La libertad del pueblo gitano no es para sus mujeres

En principio “Papusza” es una biografía de la poeta romaní Bronislawa Wajs, pero la película va más lejos y hace una profunda reflexión histórica sobre las contradicciones internas del pueblo gitano. La libertad esencial que emana de su condición nómada se ve traicionada por una serie de tradiciones autoimpuestas, que afectan sobre todo a las mujeres de su etnia. Para evitar polémicas estériles, quiero hacer hincapié en que esto lo digo en función de lo que la película muestra. Porque la protagonista se siente prisionera, e incluso muerta en vida, dentro del mundo al que pertenece racialmente.
Bronislawa Wajs nació una noche de luna llena, un signo astrológico que fue tomado por una maldición. Al margen de las supercherías, ya con el alias artístico de Papusza, fue una poeta maldita de la literatura polaca del pasado siglo. Ella misma maldecía el haber aprendido a leer a escondidas, habida cuenta de las graves consecuencias que le trajo su alfabetización. El conocimiento le sirvió para expresar un dolor que arrastraba desde que, siendo menor de edad, fue casada a la fuerza con un tío suyo mayor. El encuentro con el poeta Jerzy Ficowski en la posguerra no fue más que un espejismo, al verse condenada a la soledad y el ostracismo hasta su muerte en 1987.
El mejor cine procedente de los países de Europa del Este sigue encontrando su fuerza expresiva en el blanco y negro, con una estética de duros contrastes que sobrevive al paso del tiempo, tal como se ha podido comprobar en las recientes “El caballo de Turín” (2011), de Béla Tarr e “Ida” (2013), de Pawel Pawlikowski. El director de fotografía Krzystof Ptak hace un extraordinario trabajo para el premiado matrimonio Krauze, contribuyendo al naturalismo antropológico de una obra que reconstruye la cultura gitana a través del retrato fiel de los campamentos o de los viajes en carromato, en periodos oscuros como el de la persecución nazi.

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