«Trato de habitar mi cuerpo y el espacio como nunca antes»
Flamenca desde la cuna, la almeriense Rocío Márquez acumula casi cuarenta años de entrega al género. Primero como cantaora y después como especialista académica en el propio cante. Clausura Flamenco on Fire, presentando en Iruñea su espectáculo jondo-electrónico ‘Tercer cielo’ con DJ Bronquio.

Es novedad en las ondas con su décimo disco ‘Himno vertical’, pero Rocío Márquez Márquez Limón (Huelva, 1985) sigue presentando su original espectáculo “Tercer cielo”, con el productor y DJ Bronquio, también andaluz. Protagonizan este domingo la clausura de la décimo segunda edición del festival Flamenco on Fire, en la sala Zentral de Iruñea, con esa particular propuesta que ya pasó en 2023 por el Jazzaldia donostiarra. Una tentadora entrega física y escénica en la encrucijada entre el antiguo arte jondo y los sonidos maquinales actuales.
En septiembre cumple 40 años. ¿Cuántos lleva cantando, 38? ¿Le enseñó el abuelo en su bar? Dicen que apuntaba en las servilletas de papel las letras que él le descubría.
No me recuerdo sin cantar. Así que me cuadra bastante la cuenta que hace. En casa, a pesar de no dedicarse nadie profesionalmente, siempre estuvieron presentes el folklore y el flamenco. Mi abuelo Pepe me contaba historias de los cantaores y aficionados que iban a su taberna y me decía letrillas que yo me apuntaba. Pero mis primeros fandangos los aprendí en casa con mi prima Nuria.
Aunque la taberna se llamaba La Madrileña, la única fémina que pisaba el local era la pequeña Rocío.
Afortunadamente ya no es así, pero en muchos ambientes las mujeres no éramos bien recibidas. No es casualidad que en 1982 se fundara la Peña Flamenca Femenina de Huelva para que las mujeres disfrutaran del flamenco sin discriminación de género.
Además de su prima, también cantaba muy bien su madre. ¿Aquello era a la vez familia y tablao?
Es hermoso cuando el cante es un componente más de la familia. Lo recibes de manera totalmente natural y orgánica. En la infancia todo es casa y juego, es con la profesionalización cuando entran en juego sistemas más complejos.
«Es hermoso cuando el cante es un componente más de la familia. Lo recibes de manera totalmente natural y orgánica. Todo es casa y juego»
Daba la murga a sus progenitores para que la presentaran a la tele y a los nueve años comenzó a tomar clases y se subió a un escenario. ¿Niña prodigio?
Es curioso porque sí reconozco un llamado muy temprano a cantar, incluso a hacerlo delante de un público. Encontré el apoyo de mi familia para formarme y desarrollarme y gracias a eso estoy aquí. El calificativo de niña prodigio me lleva al tema de los concursos de TV, donde tuve bastante experiencia. Me hace cuestionar cómo es de cuidadosa para la infancia tanta exposición en un contexto de adultos y competitividad.
Además de la genética familiar, ¿qué referentes tuvo en vivo o en disco?
En vivo, a cantaores de Huelva como Eduardo Hernández Garrocho, Manolo Málaga y Amparo Correa. En disco, soy una enamorada de Pastora, Lole y Manuel, Marchena, Rengel, Morente...
Con 23 años ganó el Festival Internacional Cante de las Minas. ¿Fue su top de aprendizaje y experiencia en concursos y certámenes?
Participar en concursos ha sido, efectivamente, una manera de interiorizar decenas de estilos. Esos certámenes premian mayor fidelidad a la melodía fijada en el canon. Fue una etapa importante para poder desapegarme y encontrar maneras de interpretar el repertorio más vivas, maleables y acordes a mi persona.
Y de flamenca a flamencóloga con la tesis universitaria ‘La técnica vocal en el flamenco’. ¿Llegó a investigar la influencia de la menstruación al afinar la voz?
La base de mi investigación está en explorar los diferentes resonadores que utilizamos los artistas flamencos. Encontraba mucha literatura romántica sobre lo que se creía que suponía ser el cante flamenco y menos investigación de campo. Afortunadamente, en la última década esto ha cambiado y hay todo un terreno por explorar. El tema de la menstruación me interesa en especial porque afecta directamente a la mitad de profesionales. Que no se haya estudiado más dice mucho de cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo y cuánto importa lo que nos ocurre a las mujeres. Si con esto, algunas compañeras cantaoras puedan tener una guía que les ayude a tener una carrera más cuidadosa consigo mismas en relación a las fases menstruales, mi objetivo estará cumplido.
«Mis inicios fueron ortodoxos: peñas, concursos, festivales. De manera intuitiva emergía una voz más disruptiva, explorar más allá del canon»
Debutó de modo ortodoxo con los discos ‘Aquí y ahora’ (2009) y ‘Claridad’ (2012). Y despeinó su desmelene estilístico en ‘El niño’ (2014) y ‘Firmamento’ (2017), con el productor Raúl Refree. ¿Esas experiencias de mezclas sellaron su empeño de ahondar en la unión flamenco-electrónica?
