Anécdotas coperas de un club centenario
Aunque viajar a las finales de forma original puede parecer algo novedoso, el autor nos demuestra que la tradición viene de lejos.

A la final en remolcador (1914)
Hay muchas formas de ir a la final, en automóvil, en autobus, en tren, pero en 1914 el Sr. Aurre ofrecía un servicio exclusivo y aseguraba que era la forma de ir a la final de forma “agradable en extremo”. La fórmula ofertada era ir hasta la final de 1914 que se disputaba en Irun en el remolcador Altsu-Mendi, construido el año anterior por la Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques de Olaveaga.
en cuatro cajas de jabón (1923)
En 1923, la final se disputó en el Estadio de Montjuich entre el Athletic y el Europa. Para presenciarlo cuatro amigos se fueron hasta Barcelona sobre cuatro cajas vacías de jabón de cocina, que incidentalmente habían sido colocadas y amarradas con cuerdas a un chasis de automóvil. Así, 1.300 kilómetros.
La que se les cayó encima. Se abrieron las nubes sobre ellos. El barro de aquella época era barro auténtico. Frío, incomodidad, angustias. Nada les arredraba, porque iban a ver la final.
el viaje de los equipiers a barcelonA (1923)
Ganar la final de Las Corts frente al Europa de 1923 resultó tan dificultoso como pintoresco el viaje hasta la ciudad condal. Pintoresco por la animación que reinó en la embajada athlética y por la calidad de sus acompañantes. Acompañantes del calibre de un “Visagras” (el portero Paco Rivero), que junto al animoso Sabino, el siempre dispuesto a la broma Txomin Acedo y el gran “niño” que fue aquel inolvidable Jesús Larraza que hicieron que ese viaje fuera inolvidable.
La felicidad de Larraza viendo a Sabino haciendo, con toda su aldeana nariz por delante, de “hombre bueno”, serio, serio, del brazo de Paco Rivero (vestido de señora), corría parejas con la del jefe de estación de Casetas (Zaragoza) y el numeroso público en torno a nosotros congregado. Rivero vestía prendas de la señora de Acedo (sombrero, pieles y una capa de lujo); resultaba cosa fuertemente cómica.
Pero más cómicas aún las bromas gastadas a un catalán feliz y estulto en demasía, al que terminamos (terminó Acedo) pintándole la cara de negro (ahumando un corcho y untándose la mano que, por final, pasaba por el semblante del noi) sin que este se diera cuenta.
el jugador más joven en ganar la Copa
Con apenas 16 años, Pedro Larrañaga, fue uno de los jugadores del equipo Bilbao que formó parte del Bizcaya y que intervino en la consecución de la copa de la Coronación en abril de 1902. Jugaba de “back” (defensa), haciendo pareja con Enrique González Careaga, y fue una de las figuras más representativas en el fútbol de la época.
El libro, Portugalete y su gente, nos señala en su libro la fecha de su nacimiento en 1.885 por lo que cuando consiguió aquella primera Copa del Athletic tenía… 16 años.
Desgraciadamente, Pedro Larrañaga, moriría años después, en 1909, con apenas 23 años.
¡Aquí no! ¡aquí no! (1923)
En la final de 1923, “Travieso” consiguió un gol que había de ser el de la victoria. El Athletic se dedicó a defender el resultado. Manolo Vidal y Txomin Acedo se dedicaban a despejar cada balón. Éste último lanzaba el balón a una gradería y el público gritaba: ¡Aquí no, aquí no!
Y Txomin les hacía caso y lanzaba el balón a otra gradería.
de la fuente recogió la copa k.o. (1930)
Sin duda, uno de los casos más grandes que registra el foot-ball es el del capitán De la Fuente. Knock-out después de haber reposado en la cuneta del campo, se incorporó a su puesto. Pero continuaba k.o.
Así se cayó luego, cuando el balón estaba en poder de Blasco, lejos, desvanecido, hasta que se lo llevaron a la enfermeria. No sabemos cómo se las arreglarían los doctores Trabal y Trueba para reanimarle. Pero lo cierto es que salió al terreno de juego dos minutos antes de que terminara la primera prórroga, y continuó firme en su puesto, marcando el más precioso gol, el de la victoria.
Luego, cuando hubo recibido de manos del Rey la copa, bajo los mismos efectos del k.o., preguntaba todavía si el partido ya había terminado y cuantos goles llevaban hasta el momento marcados cada equipo. Todavía en las sombras, oyendo ruidos de campanas y con el olor de la resina en la nariz, De la Fuente no era más que un trapo, uno de esos púgiles que pugnan, k.o. de pie, por seguir el combate y que aún guardan la fuerza suficiente para, a su vez, colocar a sus enemigos en la horizontal definitiva.
Luego, en un momento patético, De la Fuente, se quedó llorando en brazos de su padre y, para colmo de males, no pudo compartir luego las canciones de la noche con el equipo.
hoy no me interesa (1933)
En 1933, la víspera del partido, varios jugadores bilbaínos se trasladaron a Montjuich, con objeto de reconocer el campo y ver si estaba tan malo como decían. Entre ellos, el capitán del equipo Ramón De La Fuente, alias “Grifos”, y el portero Jose Luis Ispizua.
El capitán athlético empezó a explicar cómo metió el gol al Madrid en la final de cuatro años antes. Ispizua se puso en la portería y Ramón se dispuso a chutar.
– Desde ahí no me metes un gol ni dormido que esté – le dijo Ispizua.
Chutó Ramón y Jose Luis paró el chut.
– Hoy no me interesa, pero mañana verás cómo le meto a Zamora – dijo De La Fuente.
Y, efectivamente, desde el mismo sitio que chutó el día anterior Ramón marcó a Zamora el gol que les hacía poseedores de título una vez más.
la trainera de santurtzi (1933)
Los aficionados que asistieron al recibimiento del Athletic campeón de 1933 no olvidarían facilmente lo que pudieron vivir. Fue apoteósico. Incluso un camión (el del pueblo natural de Gorostiza, Santurtzi) llevaba una trainera de tamaño natural, con los remeros ordenados a ambos lados rindiendo honores, o sea con los remos en alto. Impresionante.

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