Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

El camino de la pureza

En nuestra niñez somos capaces de experimentar con aquello que nos topamos. Durante una época incluso nos llevamos todo a la boca como una manera de exploración y de reconocimiento de nuestro entorno. No existen los prejuicios y siempre hay nuevas vías que recorrer. Las piedras y los palos nos ayudan a crear estructuras que se sostienen levantando apenas unos centímetros del suelo, mientras que cualquier superficie es buena para garabatear con una tiza o para pintar con la savia viscosa de una rama recién partida. Hay una parte de todo esto que refleja lo que supone el proceso creativo en la producción artística. Un lugar de experimentación en el que lo matérico va dialogando con los intereses personales, a veces con un objetivo claro y otras sin más meta que llegar al paso siguiente. Dejarse llevar por los resultados, o mejor dicho, por lo que resulta interesante. El papel de lo intuitivo y el protagonismo de las sensaciones ayudan a seguir componiendo la hoja de ruta de este camino. Es en el fondo un espacio de libertad en el que todo confluye, una búsqueda constante en la que todas las piezas acaban por encajar y de la que surge la simiente de los nuevos proyectos. No se entiende entonces el arte sin esta relación pura con el material.

El concepto aparece, por supuesto, y muchas veces sobresale sobre todo lo demás dando forma, sentido y situación a aquello que se ha venido trabajando. Con todo, siempre existe un resquicio de aquella memoria en la que el único motivo por el que nos manchábamos las manos era por una necesidad de relacionarnos con nuestra realidad. Puede que encontrar esa pureza sea una de las cualidades más importantes de la creación artística.

El pasado 9 de junio, la Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras de Bilbo inauguró como parte reseñable de su programa de verano, dos nuevas exposiciones. Ambas se alargarán hasta el día 22 de julio y conviven, aunque separadas, en las dos plantas que conforman el espacio expositivo de la galería. En el piso superior nos encontramos con la propuesta de Veva Linaza (Bilbo, 1973) que lleva por título “Tres árboles de espaldas”. Las paredes aparecen habitadas en su mayoría por piezas de gran formato, aunque existen algunos otros trabajos de tamaño más reducido. Sin duda, llama la atención el uso de colores vívidos y una paleta compleja marcada por la intensidad de los verdes, azules y amarillos. Las telas están plagadas de materia y de textura. Se deja entrever el gesto de la pincelada que en ocasiones parece ensañarse con algunos puntos a fin de crear una serie de contrastes visuales que dirigen nuestra mirada. Si bien la abstracción parece dominar la serie, se intuyen elementos que nos remiten al paisaje y a la naturaleza, no tanto como un motivo a representar, sino adquiriendo más bien un carácter de elemento desde el que construir las obras. Bajando las escaleras encontramos “Un huracán vino a verme” de Jon Amorrortu (Bilbo, 1990), el último de los artistas que ha formado parte esta temporada del programa “Joven llama joven” que se realiza como apoyo a las nuevas generaciones. Amorrortu presenta una colección marcada por la liviandad de su factura. Piezas, casi todas, de tamaño mediano o pequeño en las que finas capas de materia crean las formas que aparecen representadas. Aparecen retratos, paisajes e incluso pequeños bodegones en los que se conjuga el óleo, el lápiz y el pastel. Un tono que parece remitirnos a la delicadeza de lo rutinario.

“El rincón de la ilustración”, que tiene lugar en el Centro Cultural de Aiete de Donostia, acoge cada tres meses el trabajo de una nueva ilustradora. Es el turno para Maite Rosende (Donostia, 1990), quien hasta el 11 de septiembre estará exponiendo parte de su producción. El estilo de Rosende esta muy marcado por la utilización de planos de color. Desde su sencillez es capaz de transmitir y comunicar así como de encontrar un lenguaje propio y reconocible.