Mis inicios fueron ortodoxos: peñas, concursos, festivales. Y de manera intuitiva emergía una voz más disruptiva, de querer explorar más allá del canon, aunque lo amo y disfruto. “El niño” fue el punto de inflexión de mi carrera. Para parte de la crítica y público fue una decepción: ‘hemos perdido a una joven promesa’. Y a la vez fue la puerta para acceder a nuevos públicos del indie, jazz, clásica…, que se acercaron al flamenco a través de mi discografía. Mirando mi carrera desde hoy, puedo leerla como un viaje en búsqueda de la coherencia conmigo misma.
Un nuevo encuentro, con el productor Bronquio, fructificó en ‘Tercer cielo’. ¿Cómo ha enriquecido esta etapa la encrucijada de su genética flamenca con los sonidos maquinales?
Al pasar mi voz por el filtro de Bronquio he encontrado nuevas posibilidades sonoras en mi forma de cantar. Y esto ha abierto un camino de experimentación vocal que continúo en ‘Himno vertical’. También destaco el cuerpo, el movimiento y la performance. Trato de habitar mi cuerpo y el espacio como nunca antes.
¿Es un juego donde experimentar, perderse en libertad? ¿Cómo siente la relación entre el cuerpo humano, la máquina y la innovación escénica?
Nos gusta humanizar la máquina y automatizar el cuerpo. Bronquio improvisa, baila, suda manipulando la controladora. Yo entro en movimientos robóticos y coreografías repetitivas. Mi voz es tratada con una actitud de la música electrónica para difuminar ambos espacios. En ese espacio-entre hemos encontrado la razón de ser del proyecto.
No parece haber separación sonora, flamenco y electrónica se enredan de forma, digamos natural, e integran muchos palos jondos. ¿Se les ha resistido alguno?
El propio proceso de creación fue un juego, un ensayo, una exploración de lo posible. Sin la pretensión de hacer un disco o un proyecto escénico. Fue fundamental para darnos el permiso de integrar ambas músicas. Disfrutamos, por ejemplo, sampleando una frase de una fiesta por bulerías de la familia jerezana de los Zambos que encajaba con la intención del tema. No creo que se nos resistiera ningún tema. Hay palos que no están, pero porque el proyecto no lo pidió.
«En ‘Tercer cielo’, el propio proceso de creación fue un juego, un ensayo, una exploración de lo posible»
Tras casi un centenar de representaciones, ¿sigue gozando, entregándose, no se resiente de repetirlo? ¿Hasta cuándo lo ofrecerán?
Tenemos fechas hasta junio de 2026 y aún no le hemos puesto freno. La clave es mantener la frescura y una actitud abierta al juego. Hay proyectos que mueren pronto, pero ‘Tercer cielo’ sigue vivo, tenemos el proyecto integrado, sistematizado y asimilado. Por eso encontramos en cada función momentos de vacío, de improvisación, donde encontrar colores, texturas, armonías nuevas. Y nos vamos nutriendo de la propuesta para seguir defendiéndola con las mismas ganas.
¿Para atreverse a renovar en condiciones hay que haber mamado la tradición?
Me viene la pregunta de qué queremos renovar. El flamenco es un ecosistema especialmente completo y rico. Para renovar, si no hay un conocimiento profundo de base haremos modificaciones epidérmicas. Como cambiar un cajón por bases de sintetizadores. Eso me interesa menos.
¿Cómo ve el flamenco en esta época de nuevas tecnologías y globalismo total?
Como hijo de su tiempo, totalmente atravesado por esos procesos. Se nota en la discografía, los directos, la transmisión y aprendizaje. Solo en mi generación ya hemos visto un cambio tremendo. Antes tenías que ir a buscar a tal cantaora para aprender su fandango, hoy está todo en Youtube. Hemos ganado y perdido. Mantener la retórica de arte ‘puro’ o inamovible lo sitúa ajeno a los marcos sociales, económicos, culturales y políticos en los que se inserta. Es una idealización sin base de realidad.
La novedad ‘Himno vertical’, con el guitarra clásico Pedro Rojas, ¿es un relevo a la fiesta? ¿Menos electro rumba?
Entiendo la vida como un pulso constante entre expansión y contracción. El contacto y la retirada, tomar y soltar, ascenso y descenso. Después de ‘Tercer cielo’ y tras unas experiencias personales mías y de Pedro, el cuerpo nos pedía un proyecto donde la mirada está volcada hacia dentro. Y es desde ahí que el nuevo disco nos regala espacios de descubrimiento de nosotras mismas, que es lo mismo que intencionamos para nuestro público.

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