Igor Fernández
Psicólogo
PSICOLOGÍA

Amistades

Las personas que tienen amigos y confidentes cercanos están más satisfechas con sus vidas y tienen una menor probabilidad de sufrir depresión; es más, es menos probable que mueran por cualquier tipo de causa, incluyendo los problemas del corazón o de enfermedades crónicas. O al menos es lo que dicen dos estudios de 2013 y 2020 publicados en dos revistas científicas estadounidenses. Es más, cuando la gente tiene pocas interacciones sociales, aumenta su riesgo de morir prematuramente (según Julianne Holt-Lunstad, profesora de psicología y neurociencia de la Universidad de Bighman Young, autora del primer estudio).

Parece evidente que, desde el sentido común, uno se siente mejor cuando está acompañado, una se siente amparada cuando puede atravesar con alguien querido los avatares de la vida. La amistad es un factor protector ante las consecuencias potencialmente negativas que estos puedan acarrear, al punto de que, como decíamos en el estudio de más arriba, el aislamiento social puede aumentar hasta un 26% el riesgo de muerte prematura.

Así que, se ve que pasárselo bien con los amigos, con las amigas, es también una cuestión de salud a largo plazo. Y no solo eso, tener interacciones con conocidos esporádicos (esa gente que uno se encuentra una vez a la semana en el mercado), e incluso extraños, puede tener un efecto positivo en la salud mental y, por tanto, en la salud general, ya que estas interacciones nos ofrecen algo importante: la novedad. Aprendemos cosas sorprendentes cuando tenemos encuentros no planificados, justo esos encuentros que pensamos a priori que pueden ser raros o incómodos por el hecho de no conocer a la otra persona. Sin embargo, en otro estudio al respecto en la Universidad de Chicago (Epley N., 2022), los sujetos experimentales a los que le tocó hablar con extraños incluso de temas profundos, declararon después un mayor disfrute y satisfacción de la que anticipaban, e incluso, una preferencia por compartir cosas más íntimas con extraños.

Parece mentira pero este tipo de descubrimiento nos une casi automáticamente, en cuanto podemos preguntarle algo a otra persona con curiosidad, o cuando nos preguntan genuinamente, e incluso cuando hablamos de una situación común sin ir más allá. Cualquiera puede reconocer que después de una interacción que no ha sido invasiva, que ha estado equilibrada y ha partido de la curiosidad y el respeto, una conexión se despierta, estamos más dispuestos, más dispuestas a ayudar o a colaborar.

Y es que, hacer amigos íntimos comienza quizá por una mirada, por una complicidad superficial, por una pregunta curiosa que va acercando las mentes entre sí, una conversación que va alineando los cerebros en torno a una misma vivencia, como si dos instrumentos se afinaran juntos. Y no es solo una bonita imagen, es algo que realmente sucede al observar los cerebros de dos amigos interactuando: ambos se acompasan, bailan juntos.