El cineasta que nació en los míticos estudios Shepperton

La despedida del gran cineasta inglés John Boorman deja una inevitable sensación de tristeza, por más que ha tratado de cerrar su filmografía con una película vitalista y alegre. “Reina y patria” es una continuación de “Esperanza y gloria” (1987), concebida en origen como una entrega de transición dentro de lo que iba a ser una trilogía autobiográfica. Pero a sus 82 años Boorman siente que ya no podrá concluirla, por culpa de los problemas de financiación que han ido retrasando y rebajando la ambición del proyecto. La precariedad de medios se nota en una producción con desajustes hasta en el reparto, algo poco habitual dentro del cine británico. Y, claro, la segunda película no puede estar a la altura de la primera.
La escasez de medios obligó a trasladar el rodaje a Rumanía para abaratar costes, cuando las localizaciones reales eran vitales en una obra que habla de los orígenes del autor. El nacimiento de Boorman coincidió prácticamente con la fundación de los míticos estudios de cine Shepperton, de los que era vecino, por lo que se crió en medio de aquellas filmaciones de comienzos del sonoro. En “Reina y patria” recuerda los rodajes de posguerra sobre la recién finalizada contienda, con especial dedicación al género bélico.
El de Shepperton tira de memoria cinéfila y comparte con el público las películas que le marcaron en su juventud antes de incorporarse a filas, escogiendo “Rashomon” (1950) de Akira Kurosawa, “El crespúsculo de los dioses” (1950) de Billy Wilder y “Extraños en un tren” (1951) de Alfred Hitchcock. Aunque por el título se podría pensar que alude al drama antibelicista de Joseph Losey “Rey y patria” (1964), el estilo es más deudor del maestro John Ford. Todo lo relativo a la relación entre los reclutas y los oficiales sigue esa pauta clásica, con las bromas y el anecdotario de la vida en el cuartel. El actor irlandés Pat Shortt hace una caricatura del soldado brutote a lo Victor McLaglen.

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