Antonio Cañizares, Cardenal Presbítero de San Pancracio extramuros y Arzobispo de Valencia, llama a la defensa del «bien precioso de la familia cristiana frente a la escalada del imperio gay». Sí amigos, habéis leído bien, el Imperio Gay. Y Su Eminencia Reverendísima lo dijo vestido, todo él, de púrpura y oro mientras extendiendo su mano con la palma hacia abajo, observaba su anillo, signo desposorio con la Iglesia, al tiempo que parecía pensar para sus adentros «aunque recargado, es mono y conjunta superbién con la mitra… mucho más glamuroso que la tristeza del solideo, dónde vas a parar»… «donde esté la seda que se quite el raso»… «tiene otra caída y el fru-frú que emite al caminar no soporta comparación». Durante la homilía también ha tenido palabras para condenar el feminismo y su ideología de género, «la más insidiosa que ha habido en toda la historia de la humanidad». El Imperio Gay ayudado por el insidioso feminismo, al parecer y sin darnos cuenta, por eso es insidioso, nos están llevando al lado oscuro (no confundir con el cuarto oscuro, aunque también, donde el orden natural de las cosas ha desaparecido por completo).

¡Joder con la cuestión gay y el discurso feminista! Parecían de buen rollo y se están adueñando de España entera, aquella que fuera luz de Trento, martillo de herejes y espada de Roma, para convertirla en una nueva Sodoma donde el medio ambiente se transforme en todo entero de ambiente y las calles se cubran de altavoces en los que escuchemos remasterizados por la mañana a Village People y Loco Mía y, al atardecer, a Gloria Gaynor y Abba. De Por el Imperio hacia Dios hemos pasado a Por el Imperio hacia el fornicio y el desenfreno.

Ya veo a Cañizares a lo princesa Leia, tan parecida, en lo capilar, a una fallera, dirigiendo, en pleno caloret la resistencia contra las fuerzas lilas del arco iris capitaneadas desde la Estrella de la Muerte (de ahí, el odio hacia la Estelada).

La pregunta es: ¿Se trata de incienso lo que queman en los turíbulos de las iglesias?