tristezas y desgracias de la vida misma.

Los ex Spoke y Giant Sand acumulan una decena de grabaciones de estudio y este año proponen la novedad ‘El Mirador’, con cuyo título arrancaron sesión en un insinuante estilo cumbero que fue aún más evidente en la juerga posterior ‘Cumbia del polvo’. Hubo más novedades (‘Harness The Wind’, ‘Then You Might See’, ‘Rancho azul’, ‘Caldera’) y muchos momentos estelares como el esperado instrumental ‘Minas de cobre’ o la revisión del glorioso ‘Alone Again Or’ de los hippies Love. Burns alabó el jazz, el txakoli y que seamos más «open minds» en la vida y el Kursaal pareció una entusiasta verbena en los ritmos finales de ‘El Burro Song’ o ‘Güero Canela’.

Mestizaje jazzy

Pero el protagonista mayor del día era el vibrafonista etíope Mulatu Astatke, «padre del ethio jazz» o jazz etíope que recibió el Premio Jazzaldia 2022 en el mega escenario de la playa de la Zurriola . El respetado músico, que este invierno cumplirá 79 años, llegó con un apoyo de colegas bastante más jóvenes, pero sobradamente expertos. James Arben al saxo y flauta, Byron Wallen en la trompeta, el chelo de Danny Keane, Ben Brown en la batería, John Edwards al contrabajo y el percusionista Richard Olatunde Baker. Más un teclista que no estaba en la lista.

No se trajo el maestro su vibráfono y trabajó a los timbales o bongos con unas baquetas cortas y finas, tirando a ratos de teclado. Sin apenas ejercer de líder, casi sin dar indicaciones a sus músicos, dejando suelto y libre al grupo que voló hermoso, muy concentrado y enérgico. Festivo, fecundo en la labor colectiva y en numerosos solos, incluidos trances de atención y disfrute, en títulos como ‘Tsome digua’, ‘Dewell’, ‘The Sweet Chicchica’, ‘Moterhland’, los latinismos de ‘Way Tooo Nice’, ‘Yegalle Tizetta’ y sus ecos funk o ‘Yekatit’.

El ambiente se había metamorfoseado absolutamente respecto al de 24 horas antes con el mega pop de Simple Minds. La asistencia era sensiblemente inferior y abundaban las gentes más desenfadas y coloristas. Un público que siguió divertido la muy original sesión de unas músicas que siguen rompiendo esquemas y abriendo barreras sonoras como lo hicieron en su nacimiento como brillante expresión de mestizaje, antes incluso de que esa etiqueta se usara masivamente. Gracias al maestro Mulatu por aportar al mundo un legado de pluralidad cultural.

Soul del 2000

La traca final playera, a medianoche, la ofrecieron el cantante norteamericano Curtis Harding y su cuarteto de apoyo: Michael Villiers (batería), Aaron Stern (bajo), Jeremy Gill (teclados, saxo) y Tyler Morris a la guitarra. El vocalista y compositor de Michigan posee una sólida base en el ejercicio de la música góspel, un alto amor por lo soul y un gusto actualizado hacía las nuevas corrientes de la música negra. Ha autoetiquetado su estilo como «slop ‘n’ soul», algo así como soul del deshecho, parece que referido a lo sureño.

Harding desplegó una sofisticada habilidad escénica, seguro de si mismo como artista autónomo tras años de trabajo para otros. Músicas elegantemente contemporáneas elegidas de sus tres discos autónomos. ‘Hopeful’ reza uno de sus títulos más conocidos. Y ‘Face Your Fear’ o ‘Keep on Shining’ son otras de sus canciones destacadas. Mensajes de auto estima y esperanza para un personal creador que parece enfocar seguro la vía hacia la madurez.

Durante la jornada de ese segundo día festivalero se escuchó también el segundo recital del pianista Vadim Neselovskyi en San Telmo y arrancaron el programa ‘Jazz español JazzEñe’ en el teatro Victoria Eugenia, la propuesta familiar Txikijazz, los conciertos de las terrazas del Kursaal y de otros escenarios.

Hoy viernes se recibe al serio vocalista Gregory Porter en el Kursaal. Se abre la plaza Trinidad, con big band local a cargo de la japonesa Miho Hazama, con la pianista también nipona Hiromi en la segunda parte. Habrá pop juvenil con The Excitements y Carolina Durante en la playa de Gros y el resto de programación se desparramará por una Donostia festivamente estival.