Alberto PRADILLA
PROCESO DE INVESTIDURA DEL PRESIDENTE ESPAÑOL

Cosas que pueden cambiar si se repiten las elecciones

La repetición de elecciones puede ser interpretada por los partidos como una oportunidad para volver a tirar los dados. Sin novedades programáticas, es posible que las pequeñas modificaciones que se producirían en la segunda vuelta puedan ser determinantes para mover esa aritmética que no da para el Gobierno en Madrid.

La repetición de elecciones está siendo interpretada por los grandes partidos españoles como una oportunidad para volver a tirar los dados, a ver si la suerte es más generosa y las matemáticas menos endiabladas. Con todo el pescado vendido en términos programáticos, las variables en caso de que las urnas vuelvan a instalarse el 26 de junio pueden darse en términos del «juego de la culpa» y en relación a las posibles alianzas. Una segunda vuelta implica que todos han puesto sus cartas boca arriba. Sin embargo, hay condiciones que no se repetirán. Y pueden condicionar la forma en la que los partidos afronten las elecciones, que parece la única opción realista si no hay movimientos en 10 días.

Que cambien las condiciones no tiene por qué ser necesariamente malo. Que se lo digan si no al PP, cuyas perspectivas son mejores en caso de que se repitan las elecciones. El «efecto castigo» que provocó que el 20 de diciembre se dejase 60 escaños puede disiparse y reforzar la posición de Mariano Rajoy. Habrá que ver cómo le afectan los escándalos de su partido, con casos como la dimisión de José Manuel Soria, exministro de Industria, pero da la sensación de que la derecha española tiene ya amortizada la indignación por sus corruptelas.

Quien carecerá de un elemento determinante para la noche electoral es Pedro Sánchez, líder del PSOE. Concretamente, la confianza de Susana Díaz, presidenta andaluza y verdadero «poder en la sombra» en Ferraz. El 20 de diciembre, tras lograr 90 diputados, el peor resultado en la historia reciente del partido, Sánchez pudo permitirse el lujo de calificar como «históricos» los datos. Ya no podrá hacerlo. La propia Díaz descalificó el atrevimiento del secretario general que ella misma ayudó a entronar, así que, si las urnas le dejan en una situación similar, es previsible que termine subiendo a Madrid e intente pasear la cabeza de Sánchez clavada en una pica. Convencer a los desencantados que optaron por Podemos puede ser la única tabla de salvación para Sánchez, que ha logrado atrasar el congreso interno pero que, si no logra un milagro, llegaría al cónclave con pocas opciones para seguir al frente del partido.

La pugna por ese votante «del cambio», que todavía no ha dado la espalda al PSOE del todo y que cree que Podemos podía haber sido más flexible condicionará la campaña. Los de Pablo Iglesias son los que pueden encontrarse ante un panorama más variable. Por un lado, porque habrá que ver cómo gestionan sus alianzas en Catalunya, Galiza o País Valencià. Su campaña para el 20D se basó en prometer grupos parlamentarios diferenciados que luego no pudo conformar. Así que tendrá que renegociar con sus socios. Ya se escucha a portavoces que apelan a la creación de partidos instrumentales que faciliten ser aceptados de forma diferenciada. Además, está el precedente de Compromís, que rompió con Podemos nada más abrirse la legislatura y quedar sin grupo.

El posible pacto entre Podemos e IU, que vuelve a estar encima de la mesa, es otro de los elementos que podría decantar la balanza. La opción de que una alianza pudiese llevar al «sorpasso» del PSOE, o al menos limitar el previsible descenso de Iglesias, es un argumento favorable al entendimiento para ambos. Además, la pérdida de peso de Iñigo Errejón, el más reticente a este modelo, podría favorecer la cercanía. Podemos ha perdido parte de ese aura de «voto de cambio eficaz», lo que podría afectar a sus resultados en las naciones sin Estado. El soberanismo de izquierdas, como EH Bildu, tiene mucho que decir en ese ámbito.

Ciudadanos es la otra cara de las buenas perspectivas de Rajoy. Por mucho que Metroscopia diga lo contrario, no parece que al votante de derechas le haya sentado bien que Albert Rivera prefiera pactar con el PSOE que echarse en brazos del PP. Así que el «voto útil» puede volverse en contra de los naranjas. Todo esto, si el Estado, que no son los partidos, no hace algún movimiento para evitar las urnas.