Si “Mustang” ha sido la ópera prima más premiada del pasado año se debe a que la debutante Deniz Gamze Ergüven ha sabido transmitir un mensaje muy directo y muy transparante, que es como un grito de libertad para todas las mujeres que en el mundo sufren la opresión de las sociedades machistas en las que viven. Pero sobretodo la joven cineasta ha sido muy valiente, al denunciar una situación de maltrato a las de su sexo en un país que vive un momento involucionista, a sabiendas de que iba a sufrir amenazas y que no lo iba a tener nada fácil para presentar su película en público.

Se está comparando mucho a “Mustang” con “Las vírgenes suicidas” (1999), pero las diferencias culturales y sociales entre Sofia Coppola y Deniz Gamze Ergüven son tan abismales que el tema común de la adolescencia femenina violentada cambia de Norte a Sur, por así decirlo. Lo mismo sucede si se coteja esta historia de las cinco hermanas huérfanas turcas con la de las cuatro protagonistas del clásico de Hollywood “Mujercitas” (1949), mientras que hay mucho más consonancia con el encierro femenino representado por Federico García Lorca en “La casa de Bernarda Alba”.

“Mustang” es una obra única y original en sí misma, gracias a su dinamismo interno y al carácter indómito de sus protagonistas. La rebeldía que las une queda perfectamente representada por la más pequeña, esa inquieta Lale que hace las veces de narradora, en cuanto introductora al agitado relato de que es testigo, pues está condenada a ver la suerte que van corriendo sus hermanas, a las que quieren casar a la fuerza, una por una, mediante matrimonios concertados. Aunque ella no es capaz de comprender semejante monstruosidad, ya que se las juzga menores para los inocentes juegos escolares en la playa pero no para someterse a un hombre de por vida, siente la necesidad imperiosa de escapar.