Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Pos eso»

Menú bizarro con gazpacho, hamburguesa y marmitako

La técnica artesanal del “claymation” (animación foto a foto en plastilina) lleva tanto tiempo que nunca se sabe cuándo un proyecto estará listo para su estreno. Antes de debutar en el largometraje, el valenciano Sam ha podido hacer cinco cortos, periodo en el cual se le adelantó la película gallega “O Apóstol”, dejando una impresión de obra más consistente a la hora de armonizar contenido argumental y forma visual.

“Pos eso” resuelve mejor el lado técnico que el temático, y funciona en el primer apartado por la esmerada dedicación que le pone Sam, cuidando los pequeños detalles del diseño de personajes, así como de una ambientación que acaba configurándose en un universo propio, entre berlanguiano y almodovariano .

Pero la caricatura costumbrista se le va de las manos, y eso que en la escritura de guion ha contado con la ayuda de Rubén Ontiveros, creador de la sin par serie televisiva made in Basauri “Qué vida más triste”. Peca de excesiva, seguramente en el afán por incluir material de relleno con tal de superar el síndrome del cortometrajista que intenta alcanzar a duras penas los ochenta minutos de película. Hay mucho invitado a la manera de la saga “Torrente”, lo que conduce inevitablemente a un desfile de famosos de la telebasura. Un rato hace gracia, pero al final cansa.

Es una pena que no se le haya dado mayor protagonismo al padre Lenin, el cura vasco repudiado por la Iglesia que ha de practiar el exorcismo al niño Damián, y que conecta inequívocamente con el cine de Álex de la Iglesia, más aún sonando en el doblaje las voces de los recordados Álex Angulo y Mariví Bilbao. Sin embargo, los diálogos están hechos a base de frases sacadas de películas ochenteras, con un refrito referencial a “El exorcista”, “La Profecía”, “Poltergeist”, “Posesión infernal”, “Gremlins”, “Alien”, “El resplandor” y “En busca del arca perdida”.