Irati Jimenez
el color de la controversia

ROSA, de la A a la Z

Quizá sea el más controvertido de los colores. Tan omnipresente en todo tipo de productos dirigidos a las niñas, desde juguetes hasta ropa de cama, como detestado por quienes lo identifican con la socialización patriarcal de las mujeres, el rosa ha sido leído culturalmente y utilizado de muchas formas distintas. Su lugar actual tiene que ver, curiosamente, con un hallazgo ginecológico profundamente útil para las mujeres y, más curioso aún, como demuestran las medias de los toreros, durante mucho tiempo fue asociado con los valores tradicionales de la masculinidad. La evolución histórica del rosa está íntimamente asociada con las diferencias de género y nos pone ante el espejo de nuestra relación con lo femenino como ningún otro color.

Aristocracia. Al contrario que en África o Asia, donde el rosa tiene una larga tradición histórica, en Europa no se puso de moda hasta que en el siglo XVIII la aristocracia, principalmente la francesa, lo convirtió en uno de sus colores fetiche. Durante el reinado de Luis XV y, en parte como reacción a los excesos característicos de su predecesor, Luis XIV, la corte de Francia transformó el poder real para ponerlo no solo al servicio del Rey sino de la aristocracia y de la naciente burguesía. El cambio dio lugar, entre los años 1730 y 1760, a lo que se conoce como estilo rococó. Cortesano, antiformalista e individualista, el rococó se centró en expresar sensaciones y experiencias agradables que iban desde lo sensual y lo refinado hasta lo exótico. Esta ambición provocó el uso intensivo de colores claros y de tonos pastel. Entre ellos, el rosa, un color que, desde ese momento, pasó a formar parte de la historia del arte y la moda europeos.

Bebés. Aunque no lo parezca, la moda internacional de vestir a los niños de azul y a las niñas de rosa es relativamente moderna y está relacionada con los avances tecnológicos y sanitarios en el campo de la ginecología y de la obstetricia. En concreto, con la aparición de las ecografías que, a partir de los años 70 y 80, hicieron posible distinguir las características genitales mucho antes de la fecha del parto. Esta circunstancia permitió a las industrias relacionadas con los productos de bebés ofrecer ropa y todo tipo de objetos distintos para niños y niñas. Toda una ventaja para los negocios porque, los colores diferenciados dificultan, entre otras cosas, compartir productos entre hermanas y hermanos. Según la historiadora Jo B. Paoletti, de la Universidad de Maryland (Estados Unidos), lo tradicional durante siglos fue vestir a los bebés de blanco, aunque con excepciones. En el Estado francés, a mediados del siglo XIX, se utilizaban colores pastel y en los orfanatos ya se distinguía a los bebés varones con color celeste y a las niñas con rosado. En Estados Unidos, aunque no tan extendida como ahora, la tradición se distinguir los géneros por colores se remonta a la década de 1940, aunque no se globalizó hasta varias décadas después.

Cáncer. «El presupuesto anual del Instituto Nacional para el Cáncer (de Estados Unidos) es de 1.800 millones de dólares y solo un 5% se destina a prevención del cáncer. Ayúdanos a despertar a nuestros legisladores y a Estados Unidos vistiendo este lazo». En 1991, una ciudadana estadounidense llamada Charlotte Haley decidió escribir esa frase en millones de tarjetas, las repartió por todo el país y las envió a mujeres destacadas de la política y la sociedad para poner en marcha un movimiento que mejorara la prevención y el tratamiento del cáncer de mama. Haley acompañó las tarjetas de unos lazos de color melocotón que se transformaron en rosas cuando la revista “Self” decidió, no solo hacerse eco de la campaña, sino sumarse a ella elaborando sus propios lazos. El cambio se produjo por petición de Haley, que no quería verse involucrada en ningún tipo de operación comercial. Respetando su deseo, la revista cambió el color y firmó un acuerdo con Estée Lauder para fabricar y distribuir un millón y medio de lazos con su número de octubre de 1992. El éxito de la campaña fue tal que la firma de cosméticos decidió centrar sus esfuerzos de responsabilidad corporativa en este asunto y creó la Fundación de Investigación para el Cáncer de Mama que, desde sus orígenes y según la firma, ha donado más de 300 millones de dólares a investigación.

