Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Pride»

La recuperación del espíritu solidario ochentero

Hay películas que son una celebración, y que saben sacar de derrotas políticas del pasado una lectura positiva. Justo cuando se han cumplido treinta años del histórico Gay Pride de marzo del 1985, una película recoge la semilla que entonces se sembró en la lucha solidaria contra el gobierno de Margaret Thatcher, la cual unió a los mineros con los gays y lesbianas en una experiencia seminal que merece ser recordada, por lo que tiene de ejemplo a seguir para el compromiso unificador de los distintos sectores afectados por los recortes de los derechos básicos.

Lo realmente meritorio de “Pride” es que lleva a cabo una clarificadora traducción de aquellas reivindicaciones pendientes al lenguaje popular y abierto de una entrañable comedia coral, realizada dentro de la mejor tradición del cine social británico. Aunque su verdadero encanto reside en la fidelidad a los hechos y personajes reales, haciendo que resulten tan emocionantes como divertidos, gracias a un reparto antológico en el que funcionan igual de bien los rostros conocidos que los que son todo un hallazgo. Otro elemento decisivo es la banda sonora, plagada de canciones que tocan la fibra sensible en el momento oportuno. La versión a coro del himno “Bread & Roses” pone un nudo en la garganta, al igual que “Solidarity Forever” de Pete Seeger, o “Power in the Union” de Billy Bragg. Sus letras de protesta se funden con el toque festivo del “Why” de Bronski Beat con Jimmy Somerville a la cabeza en el mítico festival Pits & Perverts. Si bien el rey de la pista es Dominic West con el bailable y desvergonzado “Sham Shame Shame” de Shirley and Company, que ha contribuido a que “Pride” se haya convertido en un fenómeno que deja pequeño al que en su día provocara “Full Monty”.