Alberto Pradilla
Periodista
JO PUNTUA

La «flakka» y el tipo que reparte droga en la puerta del colegio

La «flakka» ya no es una de las musas de Andrés Calamaro sino la penúltima droga superdestructiva que aparece en período estival dentro del paquete de vídeos yanquis con caricaturas completamente fuera de sí. El año pasado fue la «droga caníbal» y en esta edición nos cuentan que, probando la «flakka», disfrutaremos de superpoderes parecidos a los de Hulk poco antes de caer fulminados. No pretendo frivolizar pero, sinceramente, a mí todos estos nuevos estupefacientes «más adictivos que nunca» y con propiedades jamás experimentadas me recuerdan al tipo que repartía cromos con droga en la puerta del colegio. O bien solo existen en las mentes calenturientas de quienes utilizan el miedo como inútil cortafuegos o yo nunca he formado parte del selecto club de los elegidos. Jamás probé ninguno de esos adhesivos mágicos y, encima, más talludito, tuve que pagarlos a precio de oro.

La demagogia, el catastrofismo o la moralidad fallan al abordar un asunto complejo. Hace un par de años, haciendo barra en Sanfermines, llegué a dos conclusiones: que doblaba la edad a muchos de los chavales y que ahí casi todo el mundo se ponía como las Grecas. Un razonamiento al que probablemente hubiese acccedido antes sin Baco bailando el «waka waka» en mi cabeza. Me dieron ganas de ponerme paternalista y tratar de explicar a alguno de ellos las virtudes de la templanza hasta cierta edad. Pero sonó Evaristo y recordé que «no me cuentes si controlas, es tu problema chaval». Volví a la barra.

Las profecías apocalípticas desinforman y eliminan el necesario respeto con que uno debe de acercarse a las drogas. Si es que quieres, que tampoco es obligatorio. En ese caso, existen alternativas sensatas. Ahí está la gente de Energy Control, Hegoak o Ai Laket!! Educación y control de riesgos son el antónimo del tipo que reparte drogas en la puerta del colegio. Y, por si acaso lo encuentran, siempre pueden llevar los cromos a analizar.