Diamante. En 1963, el director Blake Edwards decidió encargar una historia de animación para los títulos de “La pantera rosa”, una película sobre un atracador de guante blanco que trata de robar el carísimo diamante que da título a la película. Sus únicas condiciones para el animador Friz Feleng, que había creado a Bugs Bunny o Speedy Gonzales, fueron que creara un personaje «mudo, gracioso y de color rosa». Así nació la Pantera Rosa, un felino tan carismático y elegante que pasó a protagonizar su propia serie de dibujos animados.

Eco. Umberto Eco habría querido llamar “Adso de Melk” a la novela que publicó en 1980 y que llegó a convertirse en best seller primero y largometraje después. Pero los editores no terminaban de ver un nombre propio y se barajaron otras opciones, entre ellas, “El crimen de la abadía”, que se descartó porque facilitaba demasiada información. Finalmente, Eco discurrió que se llamara “El nombre de la rosa”, un título sugerente que no adelantaba nada del argumento y que Eco argumentaba de esta manera: «Me gustó porque la rosa es una figura simbólica tan densa, que por tener tantos significados, ya casi los ha perdido todos: rosa mística, y como rosa ha vivido lo que viven las rosas, la Guerra de las Dos Rosas, una rosa es una rosa es una rosa es una rosa, los rosacruces, gracias por las espléndidas rosas, rosa fresca toda fragancia. El título debe de confundir las ideas, no regimentarlas».

Fucsia. Se conoce como fucsia al color magenta o rojo purpúreo intenso que toma su nombre de la coloración de las flores de un arbusto, el Fuchsia magellanica al que se conoce como fucsia, chico o aljaba, entre otros. El arbusto, a su vez, fue nombrado en honor al médico y botánico alemán Leonhart Fuchs (1501-1566), uno de los padres de la farmacognosia, la ciencia que se ocupa del estudio de las drogas y los principios activos de origen natural. Además del fucsia, el rosa tiene decenas de variedades, como el rosa palo (más claro que el estándar), el malva (con tintes violetas), el color carne (anaranjado y débil), el rosado persa (más parecido al rosa chicle) o el rosa coral (que tiende al naranja). Uno de los más recientes es el millennial pink, un color de moda que se sitúa en la escala media de los rosas –puede llegar a parecer una mezcla del amaranto y el persa– y cuyo auge se relaciona con su presencia en la película “El gran hotel Budapest” (Wes Anderson, 2014).

Giro de Italia. Desde 1931, la persona que ocupa la primera posición de la clasificación del Giro de Italia viste de rosa, es decir, del mismo color que tenían las páginas del promotor del evento, el diario deportivo “La Gazzetta dello Sport”. El primer ciclista en llevar la maglia rosa fue Learco Guerra, mientras que el récord de llevársela a casa más veces recae en tres hombres: Alfredo Binda (que ganó el Giro entre 1925 y 1933), Fausto Coppi (lo hizo entre 1940 y 1953) y Eddy Merckx (entre 1968 y 1974).

Historia. El 1 de diciembre de 1955, una ciudadana negra llamada Rosa Parks ingresó en prisión por negarse a ceder el asiento a un blanco en un autobús público y su férrea voluntad de no ser segregada encendió la chispa del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Varias décadas antes, la teórica y militante marxista Rosa Luxemburg era asesinada por su participación en la revuelta espartaquista de Berlín de 1919. La historia del siglo XX está indisolublemente unida a muchas Rosas, pero no solo la del siglo pasado, sino la de la Humanidad. En el siglo XV, las familias Lancaster y York pretendieron el trono de Inglaterra como descendientes de Eduardo III y se enfrentaron en una cruenta guerra fratricida que debilitó el poder feudal de la nobleza, dio paso a la monarquía de los Tudor y redujo la influencia inglesa en el continente europeo entre el final de la Edad Media y el comienzo del Renacimiento. La Guerra de las Dos Rosas se llamó así por los emblemas de ambas casas y fue la inspiración de George R. R. Martin para escribir la saga “Canción de Hielo y Fuego” que dio origen a la serie “Juego de Tronos”.

