Joseba VIVANCO
PERFIL

Carlos Gurpegi: Un soldado con la sonrisa por bandera

Lugar y año de nacimiento: Andosilla, 19 de agosto de 1980. > Trayectoria profesional: Izarra, Athletic Juvenil, Basconia, Bilbao Athletic, Athletic (15 temporadas). > Debut: Vilarreal-Athletic (5-2), 31-3-2002. > Internacional: Cinco veces con la Euskal Selekzioa y una con la de Nafarroa. > Títulos: Supercopa de España 2015-16. > Partidos: 392 partidos con el Athletic. > Goles: 22.

«A los jugadores les digo: a lo largo de vuestra vida oiréis muchos aplausos, chicos, pero ninguno significará más para vosotros que ese aplauso, el de vuestros colegas. Espero que todos y cada uno de vosotros oigáis ese aplauso al final».

‘‘Open’’, André Agassi

Con la inolvidable banda sonora de ‘‘El puente sobre el río Kwai’’, bajo el frenético desembarco de Normandía que nadie rodó mejor que en ‘‘Salvar al soldado Ryan’’, a lomos de esa Thiumph cual Steve McQueen en ‘‘Evasión o victoria’’, sosteniendo con fuerza ‘‘Las banderas de nuestros padres’’ sobre Iwo Jiwa mano a mano con Clint Eastwood, encarnando más a Anthony Quin que al galán Gregory Peck en ‘‘Doce del patíbulo’’ o, quién sabe, si en la piel de Kirk Douglas en ese juicio sumarísimo de ‘‘Senderos de gloria’’. Así nos imaginamos a Carlos Gurpegi en su despedida. Ávido lector de libros de historia de la Segunda Guerra Mundial, seguro que él encarnaría al héroe de este relato que ha durado 18 años, de ellos 15 vistiendo la camiseta del primer equipo rojiblanco.

«Las he visto de todos los colores en el Athletic», se sinceraba en una ocasión. Buen título para una película, una novela, la autobiografía de un soldado, para más inri, navarro, «un jugador muy comprometido, que tiene mucho amor propio... va con la tierra», decía de sus paisanos. Patxi Rípodas, otro que tal, su primer maestro a su llegada a Lezama con 17 años, le inculcó el sacrificio, el esfuerzo y el amor propio. Y Carlos hoy podría escribir un libro de autoayuda.

Otro gran capitán rojiblanco dice agur. Marcelo Bielsa dijo que Gurpegi jugaría hasta los 40 años si él quisiera. Hasta aquí ha dicho, casi con 36. «Me gustaría que la gente me recordara como alguien que ha defendido lo mejor que ha podido el club, que ha intentado hacer las cosas a la altura de donde estaba y, sobre todo, que ha dado su vida porque las cosas fueran de la mejor manera. Sé que no me van a recordar por mis regates, por mis goles, pero sí por intentar estar a la altura de lo que el club merece. Y siempre con una sonrisa por delante...», decía a ‘GARA hace dos años.

Multiples lesiones, un tabique nasal propio de un parte de guerra, unas maltrechas rodillas. «Y aquí sigo dando guerra», repite. Optimista, un punto de timidez, afable, siempre con una sonrisa en la boca, «es difícil que alguien se lleve mal conmigo». Vaya tío.

Un vizcaino de Andosilla que ha vivido por y para el fútbol. Con casi 400 partidos peinando la melena de león, desde este domingo tendrá un hueco reservado en la memoria colectiva rojiblanca. Desde que quien fuera su segundo padre, Jupp Heynckes, le hiciera debutar en 2002. El alemán de tez permanentemente sonrojada fue el primero que le marcó como futbolista. «Él es responsable de lo que soy», ha dicho en algún momento. Fue titular indiscutible para todos los entrenadores: Heynckes, Valverde, Mendilibar, Clemente y Bielsa. Con Sarriugarte y Mané ya no pudo jugar, todos sabemos el porqué. Si Jupp sembró la semilla, Carlos germinó con Ernesto, «con quien coincidieron mis mejores años», y Marcelo, «es único, no hay nadie como él», terminó por cuidarlo.

De Carlos Gurpegi recordaremos sus dos años de sanción, en la que lo más duro, más incluso que los insultos, fue entrenar y no jugar. Recordaremos aquel homenaje que la vieja Catedral le tributó el día de su regreso a los terrenos de juego. Recordaremos sus contados goles, fuera al Barcelona u Osasuna, expresados con tal vehemencia que seguro que ni él mismo se reconoce. Recordaremos su sentida dedicatoria, manos extendidas al cielo, a Iñigo Cabacas tras marcar en el Sánchez Pizjuán un año después de su asesinato e incluso su presencia en el funeral. Recordaremos su generosidad sobre el césped, su carácter allá abajo, su defensa de unos colores y una afición. Recordaremos a un ejemplo.

Un mito del fútbol como Antonin Panenka aconsejaba «que te aplaudan cuando te marchas y no cuando llegas». Gurpegi no es aquel adolescente que aterrizó en Lezama con la idea entre ceja y ceja, como buen navarro, de «agarrase a esto» y no soltarlo. Casi una vida después, la primera de tantas que le restan aún, en su cabeza solo quedan los buenos momentos, aunque los malos, como las derrotas, sirvan para forjar a las personas como a los equipos. El cariño de la gente y el club le mantuvieron a flote. «La afición nunca me ha dejado solo», agradece. Como este domingo en San Mamés. Derovó con avidez ‘‘Open’’, las entrañas del tenista André Agassi. Justo antes de ese aplauso final. Antes de esa última sonrisa. Grande Gurpe.