Hace 25 años que la RDA se Adhirió a la RFA y a la CEE
En 1984, Giulio Andreotti irritó notablemente al canciller Helmut Kohl cuando calificó de «pangermanismo» el prudente acercamiento que se estaba dando entre la capitalista República Federal de Alemania (RFA) y la socialista República Democrática Alemana (RDA). Además, el entonces ministro de Exteriores italiano abogó por que los dos estados alemanes siguieran existiendo por separado.

Frente a las polémicas declaraciones del democristiano Andreotti, la élite de la RFA cerró filas en torno a Kohl (CDU) y a su ministro de Exteriores, el liberal Hans-Dietrich Genscher, cuando ambos resaltaron que la Ley Fundamental alemana les obligaba a trabajar en favor de la unificación.
En aquella época, con el continente europeo divido en dos bloques ideológicos diametralmente opuestos, la reunificación solo se veía posible, primero, con el consentimiento de Washington y Moscú, y, después, si la RFA salía de la Comunidad Económica Europea (CEE, actual UE) y de la OTAN, y la RDA dejaba el Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON) y el Pacto de Varsovia.
Pero, teniendo en cuenta la fuerza económica y política de la RFA, algunos, sobre todo París y Londres, no querían ver a su enemigo de dos guerras mundiales convertido en un estado neutral fuera de su control.
Este panorama geopolítico cambió en el verano de 1989, cuando cientos de miles de alemanes orientales escapaban –vía Hungría, Checoslovaquia y Austria– hacia el Oeste. Su fuga desató una dinámica social, económica y política que no dejaba lugar a que los gobiernos de ambos estados se sentaran en una mesa para negociar entre iguales el futuro sistema político común.
La RDA se desintegraba, ya eran dos millones de sus ciudadanos los que habían cruzado la frontera, y en la RFA no existía ningún interés en un proyecto consensuado. Durante sus primeras décadas de existencia, la RFA no reconoció al otro Estado alemán como tal, sino como “Zona de Ocupación Soviética”. Por eso, la avalancha humana no le vino del todo mal a Bonn (la ciudad que albergaba la sede del Gobierno de la RFA) aunque de repente empezaran a escasear viviendas, coches de segunda mano y puestos de trabajo. La escalada de la situación a nivel alemán requería soluciones rápidas. Como ejemplo de ello, los eslóganes de la oposición de la RDA cambiaron del “Somos el pueblo” a “Somos un pueblo”.
Un as en la manga de Bonn
Kohl y Genscher sabían que tendrían que negociar la unificación con las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial –la Unión Soviética, EEUU, Gran Bretaña y el Estado francés–. Ni a la premier británica, Margaret Thatcher, ni al presidente galo, François Mitterrand, les agradaba la idea de tener que convivir con una Alemania unida. Pero Bonn tenía un as en la manga: el preámbulo de la Ley Fundamental, en el que se mantenía «en pie la invitación para que todo el pueblo alemán, en libre autodeterminación, consume la unidad y libertad de Alemania». Kohl no hizo uso de esta carta pero dejó claro que la podría jugar en cualquier momento. El 8 de noviembre de 1989, ante el Bundestag, en su «informe sobre la situación de la nación en la Alemania dividida», dijo: «La libre autodeterminación para todos los alemanes era y sigue siendo el corazón de nuestra política».
Un día más tarde, la RDA anunció la inmediata apertura de las fronteras y la libre circulación de sus ciudadanos. Era el principio de su final. Kohl aprovechó el momento y propuso una «confederación» entre las dos repúblicas «para que el pueblo alemán pueda lograr de nuevo su unidad en libre autodeterminación».
El primero en reaccionar fue Mitterrand, que flexibilizó la postura de la CEE en la cumbre de Estrasburgo, donde logró que el proceso «en el cual el pueblo alemán consiga su unidad a través de la libre autodeterminación» también tuviera como objetivo la «integración comunitaria».
Ante este respaldo de París y el beneplácito de Washington y Moscú, a Thatcher no le quedó otro remedio que aceptar la existencia de una Alemania mayor. Tampoco la CEE pidió su exclusión, porque en el Tratado Dos más Cuatro –firmado el 12 de setiembre–, las dos Alemanias reconocían las fronteras en vigor y porque para entonces estaba claro que la RDA se iba a adherir a la RFA haciendo uso de la Ley Fundamental. Y así fue: el 3 de octubre de 1990, la Alemania Oriental aceptó, sin referéndum, los valores de la RFA y de la Comunidad Económica Europea.

El PP amenaza con el exterminio político a EH Bildu y sin tener turno de palabra

El exalcalde de Hondarribia fichó por una empresa ligada a Zaldunborda

«Tienen más poder algunos mandos de la Ertzaintza que el propio Departamento»

GARA es segundo en Gipuzkoa y NAIZ sigue creciendo con fuerza