Iglesia. Para los católicos, la rosa es símbolo de felicidad y de alegría y se usa, por ejemplo, el tercer domingo de Adviento –fecha en la que los protestantes encienden una vela rosa– y el cuarto domingo de Cuaresma, por la cercanía de la Pascua de Resurrección. Al parecer, el rosa entró en la iglesia por el mismo camino que en el resto de la sociedad: a través de la aristocracia del periodo rococó que empezó a vestir prendas de ese color y, una vez usadas, las donó a la Iglesia.

Juguetes. En 2014, la ministra británica de Consumo Jenny Willot afirmó que el «pasillo rosa» de juguetes en el que abundaban «muñecas en spas o salones de belleza» dañaban la economía porque alejaban a las niñas del sueño de una carrera técnica o científica. Su análisis, secundado por la diputada laborista y ejecutiva de empresas tecnológicas Chi Onwurah, elevó a la política el debate en torno a la omnipresencia del rosa en los juguetes para niñas pero, sobre todo, puso sobre el tablero el problema de crear juguetes para niñas y niños, donde se expresan prácticas e ideales completamente distintos. Sin embargo, parece que las cosas empiezan a cambiar. Lego, recuperando como adulta a la misma niña que anunciaba sus juguetes hace décadas, ha querido liderar una nueva ola de juguetes unisex que utilizan todo tipo de colores y que se dirigen indistintamente a niñas y niños. Les han seguido otras empresas que no quieren ser señaladas como sexistas por iniciativas como “Let toys be toys”, que lucha contra un excesivo señalamiento de género en los juguetes. Entre ellas Mattel, que hace un par de años utilizó a un niño por primera vez para anunciar su muñeca estrella, Barbie.

Keira. La rosa keira es de color rosa cremoso, con ribetes de un rosa más intenso y una gran cantidad de pétalos que la hacen ideal para ramos festivos como los que se utilizan, tradicionalmente, en las bodas, ocasiones en las que las rosas han tenido siempre un enorme protagonismo.

Literatura. La literatura ha prestado atención a los romances muchas veces, pero no es hasta el siglo XX cuando, en el Estado español, se comienza a hablar de “novelas rosas”, en parte, por el éxito de la Editorial Juventud con la colección “La Novela Rosa”. La etiqueta se utiliza normalmente con un sentido peyorativo que trata de restar importancia literaria a un segmento de novela que se identifica con un gran número de mujeres escritoras y lectoras. Quizá nadie mejor que la autora feminista Roxane Gay ha contestado a este tipo de etiquetas en su libro “Mala feminista”: «La etiqueta ‘literatura de mujeres’ se utiliza frecuentemente con desdén. Odio que ‘mujer’ se haya convertido en un insulto. Odio que algunas escritoras hagan piruetas para distanciarse de la literatura de mujeres, como si tuviéramos algo de lo que avergonzarnos por ser mujeres que escriben de lo que quieren escribir. Me da igual que se etiqueten mis obras como literatura de mujeres. Yo sé lo que es y lo que no es. No lo va a cambiar la denominación arbitraria de otro. No me malinterpreten. Quiero que los hombres lean mis libros. Quiero que los lea todo el mundo, pero no voy a suplicar a los lectores que no estén interesados en lo que escribo».

Medias. Cuando el rosa se puso de moda en el siglo XVII, los toreros comenzaron a usarlo en las medias y en el capote. Destacaban así su clase social con un color brillante, costoso y difícil de conseguir que permitía al público seguir sus pasos en la plaza y les confería un aire de nobleza. Preguntado por el lugar actual de un color que se considera femenino en la vestimenta de los matadores, el sastre de toreros Antonio López Fuentes contestó que expresa, precisamente, la confianza que tienen en su masculinidad.

