Pablo CABEZA
BILBO
Entrevista
IKER LAUROBA
SOLISTA

«Hay melancolía en este disco, pero es algo que no busco, me sale natural»

Lauroba están muy cerca de publicar su cuarto disco, mientras llegaba su prolífico e inquieto cantante se envolvió en una bolsa de crisálida durante años hasta echar a volar con «Zeru tolesgarria», su primer disco en solitario, álbum de visillos y contraluces, delicado y preciosista, entre el pop y el folk, la elegancia y lo estilizado. Un esfuerzo formal y estético que lo sitúa en el aportado de los audaces.

Salvo excepción, no queda mucho espacio en este pequeño país –tan apretado por tanta y tanta propuesta musical–, para los solistas. Con frío y granizo, olas o niebla Iker Lauroba ha dado su paso al frente y deja para la historia un disco de solista con cerca de una veintena de colaboradores, más textos de Harkaitz Cano y un diseño atrevido y costoso. Formato apaisado y dentro trece postales, cada una con un evocativo y encantador dibujo de Priscila Arándiga y la respectiva letra. Un todo que envuelve el severo e inspirado trabajo de un músico de amplia cultura musical, de un artista lúcido, intuitivo, que se basa principalmente en raíces estadounidenses para dar forma a sus composiciones y arreglos. No obstante, lo que Iker Lauroba propone en “Zeru tolesgarria” son canciones universales girando a ritmo medio, a veces orquestadas, en otras más cerca del pop acústico o al lado del alt-country-folk. Además Fariba Sheikhan, Leire Barasaluze y Sara Azurza le doblan la voz en la mayoría de las canciones, tres voces cubiertas de valores. “Gauza arinen alde” es la canción más conmovedora del disco, un título para lo mejor de nuestra historia musical. “Lagunen mina”, “Amurik ez”, “Abisatuta nengoen, “Igande betirako”, “Tristezia stereo”, “Okerreko gelan”... son parte también de la indumentaria imprescindible de este debut autoproducido, a pesar de la dimensión del trabajo. «Toda la financiación de la grabación, copias, diseño, fotos, etc. ha corrido a mi cargo, así qué si que ha sido una especie de suicidio del cual estoy muy orgulloso». No extraña.

A qué necesidad básica responde «Zeru tolesgarria». ¿Surge más de una necesidad emocional que artística, al revés, en equilibro?

Ambas. Nada más terminar de grabar “Iglu bat basamortuan” con Lauroba, me quedaron en el tintero una serie de canciones que no iban en la línea de lo que hacíamos con Lauroba, pero que sentía la necesidad de grabar y tocar. Fue entonces cuando hablando con Fredi Peláez (productor del disco, músico y dueño de Pottoko Estudioa) comenzamos a dar forma al disco.

Hasta «Azken trago bat» no se produce una explosión rítmica. El ambiente es dolido, con reflejos de tristura, ensimismamiento… En realidad parece que con el uso de la cuerda se ha buscado acomodo en la melancolía

Sí que hay melancolía en mis canciones, es algo que no busco, pero que me sale natural, supongo que será consecuencia de la música que escucho. También tendrá que ver el que muchos de mis momentos de creación musical surgen a raíz de acontecimientos que producen en mí diferentes emociones. Estas sensaciones me empujan a coger la guitarra y musicalizar mis sentimientos. .

La impresión global es de un notable esfuerzo instrumental, de arreglos y que parte todo de unas composiciones con vocación desnuda incluso las bien vestidas.

El proceso de instrumentación ha sido algo muy pensado, hemos trabajado con cada canción de forma individual, escogiendo los instrumentos que más se le adecuaban a cada una. Grabé en casa una primera maqueta, que fue la que utilicé para el trabajo con Harkaitz Cano y para que Fredi conociese las canciones. Tras esta Fredi y yo grabamos una segunda maqueta en su estudio, con la cual definimos tempos, pulimos armonías y decidimos la instrumentación para cada una de las canciones.

Con casi 20 colaboraciones cabe pensar que el proceso de adecuación de arreglos y músicos ha tenido que ser un proceso desquiciante.

Sin Fredi este disco no hubiera salido adelante, él se ha encargado de escribir los arreglos para cuerda y viento, producción musical, grabación... La mayoría de los músicos que han participado en la grabación del disco lo han hecho gracias a los contactos de Fredi. Destacaría también el trabajo de Beñat Barandiaran, ya que hay varios temas cuyo estilo ha quedado definido por sus guitarras. Temas como “Maite miau, ez miau maite”, “Haizeari sehaska kanta”, “Lagunen mina”, “Jolas parke hutsa” o “Gauza arinen alde”.

El concepto gráfico es tan ambicioso como el aspecto musical: una hoja interior con sus dibujos y texto de cada canción, formato rectangular… y mucho talento en esos dibujos.

El disco ha sido un capricho en todos los sentidos. Ya que contaba con la colaboración de tantos músicos, las letras de Harkaitz, y tras haber estado tres años trabajando en él, el formato también merecía algo especial. Postales rectangulares para resaltar más las ilustraciones, y un formato de disco fácilmente resaltable. ¡Soy más fácil de encontrar!

Se le ve entre el folk-indie estadounidense, entre el songwriter delicado, aunque no suelen tener tantos arreglos, y el pop acústico.

Sí que es verdad que estos últimos años me he aficionado bastante a escuchar música folk, cantautores como Damien Rice, Gregory Alan Isakov, Amos Lee, Scott Mathews... Aunque no creo que “Zeru tolesgarria tenga similitud con ellos”, creo que tiene más influencia de grupos pop como Los Secretos, que me han venido gustando desde que era adolescente.

Los textos son de Harkaitz Cano, cabe suponer que el proceso habrá sido denso: correos y correos matizando qué emociones o sentimientos tratar.

Harkaitz ya había colaborado con Lauroba escribiendo dos letras de nuestro último disco. Escribo canciones con facilidad, pero el tema de las letras me cuesta bastante más, y tras terminar el último disco de Lauroba quedé exhausto en ese sentido, vacío de ideas. Fue entonces cuando hablé con Harkaitz, le expliqué que tenía varios temas guardados en el cajón, canciones que no iban en la línea que queríamos seguir con Lauroba en su mayoría, y que eran bastante delicadas a la hora de ponerles letra, había que plasmar esa melancolía que emanaba de las melodías y acordes. A partir de ahí todo fue coser y cantar, Harkaitz supo interpretar a la perfección el mensaje de cada nota y plasmarlo en unos textos que todavía me emocionan como el primer día cada vez que los canto. No quise ponerle límites a la hora de interpretar cada canción, creo que coincidimos en las emociones que nos provoca cada una de ellas. En menos de un mes Harkaitz había escrito todas las letras del disco, encajando como un guante cada sílaba a las melodías que yo le envié.