Gloria LATASA
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Espeleotemas

Una reciente visita a Aralar me ha llevado a conocer la cueva de Mendukilo. Esculpida sobre roca caliza, cuenta con un laboratorio subterráneo en el que se analiza el impacto de las visitas en sus condiciones climáticas. Estas se definen por una temperatura de 8º-9ºC y una humedad cercana al 100%. Valores que se mantienen estables, ya que ni sus visitantes ni la iluminación que permite su acceso los alteran.

Su interior sorprende por la cantidad y belleza de sus espeleotemas. Espeleotema es el nombre por el que se conoce a los depósitos minerales (relacionado con su forma, no con su composición) formados en cuevas. Y los hay de muchos tipos: estalactitas, macarrones, estalagmitas, columnas, excéntricas, coladas, banderas, moonmilk (leche de luna)… Los espeleotemas, más allá de adornar las cuevas, son auténticos registros de información que permiten conocer aspectos del pasado como el clima o, incluso, los terremotos que han podido ocurrir en la zona. En el caso del clima, se analizan los isótopos de oxígeno y carbono contenidos en los depósitos y se deduce a qué temperatura se formaron y, por tanto, la temperatura media exterior.

Un reciente estudio climático de este tipo, en la cueva cántabra de la Garma, ha permitido a los científicos reconstruir la circulación atmosférica en la zona hace unos 12.000 años. La forma en que se desplazaban los vientos y las presiones que predominaban han podido ser deducidas gracias a los datos obtenidos de una de las estalagmitas encontradas.

El trabajo, realizado gracias a la gran estabilidad ambiental de la cueva y a la aplicación de modernas técnicas de análisis, aporta información sobre el clima en un período de brusco enfriamiento al final de la última glaciación. Tendencia que cambió entre 12.150 y 11.800 años antes del momento actual, con el predominio de altas presiones en el sur de Europa.