Jon Iñarritu y Urko Aiartza
Diputado y senador de Amaiur
KOLABORAZIOA

Rajoy y el espíritu de la contradicción

En una reciente entrevista, decía el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, que «cada conflicto tiene sus propias características, pero todos tienen muchos comunes denominadores». Señalaba también que el Acuerdo de Viernes Santo de Irlanda fue el que utilizó como modelo para lograr el acuerdo con las FARC. Como veremos a continuación, su homólogo español no es de la misma opinión.

La pasada semana, Rajoy defendió que no cabe ninguna similitud en la búsqueda de soluciones en la resolución de con- flictos diferentes. Ese día, por enésima vez, Amaiur llevó a la Cámara Baja española la situación del proceso de paz de Euskal Herria, aunque en esta ocasión hicimos enfrentarse al PP a su propia hipocresía. Denunciamos que, mientras el Ejecutivo español apoya el proceso de paz en Colombia, ante el caso vasco mantiene el mismo mensaje que los sectores ultras, como el del expresidente colombiano Alvaro Uribe.

Por un lado, el Gobierno español ha mostrado no solo su apoyo al diálogo en La Habana y a los acuerdos políticos con las FARC y la justicia transicional, sino que ha anunciado que impulsará en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución de apoyo a un acuerdo de paz para Colombia. Con ello se persigue blindar un pacto con las FARC de toda interferencia de la Corte Penal de La Haya. Además, Rajoy ha ofrecido millones de euros y gestiones ante la UE para contribuir a paliar las consecuencias del conflicto. Ciertamente nos alegramos por ello. Somos firmes convencidos de que la solución al conflicto colombiano pasa por un proceso de paz inclusivo que responda a las raíces y consecuencias del conflicto, por medio de diálogos directos como el de la Habana, así como la implicación de todos los partidos y la sociedad civil Colombiana, y todo ello con el apoyo moral, político y económico de la comunidad internacional. De hecho esta posición ha llevado a que PP y Amaiur hayamos votado conjuntamente mociones a favor del proceso colombiano en el Congreso y el Senado.

Esto contrasta con la actitud del Gobierno español ante el caso vasco. Aquí, el Ejecutivo del PP rechaza las mediaciones internacionales; mantiene en prisión a portavoces políticos como Arnaldo Otegi, se niega a tomar medidas de distensión en el ámbito penitenciario de acuerdo con los estándares europeos y continúa con medidas crueles como el alejamiento de presos vascos; impone restricciones a las ayudas a las víctimas del terrorismo de Estado; continúa deteniendo a ciudadanos vascos; miles de controles policiales inundan nuestras carreteras y se niega a dialogar con ETA, incluso para asuntos relacionados con el desarme.

Esa hipocresía de Rajoy se pone en evidencia también al analizar lo que predica y hace. Durante esta legislatura, cada vez que le hemos interpelado y animado a dar pasos por la paz en Euskal Herria, sus respuestas se han basado siempre en dos argumentos. El primero, solicitar a Amaiur que «antes de dar lecciones o hacer solicitudes» rechace la violencia. El hecho es que nuestra coalición y las formaciones que las componen nacieron desde el compromiso por la paz y todos los DDHH, así como del rechazo a cualquier forma de violencia. En segundo lugar, el señor Rajoy nos recuerda que «no negociará con organizaciones terroristas», argumentando que la ley lo prohíbe y que «no va a pagar ningún precio porque esas personas hayan dejado de matar». Lo curioso es que ETA ya estaba declarada «organización terrorista» cuando el PP mantuvo negociaciones con ella y las FARC siguen en esa lista a día de hoy. Más significativo es que durante esta legislatura el Gobierno de Rajoy ha autorizado no solo la negociación con organizaciones yihadistas, para liberar ciudadanos secuestrados en el Magreb y en Oriente Medio, sino también ha pagado cifras millonarias por ello. En estos casos, la ley no fue ningún impedimento y primó la Raison d’État.

La razón del inmovilismo del PP al comenzar la legislatura se achacó a las presiones de varios medios de comunicación, a determinadas asociaciones de víctimas y a ciertos sectores del interior del partido. Con el paso del tiempo esos medios han perdido influencia, algunos portavoces de esas asociaciones están siendo investigados por turbios asuntos y Vox, la escisión ultra del PP, ha quedado fuera de las instituciones. ¿Qué le impide al Gobierno español, con una mayoría absoluta y menores presiones externas dar pasos en aras de la solución? Ante este escenario, solo cabe pensar en aquella frase de Winston Churchill que hacía alusión a la venganza entendida como justicia por parte de las Autoridades españolas. ¿Pura y mera venganza?

En definitiva, el presidente español en su caso doméstico se ha posicionado en el extremo opuesto de lo que predica en el extranjero. Esto supone que quien podría haber optado al Nobel de la Paz y pasar a la historia por su valentía, será recordado como un mediocre, incapaz de liderar uno de los retos con los que se encontró al llegar a su Gobierno, y un hipócrita de manual. Esperemos que en un futuro cercano prime el sentido común sobre la venganza.