Un viaje sin rumbo al pasado

A pesar de que sean muchos quienes afirman que la última realización de Margarethe von Trotta se encuentra a años luz de su pasado fílmico, relacionado con lo combativo, se asoma en “El mundo abandonado” un eco lejano de “Las hermanas alemanas” que rodó a comienzos de los 80 y que subrayó la importancia que la realizadora siempre ha otorgado a las mujeres en su conducta más solidaria. En su empeño por continuar siendo fiel a su discurso irreductible, Von Trotta se ha basado en su propio caso personal –descubrió ya en la madurez de su vida que tenía una hermanastra– para relatar los entresijos de una búsqueda íntima protagonizada por una cantante de jazz que no dudará en viajar a Nueva York para descubrir cuánto hay de verdad en una suposición, una famosa soprano físicamente igual a su madre. A partir de este encuentro, ambas comparten esta búsqueda que les adentrará en un paisaje de secretos familiares. Con estos mimbres, Von Trotta ha construido un melodrama de ribetes clásicos, pero engalanados con una ampulosidad dramática que a veces bordea lo cómico. Dejando a un lado este subrayado excesivo, el argumento flaquea en su intento por mantener la tensión hasta el final de un viaje que resulta tan previsible como ineficaz en su intento por emocionar al espectador. En este sentido, los personajes interpretados por Barbara Sukowa y Katja Riemann quedan sumamente desprotegidos por culpa de una historia que revela muy rápido sus intenciones. La esforzada labor interpretativa de ambas es lo más reseñable dentro de una película carente de rumbo y en la que, al contrario de sus dos protagonistas, el resto del reparto se ve en la obligación de hacer buenamente lo que puede con sus personajes tópicos y acartonados. Ni siquiera las coartadas intelectuales y musicales funcionan dentro de este drama huérfano de intensidad y emoción.

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