Mikel INSAUSTI
DIOSES DE EGIPTO

La mitología egipcia en un espectáculo entre la aventura clásica y el videojuego

No sé qué opinará el club de fans de Alex Proyas, pero “Dioses de Egipto” es otra de las películas del director de “El cuervo” (1994) y “Dark City” (1998) que sigue sin convencer al resto del público y crítica. Y aquí sí que no hay lugar para discusiones, porque una superproducción que ha costado 140 millones de dólares está obligada a ganarse a las grandes audiencias. Pero este cineasta formado en Australia y emigrado a Hollywood es demasiado peculiar como para ser disfrutado en masa, y con su nueva propuesta ha querido reivindicar su origen epipcio. Claro que su imaginación es tan peregrina que reinventa la mitología del Antiguo Egipto, en un espectáculo que se mueve a medio camino entre la narrativa de aventuras clásica y el videojuego. Un poco a la manera de lo que hizo Zack Sneyder con el “peplum” en “300” (2006).

Pero una cosa son las adaptaciones de cómics de acción, y otra bien distinta el empeño en digitalizar las técnicas artesanales del maestro Ray Harryhausen. En ese sentido Proyas trata de jugar demasiadas bazas, y se hace un lío con las transformaciones y proporciones cambiantes de los personajes. Sus dioses tienen una dimensión humana y otra divina, y bajo la primera de las formas son gigantes que triplican en altura a los mortales. Lo más chocante viene cuando adquieren un aspecto de criaturas aladas para la guerra, a la manera del conocido manga japonés “Caballeros del Zodiaco”. Y ahí todo empieza a chirriar, incluidos los monstruos que va poniendo en escena, que parecen escapados de “Furia de titanes” (1981).

Proyas ha vuelto al desierto australiano, para rodar allí su fantasía egipcia, utilizando el equipo técnico de George Miller. Aun así, no se le ha pegado el talento del creador de la saga “Mad Max”, empezando porque sus personajes humanos carecen de chicha.