Nazis. En los campos de exterminio, donde cada prisionero llevaba un triángulo de distinto color invertido bordado en su ropa para designar la razón de su encierro, los homosexuales, otro de los colectivos perseguidos por los nazis, llevaban un distintivo rosa. La tasa de mortalidad para este colectivo fue un 60% mayor que para el resto de comunidades perseguidas “no judías”, probablemente porque se les aislaba del resto en condiciones aún más infrahumanas. La historia fue particularmente injusta con quienes portaban el triángulo rosa, ya que la homosexualidad vivió un período de extrema persecución tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. En Alemania, por ejemplo, el artículo 175 de la ley que permitía la persecución nazi del colectivo LGTBI siguió vigente durante décadas. Hoy día, gracias al activismo gay que tomó impulso en los años 70, el triángulo rosa ha pasado a ser un símbolo de liberación sexual y un icono contra la homofobia.

Odas. Sería imposible cuantificar la cantidad de poemas que han consagrado a la rosa, una flor bellísima pero llena de espinas, como la flor ideal para todo tipo de metáforas sobre el amor romántico y sus dolores. «Todas las rosas son la misma rosa» escribió Juan Ramón Jiménez, «amor, la única rosa. Y todo queda contenido en ella, breve imagen del mundo, ¡amor!, la única rosa».

Política. Cuando se hicieron famosas unas cintas de vídeo del entonces candidato Donald Trump diciendo que a las mujeres se les “agarra del coño”, no imaginaba que, una vez elegido, las calles de todo el país, principalmente las de Washington, se verían inundadas por una multitud de “coño-gorros” o pussy hats, tejidos por mujeres y activistas que protestaban contra sus políticas y su lacerante misoginia, y que eligieron el color rosa para hacerlo. No era la primera vez que la política se teñía de rosa. A la sede presidencial argentina se la conoce, por el color de sus paredes, como Casa Rosada y, a día de hoy, las rosas siguen siendo símbolos internacionales del socialismo.

Quintana. Habría sido difícil que una de las caras más visibles de la llamada “prensa rosa” en España tuviera un nombre más adecuado para su oficio que Ana Rosa Quintana. A pesar de que su carrera en el periodismo comenzó con otro tipo de formatos, su nombre está indivisiblemente unido a la difusión y al éxito de los programas que siguieron en televisión la estela de revistas tan populares como “¡Hola!”, “Lecturas” o “Pronto” y que, a partir del éxito de Tómbola en la televisión valenciana, pasaron a tener un lugar preferente en las parrillas españolas. El formato tiene su origen en las crónicas de salón y crónicas –o ecos– de sociedad que aparecieron a finales del siglo XIX en publicaciones como las francesas “L’Illustration” o “Excelsior” o la española “Blanco y Negro”. En Estados Unidos, la pionera fue la publicación “Broadway Brevities and Society Gossip”, que empezó a publicarse en 1916 para cubrir estrenos y eventos de Broadway y acabó dedicándose a la búsqueda de escándalos. Poco después, en 1920 apareció el “National Enquirer”, conocido en todo el mundo por mezclar cotilleos privados con historias delirantes al estilo del programa “Cuarto Milenio” de Iker Jiménez. Según la novelista Emilia Pardo Bazán, este tipo de prensa se escribe siempre en un doble lenguaje que contente a aquellos de quienes se habla y, al mismo tiempo, dé información jugosa a quienes leen: «El cronista sabe bien dónde le aprieta el zapato, aunque no sea más que por efecto del continuo roce y la familiaridad con lo bello, lo suntuoso, lo raro y lo precioso. Leedle despacio, entre líneas, y no tardaréis en distinguir la alabanza sincera y entusiasta del forzoso ditirambo».

Rosado. Hay tres formas de producir vino rosado: por contacto con los hollejos (aplastando uvas de hollejo tinto y dejándolas fermentar durante poco tiempo), por sangrado (usando el zumo rosa que se ha sangrado del tinto para conseguir más taninos o más color) y por mezcla de vino blanco y tinto, aunque esta última técnica es más infrecuente. La popularidad del rosado comenzó tras la Segunda Guerra Mundial y está viviendo un momento dulce, con récords de venta históricos en el Estado francés y Estados Unidos, entre otros.

