Iñaki Barcena Hinojal (*)
EHU/UPV, Ekologistak Martxan
GAURKOA

La transición energética en Euskal Herria

Vivimos, a pesar de las crecientes desigualdades, en un país con un nivel de desarrollo socio-económico de los más altos del Planeta. Al igual que en el resto de países del denominado Norte global, nuestro modelo actual de producción y consumo es ambientalmente insostenible, porque no es posible un crecimiento ilimitado en un planeta con recursos finitos, y porque está basado en los combustibles fósiles, principales causantes del cambio climático. Es, también, socialmente injusto, ya que cuanta más energía se consume, más se incrementan las diferencias en su reparto, generando deuda ecológica, desigualdades de género y pobreza energética. Y, además, es desmesurado cuantitativamente, porque concibe la energía como una mercancía, como un bien comercial, alejando la producción del consumo e infravalorando nuestras necesidades de cuidados y bienestar. Por estas razones es urgente romper la perversa lógica de «crecimiento igual a desarrollo» que nos lleva al colapso global. Reducir las emisiones de CO2 respetando la capacidad de absorción de los ecosistemas no es una opción, es la única posibilidad de supervivencia digna en el Planeta.

Entendemos la transición como un cambio estructural a medio y largo plazo en nuestro sistema energético. Esto conlleva la sustitución de los combustibles fósiles y la energía nuclear por energías renovables descentralizadas, así como la reducción del consumo de materia y el cierre de los ciclos materiales mediante la reutilización y el reciclado. Necesitamos una transición hacia un modelo energético y material que minimice su impacto ambiental, que sea justo y democrático y se adapte al agotamiento de los hidrocarburos.

La transición se va a producir lo queramos o no, lo que debemos discutir y decidir es la escala y la forma en que debemos ponerla en marcha. Para ello, debemos tener en cuenta que no se trata solamente de una cuestión ambiental, que es también una cuestión social y de género; y que las ciudadanas y ciudadanos debemos ser agentes activos de ese cambio y no permitir que se hurte nuestra participación en la toma de decisiones.

Aspiramos a un nuevo modelo energético que reconozca la energía como un derecho básico de las personas (ya que su disponibilidad es esencial para la provisión de los bienes y servicios necesarios para todo ser humano) y cuyo reparto sea justo, tanto social como ambientalmente. Nuestra visión es intergeneracional (solidaria con las generaciones actuales y las futuras) donde todas las personas deben tener libre acceso a la energía que, como el aire o el agua, no puede, ni debe seguir siendo una mercancía al servicio de los mercados. En ese sentido, la erradicación de la llamada «pobreza energética» debiera ser una prioridad de nuestra sociedad.

Por otro lado, tenemos el convencimiento de que las soluciones solo pueden llegar por medio de la superación de la sociedades patriarcales. Hoy es evidente que la crisis ambiental está también ligada a la resolución de los cuidados y de la sostenibilidad de la vida, dado que ambas realidades comparten causas (como la negación del carácter dependiente del ser humano y la fe ciega en la tecnociencia), efectos (como la desconexión entre la economía capitalista y las bases materiales que permiten la vida) y, asimismo, posibles soluciones.

Por estas razones, asumimos que transformar el modelo energético sin abordar la transformación del modelo social es un callejón sin salida. Buscamos un modelo de producción basado en la utilidad social (producción útil y beneficiosa) y ambiental (producción limpia) con un nuevo modo de organización del trabajo donde la carga de trabajo productivo y reproductivo se reparta equitativamente entre todas las personas. Por ello, reivindicamos un fuerte impulso del empleo público a través de sectores ligados a los cuidados de las personas y del medio ambiente, al reciclado y la reutilización, así como de los vinculados a la salud, la educación, la agroecología o la vivienda.

Creemos que ese nuevo modelo energético debe asentarse en el ahorro, la eficiencia y las energías renovables, reduciendo drásticamente el consumo de energía y de materiales asociados a la misma, fomentando nuevas formas de transporte (alejadas de la apuesta actual por infraestructuras elitistas y despilfarradoras como el Tren de Alta Velocidad…) y de usos del territorio sustentables, así como en un nuevo modelo de consumo responsable y solidario que camine hacia la soberanía alimentaria.

El actual modelo energético vasco es muy dependiente (94% de la energía en la CAPV y 80% en Navarra procede del exterior) y está dominado por grandes oligopolios con sede en Euskal Herria (Petronor-Repsol, Iberdrola, EDP…) que controlan grandes infraestructuras sobredimensionadas, oponiéndose y frenando el desarrollo de las energías renovables.

Ha pasado el tiempo de las declaraciones retóricas; estamos ya en el de los compromisos concretos para avanzar hacia una Euskal Herria completamente descarbonizada para el año 2050. Afortunadamente, existen ya en Euskal Herria decenas de iniciativas locales y comarcales para la puesta en marcha de un sistema energético alternativo, así como cooperativas de distribución y consumo basado en renovables (Goiener, I-Ener, Energia Gara, Barrizar) que son un ejemplo a conocer, potenciar y seguir.

Creemos que las organizaciones comunitarias, que nacen de la sociedad civil, son el semillero de la transformación energética que necesitamos. Esa amalgama de experiencias particulares y comunitarias, así como las cooperativas de consumidor@s y de distribución y generación, las plataformas multisectoriales para el cambio de modelo energético, al igual que las movilizaciones ciudadanas que las acompañan, son el punto de partida esencial para la ineludible transición.

Asimismo, nos parecen importantes las propuestas de transición promovidas por diferentes niveles de la Administración, principalmente municipales, pero también comarcales, provinciales y autonómicos, dado que estas iniciativas son en la actualidad factores cooperantes para la consolidación de cambios a escalas más allá de lo particular, y para retirar trabas a las alternativas comunitarias, para combatir la pobreza energética, para impulsar la introducción de las energías renovables, principalmente en los edificios y servicios públicos, para paralizar el fracking, para eliminar subvenciones a los combustibles fósiles, para no generar residuos (Zero Zabor), para promover ecotasas, etc.

La transición energética que queremos deberá ser fruto de cambios políticos, y de cambios en los valores y hábitos de vida. Para llevarla a cabo deberemos oponer el control público frente al control oligopólico de la energía y, así, democratizar el sistema energético, fortaleciendo la descentralización en comunidades locales y cooperativas sociales sin ánimo de lucro. Prometemos poner toda nuestra energía en esta tarea, ya en marcha, y que debe involucrarnos a todas y todos.

(*) Junto a Iñaki Barcena, son firmantes iniciales de este manifiesto: Gorka Bueno Mendieta (EHU/UPV), Sara Begoña Ibañez Ortega ( Meatzaldea Bizirik), Rosa Lago Aurrekoetxea, (Ekologistak Martxan), Xabier Zubialde Legarreta, (Sustrai Erakuntza Fundazioa).