EDITORIALA
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Políticas integrales, eficaces y humanas para la migración

La muerte masiva de migrantes en las diferentes fronteras europeas ha generado en la opinión pública el lógico impacto emocional que un fenómeno tan salvaje debería provocar en todo ser humano. A los fríos datos de niños y niñas muertos, a las duras imágenes de cuerpos rescatados sin vida, se le suma la vergüenza de ver los rostros de los supervivientes y el trato que reciben al llegar a puerto: tratados como números, hacinados, maltratados, deshumanizados. Por una vez se han escuchado sus testimonios, sus vivencias, el relato de un viaje infernal precisamente para huir del infierno. El que no se conmueva ante esos relatos es un fascista o no tiene piedad alguna.

El debate, sin embargo, no puede ser reducido a una cuestión de principios éticos, menos aún entendido en clave religiosa de culpa. El enfoque, una vez más, debe ser político. La situación es endiablada, no admite simplificaciones, y la izquierda radical europea debe dar urgentemente este debate, que va más allá de la reacción e indignación inmediata ante este tipo de tragedias.

Políticas y prioridades

La cuestión de los desplazados solo aparece como prioridad en la agenda política y pública en momentos críticos como este. Pero, tal y como han aceptado los diferentes mandatarios europeos, se sabía que esto iba a ocurrir, y se sabe ahora que es muy probable que vuelva a suceder. No ha sido una fatalidad. Es la consecuencia lógica de decisiones políticas tomadas por las autoridades europeas. Es su responsabilidad. Los muertos en el Mediterráneo este año, oficialmente unas 1.750 personas que sin duda pueden ser muchas más dadas las condiciones de clandestinidad en las que se migra, multiplican por treinta los muertos contabilizados en ese período el año pasado. ¿Qué ha sucedido?

El año pasado la Unión Europea decidió reemplazar la Operación Mare Nostrum, comandada por Italia y principalmente destinada a salvar la vida de las personas que intentaban llegar a Europa a través del Mediterráneo, por Frontex, una política fronteriza europea enfocada en no dejar arribar a sus costas a esas personas. Entre salvar vidas y guardar fronteras las autoridades europeas decidieron lo segundo. Establecieron esa prioridad y, entre otras cosas, decidieron no cubrir el presupuesto de 9 millones de euros al mes que costaba Mare Nostrum, una cifra que ya era insuficiente y que en el presupuesto general resulta ridícula. El balance de este cambio de política son estos centenares de muertos.

Las decisiones tomadas esta semana por las autoridades europeas focalizan el problema en el origen y, sobre todo, en los traficantes de personas. Incluso barajan la posibilidad de realizar operaciones militares en la otra orilla del Mediterráneo. Sin obviar su criminal responsabilidad, esos traficantes que encarnan la maldad absoluta no pueden tapar la maldad banal de los mandatarios europeos, menos aún su responsabilidad.

Impacto geopolítico y crisis humanitaria

La política de desestabilización llevada a cabo por la Administración de EEUU y secundada por la UE en Oriente Medio y el Magreb ha desembocado en escenarios ingobernables y crisis humanitarias que, según señalan las agencias dedicadas a ello, han traído la mayor crisis conocida desde la II Guerra Mundial. A los efectos directos de esta política se suman otros efectos perversos, desde estados fallidos hasta fenómenos como el EI.

Gran parte de los migrantes que llegan a Europa en este momento son desplazados de guerra o víctimas de violaciones de derechos humanos y persecuciones. Son sirios, somalíes, nigerianos… Son, por lo tanto, exiliados que deberían entrar en un proceso de asilo. Europa no puede obviar este elemento.

Un debate prioritario

La cuestión de la migración no se puede afrontar desde el paternalismo ni desde la mera caridad, pero tampoco desde una soberbia ideológica que nada hace y poco aporta en términos materiales, reales. La crítica del «buenismo» no por acertada es efectiva. O va acompañada de políticas, de alternativas, o no deja de ser una postura.

Es evidente que la izquierda radical no ha desarrollado una línea política clara y eficaz en este ámbito. No ha sido su prioridad. Está obligada a hacerlo cuanto antes. Una línea que tiene que integrar una visión ética profunda, unas políticas efectivas y una agenda geopolítica a corto y medio plazo.