DAVID BROOKS
IRITZIA

Terrorismo racial

Se acababa de inaugurar en Montgomery, Alabama, el Monumento Nacional por la Paz y la Justicia. Allí están instaladas 805 columnas de acero suspendidas del techo, cada una representando un condado y, grabados sobre ellas, los nombres de más de 4.400 afroamericanos linchados entre 1877 y 1950. Fueron espectáculos públicos, a veces con miles de espectadores y, además de ahorcados, fueron quemados vivos, castrados o desmembrados. Las razones para algunos de estos actos brutales: por caminar demasiado cerca de una mujer blanca, por tener la foto de una mujer blanca, o una mujer embarazada que se atrevió a protestar por el linchamiento de su esposo.

Es parte del terrorismo racial que forma parte de la historia de EEUU, afirma Bryan Stevenson, fundador de la Iniciativa de Justicia Igualitaria que ha diseñado y construído el monumento y un museo, y cuyos bisabuelos eran esclavos. «En este país, no hemos creado espacios que muestren la historia de la desigualdad racial, de la esclavitud, del linchamiento, de la segregación y que motiven a la gente a decir ‘nunca más’», ha declarado al “Washington Post”. «Los afroamericanos, a pesar de la brutalidad, del odio, de la violencia, seguimos insistiendo en esta idea: ‘Busquemos un camino para seguir adelante’. Y es algo realmente notable porque procede de una comunidad de gente que desesperadamente solo desea la paz». Parte del objetivo del museo es crear un país donde, de aquí a cien años, los afroamericanos no sean presuntos, peligrosos y culpables, donde asumamos nuestra historia y logremos recuperarnos de ella. En una entrevista con el “New York Times” Stevenson agregó: «No quiero castigar a Estados Unidos. Lo que yo quiero es liberar a Estados Unidos».

Y es que, a pesar de los grandes avances, sobre todo por el cambio generado por el movimiento de derechos civiles, ese pasado sigue muy presente. Tal vez ya no hay linchamientos, pero existe el encarcelamiento masivo; la profesora en leyes Michelle Alexander ha revelado que hay más hombres negros en prisión que esclavos poco antes de la Guerra Civil. Mientras tanto, las condiciones de los que viven en situación de pobreza (sobre todo las comunidades afroamericanas y latinas) no han avanzado en medio siglo, con todo lo que eso implica para educación, salud y empleo. Ese terrorismo racial desatado contra los inmigrantes africanos que llegaron encadenados para ser el combustible de la economía del país ha sido ejercido en cierta medida contra olas de otros inmigrantes (irlandeses, italianos alemanes, chinos y latinoamericanos) desde hace siglo y medio. De hecho, entre los linchados –aunque la gran mayoría eran afroamericanos– también hubo mexicanos, judíos, indígenas y hasta algunos disidentes progresistas blancos; o sea, cualquiera que pudiera ser considerado una amenaza contra el dominio cristiano blanco. Y en momentos en que la clase política necesita un enemigo para dividir a los pobres, versiones de ese mismo terrorismo racial se ha aplicado una y otra vez hasta hoy día.

Pocos días después, el presidente Donald Trump, en un discurso ante un mar muy blanco de fanáticos en Michigan preguntó: «¿Hay hispanos en el salón? No, no tantos, está bien». Y lo hizo poco antes de afirmar que «toda esta gente que está llegando a través de la frontera va a votar demócrata (…). Muchas veces no saben qué están haciendo ni por qué, pero tenemos que tener fronteras y pronto. Necesitamos el muro».

Algunos expertos dicen que Hitler estudió los sistemas económicos y legales racistas de Estados Unidos para desarrollar sus políticas. De hecho, hace una semana, hubo un desfile público nazi en Georgia. Un comentarista advirtió: «Cuando los nazis no tienen miedo a caminar por las calles de EEUU y los afroamericanos sí, es mejor que despiertes y escuches la puñetera alarma». Un 57% de los estadounidenses (incluyendo más del 80% de los afroamericanos y un 75% de los latinos) opinan que Trump es un racista, según una encuesta reciente de AP-NORC. Ese mismo terrorismo racial se expresa en las tácticas de las autoridades migratorias, quienes están literalmente arrancando a niños de los brazos de sus madres (más de 700 niños han sido separados de sus padres inmigrantes desde octubre, según “The New York Times”) o en el juego cruel con que se amenaza a los jóvenes indocumentados que llegaron siendo menores de edad (los dreamers).

Pero los inmigrantes, los esclavos liberados, los perseguidos y los refugiados son las verdaderas fuerzas antiterroristas de Estados Unidos. Son los que han obligado a este país a enfrentarse a sus propios horrores y son quienes, una y otra vez, lo invitan a cumplir con sus propias promesas de libertad y justicia para todos.