Natxo Matxin
Redactor, con experiencia en información deportiva

Nuestros fotógrafos, esos ojos expertos que no pierden detalle de la fiesta

Los sanfermines concluyen hoy y, durante estos nueve días de desenfreno, hemos intentado reflejarlos en negro sobre blanco, y también en imágenes. De estas últimas se encargan nuestros compañeros gráficos, cuyo trabajo no conoce de horarios en estas fechas. Hablamos con ellos sobre su labor.

Iñigo Uriz, Aitor Karasatorre, Idoia Zabaleta y Jagoba Manterola, nuestros ojos en la fiesta.
Iñigo Uriz, Aitor Karasatorre, Idoia Zabaleta y Jagoba Manterola, nuestros ojos en la fiesta. (Iban AGUINAGA)

Fotografiar los sanfermines es, al mismo tiempo, un bonito reto y una ardua tarea. Bien lo saben nuestros fotógrafos, quienes deben quitarle muchas horas al sueño para estar al pie del cañón, en pos de esa imagen que refleje la vorágine festiva. Encierros, gigantes y cabezudos, ambiente callejero, música... las oportunidades son variopintas y el trabajo incansable.

En esta edición, Jagoba Manterola, Iñigo Uriz, Idoia Zabaleta, Andoni Canellada, Jon Urbe, Gorka Rubio, Jaizki Fontaneda y Aitor Karasatorre se han encargado de acercarnos de manera gráfica este acontecimiento de trascendencia mundial. Manejarse entre la multitud o soportar el intenso calor son las dificultades a las que hacen frente para cumplir con un cometido en el que la experiencia, sin duda, es un grado importante.

«Locuras sanas»

A Jagoba –les llamaremos por su nombre de pila, porque hay confianza– se le puede considerar el más experimentado en estas lides. No en vano, en 1993 ya activaba el obturador de su máquina a la búsqueda de esa instantánea sanferminera de la que quedarse satisfecho.

Expone que la evolución de la fiesta ha sido notable desde entonces. «Había más locuras sanas, como aquella en la que un visitante bailaba con un atún en la Plaza del Castillo, por ejemplo», recuerda.

Sí es cierto que gente habitualmente correcta en su día a día ofrece otra cara bien distinta durante estas fechas. «Los políticos suelen dar bastante juego en este sentido», indica.

Y la captura de imágenes en este ambiente de locura también genera debates deontológicos. Como la ocasión en la que captó una escena entre dos amantes semidesnudos. «Lo primero que pensé fue en borrarla, pero una compañera fotógrafa me dijo que eran unas tomas muy plásticas, sin maldad, y las difundimos. Nadie se quejó», rememora.

Igualmente hay momentos tensos. Fruto del cansancio acumulado con el paso de los días, un día Jagoba se quedó dormido en su puesto del encierro y la Policía Municipal casi lo echa confundiéndole con un borracho.

Mezcla de día y noche

También con experiencia desde el siglo pasado, Iñigo se considera «poco sanferminero», porque no lleva bien «las muchedumbres, el calor y madrugar tanto», aunque sí que hay algunos actos que le divierten, como es el caso del encierro de la villavesa, que se celebrará el martes.

A su juicio, el gran cambio que se ha producido en estos últimos años es la inmediatez informativa que ahora se exige, ya que anteriormente «no había tanta prisa», lo que facilitaba el trabajo.

Y a la hora de retratar la fiesta, le gusta «la plasticidad del antes y el después del chupinazo», junto a aquellas escenas «en las que se mezclan la gente que vive los sanfermines de día con los que lo hacen de noche. Ese contraste engancha».

Almuerzo relajado

Idoia, por su parte, tiene claro cuál es para ella el momentico. «Sin lugar a dudas, el almuerzo es un rato muy especial, el único de la jornada en el que te puedes relajar y contrastar opiniones y vivencias con tus compañeros. Muchas veces es la comida del día».

Los mismos cuatro de antes, pero de más lejos para que parezcan más guapos. (Iban AGUINAGA | FOKU)

Echa de menos que los sanfermines antes «eran más espontáneos» y ahora hay mucho más «postureo», con las redes sociales y móviles como principales protagonistas.

