Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Transitar el proceso

Una de las fotografías que componen la exposición “apropósitos” de Carlos Cánovas y que se puede ver en la galería Espacio Marzana.
Una de las fotografías que componen la exposición “apropósitos” de Carlos Cánovas y que se puede ver en la galería Espacio Marzana.

El proceso creativo es un momento de vulnerabilidad. El trabajo artístico requiere exponer debilidades, inseguridades y miedos, mientras se buscan las decisiones más acertadas en busca del camino correcto. En esta aventura no existen finales. Cada paso es la continuación del otro. Ni siquiera una exposición -aunque sí es un hito en la trayectoria- tiene por qué marcar la diferencia entre lo que se empieza y lo que se acaba. De alguna manera, podemos pensar que el arte sucede de forma continuada, pues va más allá de la producción de obras, sentidos y resultados. Se comporta de modo parecido a un lenguaje, una vía de comunicación o incluso a mostrar una posición desde la que habitar, ver e imaginar el mundo al que pertenece.

Es por eso por lo que cuando nos acercamos a un proyecto expositivo puede que encontremos cabos sueltos. Relaciones inconexas e incluso espacios interpretativos tan abiertos como confusos. El arte no tiene por qué manejar narrativas cerradas ni historias con principio y final. En ocasiones, incluso no cuenta nada en especial, sino que nos acompaña en una experiencia que, desde lo formal o lo poético, apela a nuestra sensibilidad. De esta condición subyace su potencia, pues nos interpela desde lugares difusos pero que, en el fondo, reconocemos como propios.

La galería Espacio Marzana del Casco Viejo de Bilbo inauguró a mediados del mes pasado una muestra firmada por el fotógrafo Carlos Cánovas (Albacete, 1951), titulada “apropósitos”. El creador, afincado en Iruñea desde su nacimiento, cuenta con una prolífica carrera a la que nos podemos acercar hasta finales de julio. Las piezas de Cánovas parecen guardar a buen recaudo los secretos de la composición fotográfica. Escorzos, desenfoques y transparencias juegan a difuminar las figuras mientras nuestra mirada entornada va encontrando espacios de sentido en cada encuadre. En ocasiones, si no fuera por el título del proyecto, podríamos pensar que juega desde la frescura de lo casual. De sus fotografías se desprenden materialidades casi pictóricas, cuando aparece el color, y juegos de contrastes con potentes luces que se subrayan con el blanco y negro de los revelados.

En sala, las piezas aparecen controladas bajo un montaje controlado y sobrio. Obras que se presentan enmarcadas con formato cuadrado y tamaños iguales, que encierran tras su cristal pequeños mundos vibrantes. Por esta razón, no nos podemos dejar guiar por el primer vistazo. Conviene pegar nuestra nariz a cada uno de los vidrios y permitirnos ser arrastrados por el granulado de los positivos y los secretos de cada una de las obras. En el trabajo de Cánovas nos encontramos algunas de las características principales de la fotografía: una disciplina capaz de brindarnos el reflejo más realista y la imagen más encriptada y abstracta.