Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Gog, Magog y la verdadera identidad de los gigantes de Iruñea

La procesión son su santo, con los dantzaris, con la corporación en traje de gala, con la Pamplonesa y con los diversos grupitos de católicos cada uno con su estandarte raído se ha enseñoreado de Alde Zaharra. Los protagonistas, como siempre, han sido ocho gigantes tan populares como misteriosos. 

Rey africano, a quien Premín puso el nombre de Selim-pia El Calazao.
Rey africano, a quien Premín puso el nombre de Selim-pia El Calazao. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

Ocho son los gigantes de Iruñea. Dos por cada continente y se queda fuera Oceanía, por un motivo que luego revelaré. A fin de cuentas, a Oceanía se la considera como el quinto continente desde 1812 y los gigantes que se han paseado en la procesión se terminaron en 1860.

El caso es que, en la última década, las ocho figuras han cobrado una enorme popularidad, quizás por la caída en desgracia de los otros dos iconos sanfermineros: el toro, por el maltrato animal, y el santo, por religioso.

También influyó en la popularidad gigantil el 150 aniversario de su construcción, a partir de la cual comenzaron a proliferar gigantes de goma, muñecos de peluche, globos de helio... Se han escrito decenas de cuentos sobre ellos, inspiran fichas de entretenimiento veraniego para pequeños con páginas recortables, laberintos y todo eso.

Este boom ha consolidado un nombre para para cada gigante: Joshemiguelerico y Joshepamunda, Sidi abd El Mohame y Esther Arata, Selim-pia El Calzao y Larancha-la, y Braulia y Toko-Toko. Sin embargo, salvo en algún caso concreto, es raro que los miembros de la Comparsa se refieran a sus gigantes con esta denominación.

Los gigantes, bailando por Curia. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

Los dos primeros son el rey y la reina europeos, los segundos los asiáticos, los terceros los africanos y los dos negros, los monarcas americanos. ¿De dónde vienen, entonces, estos nombres y apellidos?

Estos nombres no son demasiado antiguos ni su origen popular. Los bautizó Ignacio Baleztena, conocido por el sobrenombre de Premín de Iruñea, a quien le fascinaban estas figuras y les dedicó un librillo en 1933 con algunas viñetas de cómic y tono humorístico. Es bastante gracioso, la verdad.

Baleztena fue todo un personaje, un recuperador fundamental del folclore vasco e investigador de la historia de la ciudad. Fue un tipo prolífico en escritos e iniciativas. Fundó la peña Muthiko Alaiak y el grupo de danzas Municipal, cuyo heredero se reivindica el actual Duguna.

Pero llegó el golpe de Estado de 1936 y estuvo en el bando genocida. Hay quien defiende que, aun así, era un buen tipo. Que ayudó en lo que pudo a ciertas figuras salvándolas de las represalias. Lo innegable es que Premín tuvo influencia sobrada sobre los dirigentes de aquella carnicería. Su hermano Joaquín era el mandamás de los carlistas en Nafarroa y presidente de la Junta de Guerra, responsable de brutales matanzas.

También Joaquín era de tendencia vasquista antes de la guerra. Pero los hechos, hechos son. Y más de 3.500 personas acabaron en las cunetas.

En resumen, que los nombres de los gigantes no son sino humoradas de Premín. Y que, una vez lavada la sangre que le salpica (y la que no) y loados sus esfuerzos por el mantenimiento de la cultura popular, no dejan de ser ocurrencias de un señorito bien.

Así, Joshepamunda y Joshemiguelerico deben sus nombres, al parecer, a unos gigantes a escala que Baleztena hizo para sus hijos. Puede plantearse, por otra parte, que los nombres se pusieron con una cierta dosis de humor blanco, agradecidamente simplón, por lo que han envejecido lo suficientemente bien como para seguir usándose.

Algunos de los nombres más usados para referirse a los gigantes no han envejecido bien, como Selim-pia el Calzao.

Aunque Selim-pia el Calzao quizás no tenga ya un pase. Y Sidi (señor, en árabe) abd (hijo) el Mohamé (variante de Mahoma)... quizás tampoco. Lo de Toko-Toko le deja a uno ciertas dudas.

Porque Toko-Toko y Braulia protagonizaron una gran gesta antirracista en Nueva York. El 10 de octubre de 1965, los ocho gigantes, dantzaris y gaiteros de la ciudad volaron rumbo a América para un desfile por la Quinta Avenida. Los «disturbios raciales» impidieron la participación de las dos figuras negras.

Menos fieros que los anteriores

Los rostros de las figuras, como tales, son muy dulces, como pensados para niños. O cuanto menos aparenta que Tadeo Amorena, el agote que las construyó tomando como referencia unos gigantes anteriores muy deteriorados, borró algunos de sus rasgos más peyorativos y amenazadores.

De esos gigantes anteriores queda una descripción somera que dejó escrita un visitante inglés al que le parecieron aterradores. «El rey y la reina de los moros, con sus caras negras, largas narices y labios gruesos; un turco y una turca, que llevan turbantes en la cabeza y faja verde, y cuyas narices daba a su fisionomía un aspecto muy irascible. Los otros dos se asemejan a Gog y Magog, tal como están representados en el Ayuntamiento de Londres».

Aquí, lo prometido: que sean una versión renovada de los ocho gigantes anteriores explica la ausencia de Oceanía.

Pero lo interesante de la cita es la alusión a Gog y Magog: son nombres terribles que aparecen en el Apocalipsis, pero que inducen a error, pues Gog y Magog son también dos gigantes de origen celta guardianes tradicionales de la ciudad de Londres.

Copias de estos gigantes, elaboradas en mimbre, participan cada año en la procesión del Lord Mayor. Lamentablemente, estos gigantes ardieron en el gran incendio de Londres y se volvieron a tallar en 1709 (a estas tallas hace referencia la cita).

Talla de los gigantes londinenses Gog y Magog al que alude el cronista inglés. (LONDON CITY HALL)

El paralelismo entre los gigantes Gog y Magog y los de Iruñea que participan de la procesión de San Fermín va un poquito más allá.

En el medievo era común que las ciudades sacaran a pasear gigantes junto al santo protector. Debido a que el fervor hacia estos gigantes opacaba al de los santos, en 1780, el rey español Carlos III prohibió estas figuras a causa de «la falta de decoro» y la «irreverencia».

De ahí que las ocho figuras (algunas del año 1600, otras posteriores) que había en Iruñea comenzaran a apolillarse. Por eso el Ayuntamiento ordenó rehacer otras, las actuales, en 1860.

Por lo demás, la procesión del 7 del 7 resulta tan larga y tediosa como siempre. Algunos aplausos al paso de la figura y con la Curia descafeinada.