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DEFINIR LA sexualidad

¿Hablamos de pansexualidad?

El concepto de pansexualidad empezó a utilizarse en la década de los 70, aunque no con su definición actual; resurgió en los 90 y, en la última década, siguiendo los pasos de una mayor visibilidad de los temas trans e intersexuales, se está dando una redefinición de lo que se entiende por homo, hetero o bi. Hablemos de pansexualidad, un término cada vez más utilizado entre la comunidad LGTBIQ y entre los jóvenes.

Cuando me enamoro de una persona, es por sí misma, no por lo que tiene en su haber», opinan textualmente un número creciente de jóvenes que afirman ser “pansexuales”, una variante de la bisexualidad que amplía las definiciones tradicionales.

Un pansexual es alguien que se siente «atraído sexual o sentimentalmente por una persona sin tener en cuenta su género», masculino o femenino, define Perrine, de 16 años, quien se reconoce como tal. «No puedes esperar sentirte atraído por un género en particular. Estuve muy enamorada de una mujer trans pero, a medida que pasó el tiempo, encontré un hombre cisgénero –un hombre que se identifica como hombre y que nació con los atributos sexuales de un hombre, vamos que se identifica con el género y sexo asignados al nacer–».

Para Oscar, un estudiante de 19 años, ser “pan” es casi una filosofía y, según él mismo, define un sentimiento de libertad. «No debemos encasillar a las personas, no necesito aislarme de la mitad de la población mundial», analiza el joven para quien la pansexualidad no es solo una actitud teórica, ya que confiesa haber tenido «aventuras con ambos sexos», e incluso con personas no binarias.

Según activistas y especialistas entrevistados por AFP, el concepto de pansexualidad se usa cada vez más dentro de la comunidad LGTBIQ y también entre los jóvenes. «Hace diez años, cuando me reconocí ‘pan’, me sentía un poco solo. Ahora es mucho más común», observa Christophe Madrolle, el músico y cantautor de 34 años que ha reivindicado desde hace tiempo su pansexualidad.

«No me importa el género de la persona con la que me encuentro, no importa lo que tenga en su haber», resume una mujer de 30 años, que milita en Bicause, una asociación que agrupa a personas bisexuales.

Quienes dicen ser “pan” son en su mayoría menores de 25 años, señala el sociólogo Arnaud Alessandrin, especialista en temas de género. Opina que los mayores prefieren llamarse “bi”, aunque, en este caso, los matices de vocabulario se refieren a realidades ligeramente diferentes. «Todo el mundo está formado por las palabras de su generación», mantiene.

Y es que hay quien considera que el término parece muy intelectualizado, pero para muchos jóvenes, sobre todo en las redes sociales, es una forma de existir, de ser visibles y de crear comunidad. La maravilla de las palabras es poder definirse como queremos. Así, el sociólogo reconoce que en «secundaria y preparatoria, muchos chicos han podido tener experiencias con otros chicos, por ejemplo, y sin embargo su identidad sigue siendo hetero». Alessandrin opina que cuando se trata de sexualidad, hay que marcar la diferencia entre lo que a la gente le gustaría hacer, lo que hacen y lo que dicen al respecto, la forma en que se definen a sí mismos. Sea como fuere, la pansexualidad, como cualquier identidad, no dice nada sobre el futuro de las personas: «No porque un adolescente se defina a sí mismo como pansexual va a seguir siéndolo toda su vida». Puede que sí o puede que no.

Lo que está claro es que estas actitudes y hablar de ellas parecen funcionar ante la oposición a la diversidad: «Antes, la binaridad de géneros como sexualidades dibujaba un paisaje de oposición: era un poco homos contra heterosexuales. ¿Y no estamos hablando del ‘sexo opuesto’?», observa el académico. «No había resquicios posibles para los diversos cursos de la vida y las diversas identidades. Desde este punto de vista, la pansexualidad vino a suavizar considerablemente las definiciones tradicionales de la sexualidad».

Alessandrin, sociólogo en la Universidad de Burdeos y autor del libro “Déprivilégier le genre” (“Double ponctuation", 2021), responde a la pregunta de si algunos podrían ver en esta nueva noción una forma de moda, con otra pregunta: «Si la pregunta es ‘¿Los jóvenes están influenciados?’, la respuesta es ‘¡Sí, todos!’. No solo los jóvenes pansexuales, los adultos también. Sí, se puede ver como una influencia, una moda. Pero como todos los jóvenes que están en una relación social, es el principio mismo de la vida en sociedad».

Alessandrin admite que probablemente se puede considerar que los jóvenes se dejan influenciar más fácilmente. «Y algunas voces conservadoras deplorarán el peso de un supuesto lobby LGTB. Pero si razonamos así, ¿qué pasa con el lobby heterosexual? En nuestra sociedad, la heterosexualidad todavía se presenta ampliamente como la norma».

Y ante esto algunos pagan las consecuencias y hasta son víctimas de acoso: «Para los chicos en particular, parece más complicado salir de los marcos de la masculinidad hegemónica. Muchos jóvenes todavía luchan por salir. Más del 80% de las personas LGTB dicen haber experimentado un clima escolar degradado o muy degradado debido a la homofobia».

Matices. En los talleres que imparte en colegios o escuelas secundarias, Diane Saint-Réquier, educadora y facilitadora en salud sexual, escucha a algunos adolescentes mencionar espontáneamente la palabra “pansexual”, según ella «menos limitante» que “bisexual”. Los y las pansexuales pueden considerarse más libres en sus atractivos, pero se enfrentan a muchos clichés, a veces «inquietantes», señala la formadora. «Algunos los imaginan como personas hipersexualizadas, infieles, a las que siempre les falta algo». E incluso en los círculos LGTB, los estereotipos son frecuentes, agrega la Saint-Réquier: «Diremos del ‘bi’ o del ‘pan’ que realmente no ha salido, que no se asume».

La diferencia entre ‘bi’ y ‘pan’ puede verse como un «matiz, pero me importa mucho», subraya Leticia Berkate, también integrante de Bicaus. A sus 24 años, vive en pareja con un hombre, por lo que podría «pasar por heterosexual a los ojos de la sociedad. Pero no es así como me siento: podría sentirme atraída por una mujer, lo que no significa que necesariamente quiera ir a otro lado». Ha tenido que oír que en realidad era un asunto de “promiscuidad”: «Me han dicho que esto era solo un pretexto para tener la mayor cantidad de parejas posible», lamenta Berkate, quien ve su orientación como algo que la enriquece.

En una sociedad heteronormativa que presiona para que «llevemos en todo momento una máscara de seducción, yo, paradójicamente, soy capaz de tener amistades con ambos géneros sin ambigüedad y por lo tanto me siento más libre en mis relaciones».