30 NOV. 2025 - 06:00h Entrevista Pepo Márquez Politólogo, músico y escritor «Detrás de cualquier lujo hay un crimen» Politólogo, músico y escritor, Pepo Márquez analiza en ‘Antineutral’, su último ensayo, la influencia que ha tenido en el tejido cultural la entrada de los grandes fondos de inversión en los festivales de música, representando la cara más agresiva de un modelo turbocapitalista que lo inunda todo. El músico y escritor Pepo Márquez, en Bilbo. (Aritz LOIOLA | FOKU) Sergio Iglesias En ‘Antineutral’, Pepo Márquez muestra cómo el posicionamiento global contra el genocidio en Gaza está influyendo en una mayor capacidad crítica del sector musical, que ya ha empezado a rebelarse contra los promotores cercanos a posiciones sionistas. En el libro constantemente habla del modelo actual como ‘turbocapitalismo’. ¿A qué se refiere exactamente con este término? Vivimos en una estructura turbocapitalista, que es el término que se utiliza académicamente para este estadio del capitalismo: uno en el que todo es interdependiente. En esta situación no hay un culpable único porque, si fuera tan fácil, cogeríamos al culpable y se acabó el problema. Pero la cuestión es que se dan una serie de circunstancias que tienes la obligación de entender, aunque no la de solucionar. Y por supuesto, tampoco la obligación de estar de acuerdo con lo que ocurre, ¿no? Entender no es estar de acuerdo. Por ejemplo, entiendo el trumpismo, sé cómo funciona y qué busca, es una cuestión económica y de sometimiento. Se repiten automatismos de otros momentos históricos con distintos decorados y protagonistas, pero la idea de fondo es la misma: supremacismo, colonialismo… y en el libro hablo del colonialismo cultural. Un contexto en el que la falta de organización dentro del sector permite violaciones constantes del sistema. Por ejemplo, en España, en los festivales, se paga en negro. Y lo sé porque a mí también me ha pasado, yo he cobrado en negro… pero ellos no pueden admitirlo porque sería reconocer una práctica ilegal en la que, por otro lado, yo también he caído. La diferencia es que yo no dependo de eso para sobrevivir, porque tengo mi trabajo, y por otra parte, he creado, desde los márgenes, una manera de trabajar en la música de una manera autosuficiente, con mis promotores, mis salas, y mi gente. «Que la clase media de la música haya desaparecido y que la gente tenga que pasar por el aro de una serie de mecanismos para poder subsistir, es un desastre» ¿Le permite esa estructura la posibilidad de seguir manteniendo la música como afición complementaria al trabajo del día a día? Es mucho más que una afición. Es mi forma de estar en el mundo. He vivido muchos momentos de frustración, porque mis padres nunca aceptaron del todo que me dedicara a esto, sobre todo al principio, cuando necesitas que los tuyos te reconozcan. Pero no puedo dejar de ser quien soy. Es una manera de articular el mundo, y siempre supe que no necesitaba pedir permiso para hacerlo y que, además, era una manera muy válida. En ese sentido, que la clase media de la música haya desaparecido y que la gente tenga que pasar por el aro de una serie de mecanismos para poder subsistir, es un desastre. Porque no pueden ser quienes son. ¿Se pierde toda la esencia de la música como arte? Es la superestructura funcionando a pleno rendimiento. En los festivales no te prohíben subir con una bandera palestina; al contrario, te animan, para demostrar que no tienen nada en contra. Pero luego van a seguir haciendo lo que quieren. Es lo mismo que ver a empresas como Repsol patrocinando este tipo de eventos hablando de ‘energía limpia’… es puro blanqueamiento. ¿Y el hecho de que ‘Antineutral’ lo publique Liburuak, parte del grupo Last Tour, no es también un blanqueamiento o, por lo menos, una contradicción? Claro. Pero es una contradicción consciente. Mi tradición no cree en la pureza; convivimos con las contradicciones. Yo también soy parte del problema, pero también víctima del sistema, y quiero formar parte de la solución. En ese sentido, el fin justifica los medios, y si Last Tour quiere capitalizarlo me parece bien, porque así el debate llega más lejos. Además, en el libro también se habla de la influencia del BBK Live en el proceso de gentrificación en Bilbao y no me han puesto ningún impedimento ni me han modificado ni una sola letra. (Aritz LOIOLA | FOKU) Es curioso que, aunque siempre ha habido críticas contra el modelo de este tipo de macroeventos, ha tenido que llegar un genocidio para que, tanto artistas como público, empiecen a reaccionar… El boicot artístico siempre ha existido y ha habido grupos como Fugazi que se negaban a tocar en festivales. Pero ahora, con la influencia de las redes sociales, mucha más gente se ha dado cuenta de quién financia todo esto. Pero es que, si un genocidio, además con Europa implicada y Estados Unidos financiándolo, no sirve para que cambien las cosas, ¿qué puede hacerlo? Yo soy socialista internacionalista, y esto lo siento como si se lo hicieran a los míos. No hay nada más grave que un genocidio. De todas formas, no me aprovecho del contexto, sino que me sirve para demostrar que todo está relacionado. Vivimos en un sistema criminal, solo que nosotros hemos