MIKEL INSAUSTI
CINE

«Rock the Kasbah»

El bueno de Joe Strummer se fue de este mundo lamentando la mala utilización que se había hecho de su canción “Rock the Casbah”, publicada en 1982 con su grupo The Clash. Durante la Guerra del Golfo, fue convertida en un himno por las fuerzas de ocupación estadounidenses, pese a que había sido compuesta con la intención contraria. El autor se libra de contemplar la total degeneración en que ha caído dentro del creciente conflicto entre el mundo islámico y Occidente, y que se sepa, ya da título a tres películas bien diferentes. La primera fue la israelí “Rock the Casbah” (2012), realizada por Yariv Horowitz en torno a las desventuras de un soldado judío en medio de la primera Intifada. Se puede confundir perfectamente con la homónima “Rock the Casbah” (2013), obra de la marroquí Laïla Marrakchi, que protagoniza la actriz y cineasta libanesa Nadine Labaki, y que obtuvo una buena acogida en el Festival de Toronto. Y la tercera en discordia es cosa de Hollywood, donde solamente han cambiado una letra, la “c” por la “k”, para que no haya más equívocos.

El estreno en el Estado español de “Rock the Kasbah” está anunciado para el 4 de marzo, a pesar de que la película ha tenido una muy mala acogida en EEUU, donde ha conseguido una exigua recaudación de tres millones de dólares, muy por debajo de los quince que ha costado. En realidad, todas las realizaciones de Barry Levinson tienen problemas comerciales desde que la industria le volviera la espalda por el fracaso millonario de “Toys” (1992). El veterano cineasta pareció redimirse recientemente con “La sombra del actor” (2014), película pensada para lucimiento del actor Al Pacino. Pero ha sido solo un espejismo y los cuatro Óscar logrados con “Rain Man” (1988) cada vez quedan más lejanos. Lo más desconcertante es que Levinson había hecho una interesante película sobre la beligerante política exterior de su país con “La cortina de humo” (1997) y ahora desbarra completamente al tomársela a broma en “Rock the Kasbah”, película que conecta directamente dentro de su filmografía con “Good Morning, Vietnam” (1987), al hablar de la guerra desde un punto de vista musical.

Si entonces el difunto Robin Williams hacía de disc jockey en una emisora radiofónica para entretener a las tropas enviadas a Vietnam, ahora Bill Murray es un manager venido a menos que ha perdido los contratos con los grandes artistas, por lo que se lanza a una gira por Afganistán con una cantante desconocida. Como quiera que esta le deja plantado al ver la situación hostil con la que se encuentra allí, se hace representante de una promesa local con la que participa en un concurso de nuevos talentos.

La banda sonora incluye temas de Harry Nilsson, Bod Dylan, Eric Clapton o Steve Winwood, pero sobre todo de Cat Stevens. La razón es fácil de imaginar, porque el cantante británico de origen griego se convirtió al islamismo, adoptando el nuevo nombre de Yusuf Islam. La actriz palestina Leem Lubany, que interpreta a la cantante afgana, canta temas del repertorio de Cat Stevens, de quien también se incluyen otros en sus versiones originales. En cambio, Zooey Deschanel, en el papel de la cantante desertora, se desgañita con “Bitch”. Y hasta Bill Murray se atreve a improvisar una versión del “Smoke on the Water”, de Deep Purple, con instrumentos autóctonos.

El reparto encabezado por Bill Murray, Zooey Deschanel y Leem Lubany se completa con Bruce Willis, Kate Hudson, Scott Caan, Danny McBride y Kelly Lynch. No obstante, es Bill Murray quien lleva el peso de esta comedia musical, más perdido en la traducción que nunca, luciendo por las calles de Kabul un aspecto desubicado de viejo roquero a lo Keith Richards. Ni él, ni el resto del equipo, por muy profesionales que sean, pueden sostener un proyecto carente de sentido alguno.