Nunca entenderé las razones por las que un oscarizado y gran guionista como Brian Helgeland se convierte en un mediocre realizador, pero si el verdadero motivo era poder dirigir algún día a Tom Hardy, habrá que entenderle y perdonarle. El mejor y más brillante actor de su generación se desdobla para interpretar a los gemelos Kray, que en su día fueron interpretados por los hermanos Gary y Martin Kemp del grupo musical Spandau Ballet, cuando protagonizaron a las órdenes del artesanal Peter Medak “The Krays” (1990).

Ante una actuación de semejante nivel lo de menos es si la nueva película es mejor o peor que la anterior, porque Hardy hace una exhibición de su inagotable repertorio de caracteres, simultaneando dos personalidades totalmente opuestas bajo el parecido físico. Por un lado está Reggie Kray, que siempre quiso llevar una vida normal y salirse de la delincuencia, y por el otro su hermano Ronnie, que era un sádico sicópata que disfrutaba con la violencia. En la versión original se puede disfrutar del auténtico acento “cockney” de los bajos fondos del East End en los años 60, a lo que también ayuda la perfecta ambientación.