Karabinagre: El tío de la vara de avellano
Por los kilos de más del rey Enrique I el Gordo! Pero qué tribales y ancestrales que somos. Eso de mantener las tradiciones está muy bien, pero tampoco hay que pasarse. Que bebamos como cosacos, vale; que nos emocionemos y saquemos a pasear un santo que nunca existió, bueno; que soltemos toros por las calles de una ciudad para correr delante de ellos a cuerpo gentil, de acuerdo; pero que un tío sin más oficio ni beneficio que criar ganado imparta justicia en un acto multitudinario a golpe de vara de avellano me parece que ya es ir demasiado lejos.
Es verdad que en la Edad Media, por bastante menos que despistar a un toro o tocarle el lomo, se quemaba a la gente viva en plaza pública y que en otros lares, todavía se castigan delitos menores con penas de latigazos, amputación de miembros o lapidación. Pero digo yo que se podría imponer la ley en el encierro con métodos más acordes con el siglo XXI. ¿Qué tal un dron? Con la ayuda del premio Nobel de la Paz Barack Obama, se podría contar con un pájaro de esos que sobrevuele la carrera y descargue su poder letal sobre aquellos que se pasen de la raya. Hasta lo podríamos pintar de verde oscuro para mantener la tradición.

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