La mayoría de cineastas independientes son engullidos por el sistema cada vez con más rapidez. El prometedor Jake Schreier ya ha caído en la red con su segundo largometraje, y eso que su ópera prima era todo un ejemplo de la ciencia-ficción dramatizada que practican los jóvenes realizadores con apenas presupuesto. Hay que recordar que “Un amigo para Frank” (2012) se llevó el Premio del Público en el Festival de Sitges, tratándose de un homenaje al veterano actor Frank Langella, quien introducía la temática futurista de la robótica asistencial para personas ancianas.

Nada de eso hay en “Ciudades de papel”, donde el toque indie sirve únicamente para conectar con la franja de edad que sigue las series televisivas adolescentes. Estas películas introducen al espectador en una especie de universo paralelo regido por las leyes de los menores, como si los pobres de ellos fueran autosuficientes. Nada más lejos de la realidad, aquí desvirtuada hasta el punto de que ni siquiera los intérpretes adultos o veteranos tienen cabida en roles secundarios mínimamente desarrollados.

Si la adaptación cinematográfica del libro de John Green “Paper Towns” existe es por la única razón de que previamente “Bajo la misma estrella” (2014), también basada en una novela del mismo autor, había dado muchos millones. Y aunque esta otra obra no sea tan descaradamente un melodrama romántico, sí que se entrega al culto de la aventura romántica. Todo sucede de principio a fin debido a que el protagonista está perdidamente enamorado de su vecina desde la niñez, aunque la popularidad de ella les haya distanciado en el instituto. La chica, que lee poemas de Walt Whitman, aparece rodeada de un halo de misterio, y se le otorga un carácter mítico.

Si por mítico se entiende, dentro de la mentalidad yanqui, el vivir una odisea iniciática antes de graduarse e ir a la Universidad, pues habrá que aceptarlo.