Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «La oveja Shaun: La película»

Los humanos parecen más borregos que los ovinos

Es una muy buena noticia la vuelta del estudio Aardman a la animación artesanal, recuperando las técnicas del “claymation”, que es la que se hace foto a foto con muñecos de plastilina, arcilla, cartón, papel o materiales similares. La casa fundada por Peter Lord ha dado el paso desde la independencia creativa que fue su seña de identidad original, en cuanto patrimonio cultural británico que representa a la perfección Shaun, una oveja que nació como personaje secundario de las aventuras de Wallace & Gromit, en el episodio “A Close Shave” de 1995, para acabar teniendo su propia serie televisiva.

Los veinte años que ha habido que esperar para ver la película han merecido la pena, porque la adaptación cinematográfica del famoso ovino da mucho juego dentro de la comedia. La tradición humorística británica de la Ealing está ahí, más que nada en lo que de gestual tenían las interpretaciones del gran Peter Sellers. El humor de “Shaun the Sheep Movie” es un humor muy blanco, hecho para los niños, pero que por contener la esencia del cine mudo gusta también a los adultos, que se encontrarán con referencias cinéfilas a “El silencio de los corderos” o televisivas a la serie “Breaking Bad”.

De esta manera la nueva propuesta de Aardman rompe con la tendencia muy dialogada de la animación actual, ya que los personajes animales y humanos no hablan, simplemente farfullan o balbucean, con lo que no hace falta doblaje y vale con la traducción escrita de los divertidos rótulos. Recuerda mucho a las películas del mestro Jacques Tati o del pionero Buster Keaton, pues se les entendía sin mediar palabra alguna.

La aventura relatada ilustra los contrastes entre la vida de la granja en el campo y la gran ciudad, según un balance que hace parecer a los humanos más borregos que Shaun y el resto de integrantes del rebaño de ovejas, con la genial escena del restaurante como tremenda burla de la estupidez urbanita.