Pasa tú

Una de las maneras en que algunas personas tratan de evitar los conflictos es, curiosamente, “ceder el paso”, pedir disculpas preventivamente, pero haciéndose de menos por el camino, adoptando una posición jerárquicamente inferior.
Cuando reaccionamos así hoy puede que estemos tratando de protegernos, sometiéndonos, en una manera aprendida en algún momento de nuestra historia y lógica, si en esa historia hemos convivido con una persona crítica y punitiva, con poder real sobre nosotros o nosotras… Sin embargo, si no fue el caso, someterse preventivamente también puede ser una estrategia conveniente.
Si hoy estuviéramos en una situación como la del primer supuesto, sería importante evaluar con detenimiento si la persona que tenemos delante realmente tiene ese poder o esa capacidad de dañarnos, criticarnos, etc., y si realmente queremos mantener esa relación hoy. Pero puede que simplemente hayamos aprendido a ser sumisos como estrategia, como decíamos, como forma de evitar críticas menores o, incluso, directamente, de manipular al otro.
En frases supuestamente consideradas como «siento molestarte…», «te parecerá una tontería», «no volverá a pasar», «perdona, siempre lo hago mal», colocamos a la otra persona en una posición superior, en la que quizá no estaba, ni quisiera estar. Incluso, aunque no sea nuestra intención, al empezar así, asumimos pensamientos o intenciones potencialmente críticas de la otra persona, sin darle oportunidad a no tenerlas.
Por eso, para evitar y evitarnos la confusión, para colocarnos en una posición más de igual a igual, «siento molestarte…», puede convertirse en una pregunta: «¿es un buen momento para que hablemos?». O «te parecerá una tontería», en otra pregunta posterior: «¿qué te parece?». «No volverá a pasar» puede ser un maravilloso compromiso de enmienda, pero quizá es más realista: «Lo siento, la próxima vez lo tendré en cuenta». O frases como «perdona, siempre lo hago mal» pueden delimitarse con una pregunta de nuevo: «¿con qué no estás de acuerdo?».
Si no nos colocamos en una posición de inferioridad ante un conflicto, van a pasar un par de cosas: por un lado, el resultado de una situación concreta será propio de esa situación y podrá cambiar de una circunstancia a otra, sin convertirse en un precedente en la relación. No tendremos que llevar ese peso. Pero, por otro lado, no nos quedará más remedio que responsabilizarnos de nuestra parte del resultado, no podremos servirnos de la compasión o el castigo del otro para no cambiar, sino que tendremos que pensar, evaluar los límites reales, nuestros deseos y mantener en mente lo sucedido para una siguiente ocasión.
Podremos entonces estar de acuerdo o no, discutir o confluir, pero sin que el resultado se introduzca en nuestra identidad o en la del otro; haciéndonos cada cual responsables de lo que está pasando entre nosotros, a partes iguales.

«Saltsa Nostra», falta pan para tanta salsa

Por una actitud más saludable en Navidad

Paula Ostiz e Imanol Etxarri, una simbiosis de éxito mundial

Mirando a los ojos del pueblo saharaui

