BERTA GARCIA
CONSUMO

Contaminación

D esde siempre, los seres humanos somos muy dados a contar cuentos, a los que se llaman mitos, leyendas, fábulas o novelas dependiendo de si hablan de dioses, héroes, animales o son portadores de vivencias colectivas. Hoy, en pleno siglo del plasma y la mensajería instantánea, nos sigue gustando escuchar y contar cuentos, pero como siempre, la realidad supera a la ficción.

El último cuento va de coches y a su autor le va a salir muy cara la inventiva, pues, recurriendo a los dibujos animados, el ratón Jerry es más listo que el gato Tom y le ha descubierto sus trampas. El fabricante alemán Tom-Volkswagen (coche del pueblo) deberá compensar, de momento, a los once millones de potenciales Jerri-usuarios, por haber “trucado” los motores mediante un software que disimulaba la enorme contaminación que emanaban.

Sorprende, cuando menos, que un país tan potente y con fama de líder en la fabricación de bienes de consumo se haya pillado las manos con una mentira tan burda. No solo ha puesto en peligro su economía puntera, sino el medioambiente al regar de gases tóxicos toda la atmósfera. Los llamados gases NOx (dióxido de nitrógeno y óxido nítrico) que emanan de la combustión de las gasolinas tienen sus niveles más que regulados por producir daños a la salud de las personas. La ley considera que existe contaminación cuando se superan los 200 microgramos/m cúbico durante una hora, y los vehículos diésel del cuento lo hacen más del doble de lo permitido en EEUU y cinco veces más que en la permisiva UE.

Va a ser difícil contentar a todas las partes, porque el daño está hecho. Como primera medida, hay que desinstalar el famoso software de cada coche, eso si el propietario no pide un coche nuevo. Una medida que no contenta a la atmósfera ni a los sufridos humanos, que seguiremos tragando contaminación a costa de que los coches sean potentes para disfrute de sus dueños. Pero el mercado manda y más cuando la línea divisoria entre política y grandes sectores empresariales se diluye. Sí, Hitler quiso cargarse las economías británica y francesa, y el boomerang vuelve a su destino.