IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Robert Venturi ha muerto

El arquitecto Robert Venturi ha fallecido. Su muerte, tras una corta enfermedad, le llega a los 93 años de edad, y arrastra consigo el mérito, compartido junto con su esposa, la también arquitecta Denise Scott Brown, de agitar el debate que cambió la forma de entender el diseño arquitectónico, marcando un punto muy reconocible entre la modernidad arquitectónica y el posmodernismo. Pero Venturi no pasa a la historia por eso, ni por sus numerosos premios ni reconocimientos. Uno de los motivos principales de su fama es una cosa bastante habitual en la arquitectura: se hizo famoso porque su estilo se podía copiar con relativa facilidad.

Venturi, nacido en Filadelfia en 1925, se educó en las escuelas americanas de arquitectura tras la Segunda Guerra Mundial, muy influenciadas por las ideas que venían de Europa, en gran parte debidas a profesores y arquitectos alemanes que huían del régimen nazi. Nombres como Richard Neutra, Walter Gropius o Mies van der Roher llenaron las escuelas de Estados Unidos de la idea de que la forma sigue a la función, que la racionalidad –tanto en la arquitectura como en el urbanismo– debía imperar. El paradigma de las cajas de vidrio neutras, racionales, sin aparente relación con el entorno o con la historia local, viene de esa época en la que se buscaba una nueva arquitectura para un nuevo orden mundial.

Tal vez sería el hastío de un estilo que nacía con visos de ser un tanto aburrido, pero Venturi fue conocido por cambiar el “Less is more” de Mies van der Rohe (la celebrada frase de «menos es más») por “Less is a bore”, que viene a significar «menos es aburrido». De ese modo, la arquitectura de Venturi dio el pistoletazo de salida de un sinfín de estilos que buscaban transmitir significados con sus formas, y no solo dar respuesta a una función; museos que simulan ser barcos, centros culinarios que quieren ser platos apilados, palacios de congresos como rocas varadas en la playa, o como buques oxidados al borde de la Ría…¿nos suena?

 

 

El filadelfiano tuvo de su lado su capacidad de sintetizar sus pensamientos en dos libros fundamentales para entender la arquitectura del siglo XX, escritos junto a Scott Brown y Steven Izenour. En “Complejidad y Contradicción en la arquitectura” enumeraba su teoría de que la arquitectura podía recuperar lenguajes pasados, históricos y, al mismo tiempo, hacer tan bien su trabajo como las cajas de vidrio más racionales. En “Aprendiendo de Las Vegas” aplicaba esos conceptos a analizar el Strip de Las Vegas, el segmento de siete kilómetros de Las Vegas Boulevard descrita por el poeta William L. Fox como «la concatenación de parques temáticos para adultos más agresivamente publicitadas existente en el mundo». Ese paraíso de hoteles con temáticas variopintas (faraones, piratas, imperio romano...) daba pie a Venturi, Brown e Izenour a hablar de cómo la arquitectura moderna venida de Europa había desprovisto a la americana de la capacidad de generar nuevos significados.

Es justo decir que Venturi se subió a un tren, que ya estaba en marcha, cuando proclamó sus teorías. No en vano, trabajó para dos profesionales renegados del Movimiento Moderno, como eran Eero Saarinen y Louis I. Kahn. De este último fue no solo empleado, sino discípulo y profesor ayudante en la Universidad de Pensilvania. Los preceptos que Venturi promulgó ya estaban dentro de la obra de Saarinen y Kahn pero, como antes hemos dicho, existía una diferencia notable; lo que Venturi proyectaba era fácilmente copiable por otros y, en cambio, el genio de Saarinen y Kahn hacía muy difícil que alguien pudiera imitar sus estilos sin caer en el más absoluto pastiche.

Precisamente “pastiche” era una palabra que bien podía haber usado Venturi en sus obra; recuperaba formas alejadas de lo moderno, como las cubiertas a dos aguas, los arcos de medio punto, las ventanas ovales, la pilastra o la columna. Venturi no tenía reparos en colocar una fachada que tuviera que ver poco con lo que pasaba dentro del edificio, como si de las fachadas de los poblados del Lejano Oeste se tratasen, y darle a la parte trasera del edificio un tratamiento distinto o más vulgar. Con él volvió la decoración, los adornos, los detalles considerados superfluos.

Lógicamente, su obra tenía una solida argumentación teórica de la que carecían las innumerables copias que de su estilo se realizaban. Aunque ese estilo, el posmodern, fuera denostado por la generación posterior, es de rigor reconocer la importancia que tuvo para romper con la ortodoxia.