Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Los héroes del mal»

La naranja mecánica de los adolescentes de instituto

Más de cuatro décadas nos contemplan desde que Stanley Kubrick nos dejara tan ojipláticos como al propio Malcolm McDowell con “La naranja mecánica” (1971), realizada a partir de la novela homónima de Anthony Burgess publicada casi diez años antes. O ellos dos se adelantaron mucho, o las cosas no han cambiado demasiado en todo este tiempo, porque el discurso sobre el nihilismo juvenil de fondo sigue imperante. En “Los héroes del mal”, el debutante Zoe Berriatúa lo plasma de forma más precoz si cabe, al trasladar la ultraviolencia generacional a un grupo de adolescentes de instituto. Y, es más, hasta se decide por la música clásica para poner fondo a la ilustración de sus desmanes, de igual modo que las palizas de Alex se producían a los sones de Beethoven. Una elección que muchos han tildado de pretenciosa, por considerar que la del exactor madrileño es una obra de dimensiones mucho más pequeñas.

A mí me interesa ir directamente al fondo de la cuestión, porque lo que plantea el autor es de una gravedad preocupante. Berriatúa se atreve a dar un paso adelante e ir más allá en las consideraciones que se suelen hacer en las películas que tratan la temática del acoso escolar. Y como lo expuesto en “Los héroes del mal” no puede ser tomado a la ligera, conviene hilar muy fino.

Existe un consenso bastante extendido sobre que la víctima acosada debe aprender a defenderse, tanto para ganar en autoestima personal como para paliar la indiferencia y abandono de las obligaciones educacionales que se suelen dar en estos casos por la parte docente.

Pero el trío protagonista no se queda ahí y de la autodefensa pasa a la venganza, y del ajuste de cuentas al matonismo, hasta transformar su victimismo en el hacha del verdugo. La contradicción ya enunciada en el título al final se traslada a unos personajes muy pasados de rosca.