tenido la suerte de nacer donde es menos criminal. Pero no nos equivoquemos, nuestro bienestar está basado en que otros mueran. Detrás de cualquier lujo hay un crimen. Y en esta situación, el enemigo no es la falta de interés, sino el cinismo, porque siempre habrá quien diga: ‘te quejas del cambio climático, pero bien que usas calefacción’… ¡Claro! pero es que la solución no es tan simple como apagar la calefacción, porque estamos atrapados en este sistema, que hemos ayudado a perpetuar, y no hay un reset. Y no creo que se puedan cambiar las cosas en su totalidad, aunque sí creo que cualquier cambio, por pequeño que sea, es positivo. Nos estamos enfrentando a algo contra lo que ya sabemos que vamos a perder. La gente de izquierdas convivimos con la utopía, y eso no puede ser desactivador. Hay que intentar mover la aguja, aunque sea un centímetro. Porque si no, ¿cuál es la alternativa? «El arte es transformador porque vehicula valores como la emancipación, la contracultura o la solidaridad, que cuestionan y ponen en riesgo la sociedad turbocapitalista» Partiendo del título del libro, ‘Antineutral’, ¿hay algo más peligroso que la tibieza, en cualquier ámbito de la vida? Para mí, la tibieza es cinismo; esa actitud de ‘esto no sirve para nada’ es uno de los peligros más grandes. El poder siempre intenta desactivar la autoorganización, porque no hay nada más poderoso ni más amenazante para el poder establecido que la gente organizada. En ese sentido, hay gente a la que le incomoda hacerse preguntas, porque cuando logras que tu estabilidad y tu supervivencia no dependan de esas preguntas, vives más tranquilo. Es legítimo, pero de forma crítica hay que entender que esa gente se está beneficiando de quienes dan la cara. Al final, eso forma parte del carácter de cada cual. Así que vamos a calmarnos y a entender que la gente tiene otros intereses. A mí me gustaría que no fueran neutrales, obviamente, pero es lo que hay. ¿Todavía cree en el poder transformador del arte? Toda manifestación artística es política, incluso la que solo es estética. Negarlo es ceder un terreno que no deberíamos ceder. El arte es transformador porque vehicula valores como la emancipación, la contracultura o la solidaridad, que cuestionan y ponen en riesgo la sociedad turbocapitalista. El optimismo es un compromiso con la vida, es lo que queda cuando no eres un cínico, y en la naturaleza del ser humano está intentar buscar soluciones. ¿Cree, incluso, que es posible otro modelo de festivales? Es posible un festival diferente, ético, respetuoso con el medio ambiente y con los derechos laborales. Pero no tendría las mismas ganancias. La pregunta es: ¿quieres ganar el máximo dinero o hacer algo coherente? El problema es que el sistema nos ha impuesto un FOMO constante, esa sensación de tener que estar en todas partes, y para cambiar las cosas hay que perder algo, aunque yo estoy seguro de que el beneficio va a ser superior. «Es posible un festival diferente, ético, respetuoso con el medio ambiente y con los derechos laborales. Pero no tendría las mismas ganancias» ¿Piensa, por lo tanto, que va a llegar un momento en que, definitivamente, va a explotar la burbuja? Sí, aunque no sé cómo. Cuando la música en directo se convirtió en un acto caníbal fue cuando entraron los fondos de inversión, y saldrán cuando deje de ser rentable. Para ello se necesitan palancas visibles, gente importante que se niegue a trabajar con este tipo de empresas. Porque hay piezas que valen más que otras, y cuando alguien grande diga ‘se acabó’ el efecto llamada puede ser real. Creo que eso puede pasar, porque ahora mismo se está generando conciencia y muchos artistas están montando sus propias estructuras para ser autosuficientes. Y entre el público también hay una mayor conciencia, pero no sé si suficiente. Los sistemas socialistas fallaron cuando pensaron que la gente era tonta. Y yo no creo que lo sea, sino que no ha tenido acceso a la información. El sistema ha desactivado al público, que solo quiere ir a festivales a beber y ligar. Pero cuando sean verdaderamente conscientes de lo que hay dentro de esos festis, empezarán a cambiar las cosas. Al final del libro entona el mea culpa, como parte de este sistema. ¿Volvería a actuar de la misma forma, sabiendo hasta dónde ha llegado esto? Yo he sido cómplice, por supuesto, pero cuando lo hacía no tenía la sensación de estar alimentando un monstruo. Nosotros dimos un valor que otros han visto como escalable. No tengo una culpa que me impida vivir, pero sí cierta pena. Los recuerdos que tengo de la emoción de ver a Rage Against the Machine en el 96, esa sensación de formar parte de algo increíble… o aquello de comprar un disco, escucharlo un mes entero, comprar una revista porque salía una foto de tu artista favorito… Esa manera de vivir la música ya no existe. El mundo ha cambiado. Todo es más efímero, todo está en un móvil o en un ordenador. Yo pertenezco a esa tradición y por eso creo que nosotros tenemos que ser la chispa que encienda el fuego que otros mantendrán. Porque nosotros ya somos madera mojada. Confío mucho en la gente joven y en la que quiere tener toda la información. Y confío en que todo va a mejorar, porque es imposible que empeore.