XANDRA ROMERO
SALUD

Alzheimer y dieta

El pasado 21 de setiembre fue el Día Mundial del Alzheimer, un trastorno neurodegenerativo que actualmente no tiene cura ni se puede frenar del todo con medicación. El deterioro cognitivo que ocasiona esta enfermedad está íntimamente relacionado con la pérdida de la unión entre neuronas, una circunstancia de la que aún se desconoce porqué se produce.

Además, el alzheimer es la causa más importante para el desarrollo de demencia, según informa la OMS (Organización Mundial de la Salud). Los datos de la OECD “Health at a Glance” de 2015 apuntan a que el Estado español es uno de los lugares del mundo con mayor proporción de enfermos de demencia, concretamente el 6,3% de sus habitantes mayores de 60 años la sufren en algún grado.

Aunque la genética está implicada en su desarrollo, los casos de alzheimer familiar suponen menos del 5%. La epigenética –un sistema de regulación que controla la expresión de los genes sin afectar a la composición de los genes en sí mismos y que tiene relación con el ambiente, entre ellos, la dieta– tiene mucho que decir sobre esta enfermedad.

Pero, ¿cuánta importancia puede tener la dieta en el desarrollo del alzheimer? Está comprobado que elementos como el alcohol, el tipo de adieta así como sus consecuencias, o padecer hipertensión arterial y otras enfermedades cardiovasculares son factores de riesgo para el desarrollo de esta compleja enfermedad.

Algunos ensayos realizados en humanos con suplementación nutricional dan como resultado la mejora en la memoria verbal y retardada en pacientes con un alzheimer temprano. Estos datos sugieren que la pronta intervención puede ser eficaz para prevenir un desarrollo rápido de la enfermedad.

Se ha demostrado que los niveles de nutrientes específicos (los ácidos grasos omega-3 y ciertas vitaminas) son más bajos en las personas con enfermedad de Alzheimer en comparación con personas sanas de esa misma edad.

Estos nutrientes intervienen en la formación de fosfolípidos de la membrana de las neuronas y, por tanto, en la generación de las sinapsis. La formación de estos fosfolípidos depende en primera instancia de la disponibilidad de materiales, en este caso, de nutrientes como ácidos grasos omega-3, uridina, colina y ciertas vitaminas y antioxidantes.

La investigación básica ha demostrado que el suministro en la dieta de nutrientes para la síntesis de las membranas neuronales aumenta la formación de sinapsis.

Sin embargo, hay controversia en cuanto al efecto neto que puede suponer la dieta como tal o la suplementación, por lo que no quiere decir necesariamente que aportándo estos alimentos mejorarían los síntomas.

Existen algunos estudios que sugieren que la adhesión a la dieta mediterránea puede prevenir el riesgo de padecer alzheimer, y además mejorar los síndromes predemencia y su progresión a la demencia. Es decir, la predominancia de las grasas del pescado, aceites vegetales monoinsaturados, verduras sin almidón, frutas y una alimentación en general con bajo índice glucémico pueden tener un efecto positivo.

Por otro lado, investigadores del Centro Max Delbrück para Medicina Molecular en Berlín (Alemania) han publicado un estudio que detalla la función metabólica de un receptor, un factor de riesgo genético conocido para la enfermedad de Alzheimer, en un nuevo rol que regula el metabolismo en la obesidad humana.

Los autores concluyeron que Sorl1 se relaciona con la obesidad humana y sus hallazgos confirman un vínculo genético entre la neurodegeneración y el metabolismo.