Maite Ubiria Beaumont
Responsable de Política Internacional de Sortu
GAURKOA

Corsica y el despertar de los pueblos a la libertad

Ni la victoria pírrica de la derecha, que hoy ajusta ya sus parcas cuentas, ni la salvación de un Partido Socialista que flota a duras penas, chapoteando en el mar de la securocracia y de la austeridad neoliberal, pueden ocultar la realidad: El Frente Nacional ha engordado y fidelizado voto y, lejos de perder, tiene todo por ganar tras las Elecciones Regionales celebradas en Francia.

Si algo demuestra ese resultado es que el jacobinismo no da respuesta a los problemas que se esconden tras el crecimiento del FN. Por más que este se aderece de valores progresistas y hasta de solidaridad de clase, solo vale de excusa para la cabalgada de una ultraderecha que ya no necesita desbordarse a cada paso, porque su aspiración es pragmática: convertir las preocupaciones básicas de la ciudadanía en el carburante de su proyecto excluyente.

Las elecciones que han servido de bautizo a las macro regiones nos han dejado, sin embargo, resquicios para la esperanza. Allá donde se abren paso proyectos políticos que permiten la intersección entre aspiraciones nacionales y sociales surgen muros más efectivos, porque ofrecen alternativas palpables.

Con todos los matices necesarios, ha habido barrera al Frente Nacional en Bretaña, en Corsica, en Euskal Herria. Y errará quien interprete esa muralla en mera clave republicana. Al margen de los grandes focos, la exigencia de reunificación en Bretaña, de la cooficialidad de la lengua occitana y la demanda de la colectividad territorial única para Ipar Euskal Herria, se han dejado oír en la liza por los gobiernos regionales franceses.

La histórica victoria soberanista en Corsica puede convertirse en un buen acicate con vistas al proceso de ratificación de la llamada EPCI, a la que la mayoría de las municipalidades vascas ya han dado un apoyo, a título consultivo. Un proceso que debería desembocar en la puesta en marcha de un ámbito institucional propio para Zuberoa, Nafarroa Behera y Lapurdi en enero de 2017.

Las fuerzas comprometidas con el reconocimiento de Euskal Herria deberán prepararse para ese momento importante, que nos devuelve al sueño de Garat, cercenado por la incipiente Francia jacobina, o mejor aún al de Xaho. Y en el conjunto del país deberemos interiorizar dicho avance, para seguir marcando huellas en el camino de la soberanía.

El nuevo tiempo abierto en Corsica ha sido posible gracias al trabajo concertado entre formaciones con trayectorias antagónicas, pero que han sido capaces de trabajar juntas para asentar el escenario de cambio que ya dejaron entrever los últimos comicios locales y, antes, el trabajo desarrollado durante los últimos años en la Asamblea de la isla, donde los avances en materia de desarrollo territorial, reconocimiento de la lengua y la cultura, o en materia fiscal y de transporte marítimo, se han producido por impulso de las formaciones nacionalistas.

Esa suma de voluntades explica que, la noche electoral, el autonomista Gilles Simeoni dedicara el discurso de la victoria a «los militantes que han luchado por nuestra causa desde hace medio siglo, y a los más jóvenes, que hoy siguen en prisión». Un homenaje a la generación de su padre, Edmond Simeoni, que participó en la primera acción guerrillera, en agosto de 1975, en Aleria, de quien antes de ser alcalde de Bastia ejerciera como abogado defensor del pastor corso Yvan Colonna, condenado a perpetuidad tras el controvertido proceso judicial que siguió a la muerte en atentado del prefecto Claude Érignac.

El final de la lucha clandestina del FLNC ha tenido un valor determinante en ese entendimiento político que ahora se corona de éxito electoral. Recordemos que en ese documento, de junio de 2014, daba un contexto inequívoco a su histórica decisión. Así, el FLNC expresaba que «...tras años de resistencias y de sacrificios las luchas vasca e irlandesa han permitido recoger avances determinantes. Esos movimientos hermanos han entrado en la fase de la conquista política. Tanto la resolución del conflicto vasco como la reunificación irlandesa no dejan dudas sobre el futuro. Y de hecho, en distintos lugares de Europa, se multiplican los referéndum de autodeterminación y los pueblos se disponen a recobrar su libertad...».

Acorde con los aires de cambio, con el avance, en la todavía transitoria estructura institucional, hemos asistido a una evolución de los actores políticos del ámbito soberanista, sin la que no habría sido posible este sorpaso. Los partidos de la izquierda y derecha hexagonal, por el contrario, se han quedado enredados en sus aferismos.

Femu à Corsica es fruto de la evolución autonomista hacia posiciones de creciente soberanismo. Corsica Libera es fruto de distintas convergencias y de una correcta exploración por los independentistas de las oportunidades que ofrece un espacio político-institucional más anclado en ese ámbito corso, que se mira en el espejo mediterráneo sin perder de vista otras latitudes europeas.

En las últimas Jornadas Internacionales, organizadas por Corsica Libera en Corti, a las que asistí en representación de Sortu, fueron Catalunya, Escocia y también Euskal Herria las referencias del debate. Esa vocación europea no es ajena a la historia de la isla mediterránea. Baste recordar las palabras de Pasquale Paoli, u Babdu di a Patria, en vísperas de una batalla crucial por la independencia: «El honor de la Patria y la Libertad pública dependen de vuestro coraje. Europa entera nos observa» (Borgo, 9 de octubre de 1768). De aquellas espadas, a estos votos, se dibuja la línea, no siempre clara, de un sueño de libertad.

Paoli otorgó a sus conciudadanos la que se convertiría en la primera Carta Magna moderna, la Constitución corsa de 1755, pionera en el reconocimiento del «derecho de los pueblos a decidir su futuro» y antecesora de otras cartas como la francesa o la estadounidense. La herencia paoliana está muy presente en estos días en que la ciudadanía corsa siente que hace historia. Sin ir más lejos en el himno «Dio Vi Salvi Regina», entonado por representantes de Pe à Corsica el pasado 8 de diciembre, como colofón al acuerdo que les permitiría alzarse con una holgada mayoría en la Cámara y ejecutivo insulares, con lo que asumen la relevante tarea de guiar la transición hasta la puesta en marcha de la colectividad única, en enero de 2018.

No serán pocos los obstáculos que deberá afrontar esa inédita mayoría política en la isla. Tal como expresaba el escritor Pierre Poggioli en la noche electoral: «No sabemos lo que nos deparará el mañana, ya que todo está por construir. Solo formulamos el deseo de que sepamos sacar las lecciones debidas de nuestros errores, y que estas nos sirvan para avanzar en los caminos de la libertad y de la dignidad, privilegiando los intereses colectivos y dejando de lado los intereses partidistas o personales, causantes de tantas divisiones y desilusiones».

En todo caso, la ciudadanía corsa ha depositado su confianza en Pe à Corsica, a quien corresponderá guiar al país desde una larga etapa de resistencia anti colonial hacia un futuro de soberanía.

En ese camino contarán con el apoyo de otras naciones protagonistas, como la nuestra, de procesos de emancipación, y de una ciudadanía comprometida, como la vasca, en abrir una nueva etapa, lo que solo es posible, allí y aquí, abordando las consecuencias derivadas del conflicto armado.

Corsica se dispone a escribir una nueva página, en la que estará más presente que nunca ese diálogo cruzado entre la historia y el futuro por construir. De ahí que como cierre de este artículo tome prestada otra máxima del Generale della Nazione corsa: «Cuando se despierta la conciencia, nadie puede apagarla. Mañana se levantará el alba de la libertad». U populu vincerà!