Sexo. Mientras las “novelas rosas” son románticas y la “prensa rosa”, la de cotilleo, en Japón se consideran “películas rosas” las que tienen connotaciones eróticas y sexuales. El género del pinku eiga así como el de pinku violence cobró importancia en los años 60 y 70 cuando se popularizaron muchas películas de contenido sexual y violento. Quizá la más conocida es “El imperio de los sentidos”, de Nagisa Oshima (1974).

Teatro. Tradicionalmente, la asociación entre “teatro” y “rosa” llevaba inmediatamente a pensar en el Teatro de la Rosa, en el que estrenó sus obras William Shakespeare, el dramaturgo más famoso de la historia. Sin embargo, el “teatro rosa” se refiere, cada vez más, a aquel que escenifica la libertad sexual y pone en valor la biodiversidad. Sirva como ejemplo el Festival Internacional de Teatro Rosa que se celebra desde 2011 en Bogotá (Colombia).

Unicornio. La Iglesia del Unicornio Rosa Invisible rinde culto a eso, a un unicornio rosa invisible que utiliza de forma paródica para criticar las creencias teístas y el lugar que ocupan tanto en la enseñanza como en la Administración. La “religión” se creó en 1990 sobre el siguiente dogma paródico: «Los unicornios rosas invisibles son seres de gran energía espiritual. Lo sabemos porque son capaces de ser a la vez rosas e invisibles. Como todas las religiones, la religión del Unicornio Rosa Invisible se basa en la lógica tanto como en la fe. Tenemos fe en que los unicornios son rosas; y por la lógica sabemos que son invisibles, ya que no podemos verlos».

Vestidos. La historia de la moda está, cómo no, plagada de vestidos rosas, pero pocos han tenido tanta visibilidad como el que lució Gwyneth Paltrow cuando se emocionó ante millones de espectadores al recoger su Oscar por “Shakespeare in love” con un vestido rosa baby de Ralph Lauren con chal del mismo color. En los 80, sin embargo, el vestido rosa más famoso era el que lucía Molly Ringwald en uno de los papeles que la encumbraron como reina de su generación, el de la fantástica Andie que se cosía sus propios trajes en “La chica de rosa” (John Hughes, 1986).

Worcestershire. Originaria del Reino Unido, la salsa cóctel lleva tomate natural o frito –que se sustituye por ketchup en algunos países–, mayonesa, algún alcohol como vino tinto, whiskey o coñac, zumo de naranja y salsa Worcestershire. Por su color, al resultado final se le llama, comúnmente, salsa rosa.

X. La belleza de las rosas las ha convertido en una de las variedades florales más caras y distinguidas y ha provocado infinidad de especies híbridas que se suelen identificar con una equis en su nombre, por ejemplo, rosa x damascena o rosa x centifolia.

Yemen. Rosa Yemen podría ser el nombre de un tipo de flor, pero se trata del nombre de un dúo musical de estilo indie-alternativo compuesto por los franceses Lizzy Mercier Descloux y D.J. Banes. Aunque en música, puede que el rosa más famoso sea el que lleva en el título Pink Floyd, icónica banda de rock británica que tomó su nombre de dos de sus componentes, Pink Anderson y Floyd Council.

Zarra. En Euskal Herria, la historia de la represión política tiene demasiados nombres escritos en negro. Uno de ellos es, sin duda, el de Rosa Zarra Marín. El 22 de junio de 1995, Rosa se encontraba en las inmediaciones del estadio de Anoeta donde se había convocado una manifestación de Euskal Herria Askatu y una concentración pidiendo la liberación del empresario José María Aldaya, secuestrado por ETA. La situación derivó en una fuerte carga policial que, justo cuando empezaba a remitir, se saldó con la muerte de Rosa Zarra, herida en el abdomen cuando se refugiaba en una esquina de la calle con otras personas. Murió ocho días después, a los 58 años de edad. Las autoridades negaron que la pelota pudiera ser la causante del colapso intestinal y achacaron su temprana muerte a anteriores problemas de salud. La denuncia que interpuso su familia fue archivada por orden judicial.