Un «pero»

En el colegio, cuando empezamos a aprender matemáticas -o quizá un poco más tarde-, nos enseñaban las propiedades de las operaciones básicas, y una de ellas era la propiedad conmutativa, según la cual, al operar con dos elementos, su orden no altera el valor del producto; da lo mismo sumar ‘a’ más ‘b’, que ‘b’ más ‘a’.
Sin embargo, cuando hablamos de comunicación entre personas, y queremos hacer llegar una opinión, un análisis, y que este impacte, el orden sí tiene su importancia. A lo largo del desarrollo, parte de nuestra identidad se forma incorporando a nuestro pensar y sentir sobre nosotros mismos, nosotras mismas, la mirada de otras personas relevantes que nos observan y evalúan desde fuera. Esto también pasa cuando estamos desarrollando un rol nuevo, o cuando tenemos una relación de intimidad en la vida adulta a la que estamos ‘abiertos’, ‘abiertas’.
En ese sentido, cuando damos nuestra opinión, es importante ser conscientes, como decíamos, del impacto, del que somos, en parte, responsables. Es buena idea entonces ponerse en el lugar de quien recibe el mensaje, para medir el cómo, recordando que nuestros ‘pero’ harán resaltar, en la mente del receptor, lo que venga después. Captarán la atención como señal de lo importante, a pesar de lo anteriormente dicho; incluso se vivirán como el mensaje real que se quiere comunicar, solo que no dicho abiertamente, sino de una forma velada, lo cual genera confusión, si no, cierta hostilidad según sean esos bloques. Hagamos una prueba, tomemos estas dos frases: «has hecho un buen trabajo pero lo has entregado tarde» y «lo has entregado tarde pero has hecho un buen trabajo». Es fácil pensar que el interés real del emisor tiene que ver con la frase detrás del ‘pero’, en una de ellas una crítica y en otra un reconocimiento.
Quizá en ese sentido sea útil ordenar en dos segmentos lo que tenemos que decir: por un lado, lo negativo, lo incómodo, sobre lo cual podemos explayarnos o tener una conversación que cambie algo, sabiendo ambos que no hay embaucamiento o manipulación, y que simplemente estamos hablando de algo que necesitamos diferente; y, por otro, lo que apreciamos, lo que nos gusta y es un reconocimiento a la otra persona. Separar la crítica y el reconocimiento, ser claros, claras, protege las relaciones ya de por sí, y tenerlo en mente permite hacerlo intencionalmente.
A veces, añadir un ‘pero’ se convierte en algo compulsivo, como si no pudiéramos simplemente halagar, piropear, reconocer o celebrar, como si en nuestras devoluciones a otras personas tuviéramos que incluir un mensaje ulterior, un subtexto del tipo «te estoy diciendo esto agradable pero no te relajes, no te lo creas del todo». Quizá tiene algo de cultural pero también tiene un efecto limitante claro, o al menos, merece la pena cuestionarse si esa salvedad es algo que puede motivar a la persona a mejorar -lo cual implica que la relación no es igualitaria sino de ‘supervisión’- o todo lo contrario, va a limitar su siguiente prueba o el hecho de que quiera compartir su alegría o logro con nosotras, con nosotros. El ‘pero’ denota una excepción a lo anteriormente dicho, y ojalá pueda ser también una excepción en la forma de reconocernos o confrontarnos.

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