Y una anécdota para enmarcar. En su primer encierro, se tuvo que encarar con el mismísimo Jim Hollander cuando el famoso fotógrafo norteamericano quiso quitarle el sitio.

Cuatro controles

Ante la avalancha de trabajo que hay que afrontar, se refuerza la presencia de periodistas gráficos con otros compañeros habitualmente desplazados desde Gipuzkoa y Araba. Es el caso de Andoni Canellada, quien se acerca hasta Iruñea en estas fechas desde 2002.

Entre las estampas curiosas que recuerda, la de un veterano estadounidense corriendo el encierro, «rodeado de toda una serie de personas tipo armario que le protegían y a las que luego repartió un buen fajo de billetes».

Menos agradable fue la ocasión en la que, de regreso a casa, tuvo que pasar hasta por cuatro controles de alcoholemia. «Primero fueron los municipales a la salida del parking, luego los forales, más tarde guardias civiles y gendarmes en el peaje de Zuasti y, finalmente ertzainas, ya en Gipuzkoa», relata.

Buscando la imagen perdida

Años antes lleva haciendo similar trayecto Jon –desde 1996–, quien prefiere las «situaciones de calle» a las del encierro, donde «predomina la sangre, el dolor y la muerte». Y en su mente siempre ronda repetir una imagen que, por error, borró en su momento.

«Fue en los inicios de la fotografía digital, capturé una escena de una pareja besándose antes del encierro, con el amanecer y el Ayuntamiento al fondo, pero la borré al resetear la tarjeta. Sigo buscando volver a hacer esa foto, pero no lo he conseguido», admite.

Compara la experiencia de un fotógrafo en sanfermines «como la de un chaval que va a Disneyworld». «En las fiestas de otros pueblos de Euskal Herria también hay ambiente en las calles, pero no es lo mismo», admite.

Fauna diversa

Para Gorka, una de las cosas más peculiares es la fauna con la que coincides en sanfermines, especialmente en el balcón que Foku contrata para tomar imágenes del encierro. «Gracias a este trabajo te encuentras con gente interesante, de todo tipo y condición», comenta.

Destaca que la carrera entre Santo Domingo y la Plaza de Toros «da mucho juego», aunque «es muy descompensado por el tiempo ínfimo que supone el paso de los corredores para sacar petróleo a ese instante».

Una dificultad que, según su criterio, también se ha extendido a las tomas de ambiente. «Antes la gente se arremolinaba alrededor de la cámara para que le hicieses una foto. Ahora, en cambio, incluso recibes quejas cuando le apuntas con el objetivo», describe.

Toda una lotería

Jaizki no tiene tanto bagaje sanferminero –una década madrugando para salir de Gasteiz en dirección a la capital navarra–, aunque apunta que las fiestas iruindarras «son un perfecto caldo de cultivo para tomar imágenes».

En su opinión, el encierro es todo un desafío fotográfico. «Es un acto rapidísimo, facilitado por las actuales cámaras, pero en el que captar una escena importante informativamente hablando es toda una lotería», especifica.

Y resalta el aspecto olfativo de la carrera. «La primera vez que vine me sorprendió enormemente el olor que dejan los toros a su paso, corto y fuerte, era algo que no me esperaba», confiesa.

Postproducción

Aitor se encarga de reflejar las fiestas en formato vídeo desde hace unos cuatro años, un trabajo que supone una importante cuota de postproducción, «que suele alargarse durante dos o tres horas más».

Y abrirse paso entre la multitud de influencers, youtubers y demás especímenes vinculados a las redes sociales no resulta una tarea sencilla, «por la masificación existente».

Sumado al intenso calor que cada año se encuentra más presente –también aquí parece haber llegado el cambio climático–, lo que repercute en la tecnología. «Cada vez es más frecuente que la cámara me avise de sobrecalentamiento», se queja.

Ahora, casi concluido el torbellino festivo, regresarán a su labor cotidiana de inmortalizar ruedas de prensa, entrevistas, manifestaciones..., un trabajo quizás más llevadero, pero menos vistoso.

A la espera de que el calendario dé otra vuelta para afrontar una nueva edición sanferminera, ese cóctel de sensaciones contrapuestas que, se quiera o no, tanto engancha.