Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Misión: Imposible. Nación secreta»

Dos horas y once minutos de espectáculo total

Me gusta, me encanta que los guionistas sean cada vez más y más importantes en la industria del cine. Lo son para adaptar los cómics de la Marvel, o para las animaciones inteligentes de Pixar, y empiezan a ser también imprescindibles dentro del cine de acción espectacular. Los grandes estudios estaban cayendo en el error de pensar que con un director de segunda unidad ya se podía fabricar un “blockbuster” veraniego, pero entre un buen guion o un mal guion puede estar la diferencia entre el éxito y el fracaso en la taquilla internacional.

Y si el guionista es el rey, lo ideal es que también ponga en escena la historia que ha escrito, doble función en la que por primera vez alcanza la perfección Christopher McQuarrie. De sobra es sabido que escribiendo el autor de “Sospechosos habituales” (1995) es de los mejores, pero le faltaba convertirse en un cineasta total. El hombre de confianza de Tom Cruise, quien no es ningún tonto eligiendo a sus colaboradores más directos, demuestra que no basta con rodar impactatantes secuencias de persecuciones o de tiroteos, y que esa descarga adrenalínica debe estar motivada por el impulso de unos personajes al límite, cuyo diseño no debe de tener lagunas, como tampoco la intriga que protagonizan puede presentar agujero alguno.

Si no es nada fácil mantener el ritmo narrativo de una película tan acelerada durante dos horas y once mintuos, sin baches de por medio, McQuarrie es capaz de añadir tensión extra por el mismo precio, mediante su apabullante dominio de los giros argumentales. Sin dejar tiempo material al espectador para recuperarse de la última vertiginosa carrera motorizada por las estrechas callejuelas de Casablanca, ya le somete a otra sorpresa no menos inesperada. Para ello juega con la ambiguedad de la figura del espía, que la inglesa Rebecca Ferguson encarna como letal mujer fatal.