Dabid LAZKANOITURBURU

La cuestión de la UE convierte a Cameron en rehén de su victoria

El electo primer ministro británico, David Cameron, cerró ayer la formación de su nuevo Gobierno y expuso a los diputados de la mayoría conservadora las prioridades de su segundo mandato, entre las que destaca la renegociación de la posición de Gran Bretaña en el seno de la Unión Europea. Una promesa, la de un referéndum sobre la UE, que le puede crear graves problemas tanto en su grupo parlamentario como con relación a la cuestión escocesa.

Poco antes de reunirse con los diputados de su partido en el Parlamento, Cameron recordó que la renegociación de la relación de Gran Bretaña con la Unión Europea (UE) será «dura», pero reiteró que es un mandato electoral que cumplirá.

En su primer discurso tras su contundente y, por tanto, asombrosa victoria, el líder tory aseguró que mantendrá su promesa de organizar un referéndum sobre el mantenimiento o la salida de la UE antes de que termine 2017. Cameron ha sostenido siempre que defenderá la permanencia en la UE, pero a condición de renegociar ciertos aspectos de la ya peculiar adhesión británica a Bruselas.

Desde que fue reelegido por mayoría absoluta el pasado jueves, Cameron ha conversado por teléfono con algunos líderes europeos y les ha anunciado que tiene intención de poner en marcha la negociación cuanto antes. Fuentes comunitarias han adelantado que, tras su contundente victoria, el que seguirá siendo inquilino del número 10 de Downing Street tendría más legitimidad y autoridad para imponer su punto de vista al Partido Conservador en un tema tan sensible que costó las carreras políticas de sus dos predecesores, Margareth Thatcher y John Mayor.

Una promesa envenenada

Por contra, hay quien opina justo lo contrario. Y es que los llamados euroescépticos han ganado más peso en el grupo parlamentario –el propio Cameron apuntaló su victoria invitándoles a las elecciones en un intento de cerrar el paso al eurófobo y xenófobo UKIP–. El puesto de jefe de la mayoría parlamentaria ha sido para el euroescéptico Mark Harper.

Pero los problemas no acaban ahí. El propio Harper será el encargado de velar por una disciplina de voto que se antoja crucial habida cuenta de que los conservadores tienen un margen de seis escaños en su mayoría absoluta. Cualquier deserción, aunque no sea masiva, puede ser determinante. Cameron no tendrá ya la excusa de la legislatura anterior, cuando achacaba a sus aliados liberal-demócratas decisiones o indecisiones que no eran del agrado del sector duro de los tories.

Sesenta diputados conservadores van a exigir ya a Cameron nuevos poderes a la Cámara de los Comunes para poder vetar toda ley de la UE.

Se calcula que un centenar de diputados tories no se conformarán nunca con una negociación que limite el poder de la burocracia de la UE en la isla.

La advertencia escocesa

Hay otro problema. El SNP, que ha arrollado en Escocia al lograr 56 de los 59 diputados –fueron recibidos ayer en Londres por la ministra principal, Nicola Sturgeon–, ha advertido de que no permanecerá de brazos cruzados ante la amenaza británica de abandonar la UE.

Así las cosas, Cameron, quien descartó tajante el domingo un nuevo referéndum de independencia en Escocia, podría encontrarse con la eventualidad de una decisión de Escocia de permanecer en la UE sin contar con lo que decidan los ingleses.

Problemas ante los que el futuro del alcalde de Londres y ansioso aspirante a sucederle, Boris Johnson, parece un chiste. Cameron ha decidido no darle un Ministerio, pero le admitirá en su Gabinete, eso sí, sin cartera. Premio de consolación.