IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Vivencia

Es difícil poner límites a la función del arte. El acto creativo es capaz de depositar y trasladar a la construcción objetual sensaciones propias de la abstracción más subjetiva. El éxito de tal acción se vislumbra cuando lo que parecía propio de un sentir íntimo y personal acaba por emocionar a aquellas miradas que lo interpelan, suscitando reacciones no contempladas y reinterpretaciones que alimentan un diálogo que se enriquece en cada ocasión. Por otro lado, cada pieza, cada obra y cada creación pertenece a un mundo concreto, a un contexto propio del que forma parte y desde el que, como público, asumimos su lectura. Los códigos culturales que nos atraviesan definen nuestra forma de disfrute, nos posicionan y nos condicionan. No queda más que trabajar en la consecución de una mirada crítica, una herramienta que nos permita enfrentarnos a todas y cada una de las propuestas que se nos brindan. Es nuestra responsabilidad como audiencia evolucionar con cada nueva cita a la que acudimos como un elemento imprescindible en el reparto de roles que conforman la creación cultural contemporánea.

Precisamente por todo lo anterior, la sugerente propuesta que Jasone Miranda-Bilbao (Basauri, 1964) realiza en el espacio La Taller de Bilbo hasta el 16 de julio bien merece un acercamiento. “Forms” es un trabajo en el que se dan la mano técnicas fotográficas, texto, dibujo, trabajo escultórico y la experiencia personal de una vivencia que encuentra entre las paredes de la sala un nuevo punto de llegada. Apoyadas en la galería, cinco chapas de aluminio galvanizado adquiridas en un desguace de barcos de Kumbharwada (Bhavnagar, India) soportan la memoria de varios viajes y procesos de pintado y pulido. Sin apenas tratamiento, emergen como obra escultórica, expandiendo su propio halo como una presencia que nos acompaña en la lectura del resto de elementos. En una pantalla, un plano fijo de estas piezas en un tejado con el bullicio de la ciudad como banda sonora nos habla de un contraste entre la quietud, la contemplación y el paso de la vida, la sosegada calma de lo inmóvil que convive con el estruendo de un mundo urbano al que, sin embargo, pertenece. En torno a esto, varias fotografías nos dirigen por recovecos de la ciudad hasta toparnos de forma frontal con un paisaje desértico que, aunque aparentemente anodino, es capaz de mantener absorta nuestra atención, como una vía de escape al asfalto. Por último, completando, o iniciando según se mire, nuestro recorrido, un dibujo que de forma casi fractal desarrolla un patrón de pequeños cuadrados pintados en los que aparece el gesto manual, la huella de la presencia. De nuevo una apología de la actividad mínima, de la fortaleza de lo pequeño y de la potencia poética de la actitud.

“Little Love Tokens” es el título de la muestra que Juana García Pozuelo (Logroño, 1978) presenta en el bilbaíno Espacio Marzana hasta el 28 de este mes. El título alude a pequeños objetos que se entregan como muestra de cariño, utilizando como referencia unas miniaturas realizadas en Gran Bretaña durante la época georgiana que representan el ojo de un ser cercano. A través de pinturas de corte realista, este minucioso trabajo rodea cuestiones como el afecto, la memoria y el recuerdo.